sábado, 11 de julio de 2009

Aproximación teórica y metodológica

Recopiló: José Ricardo Vargas

En este apartado, a partir de diversos autores y documentos, se revisan únicamente dos corrientes dominantes que siguen teniendo mucha influencia en los métodos implicados en la producción de los conocimientos en la investigación social. La revisión no pretende ser completa, sino exclusivamente mostrar unos fundamentos teóricos y unas críticas. Después de este análisis del positivismo y del materialismo dialéctico se revisarán algunas observaciones sobre la experiencia vivida y la interpretación de los fenómenos y procesos sociales, que a su vez aportan bases metodológicas para la investigación.

Agradecemos al autor de "Robertexto" la elaboración y publicación del documento que se ha empleado para esta información para uso de nuestros estudiantes: "Metodología de la investigación social", en:
http://www.robertexto.com/archivo15/met_invest_social2.htm



Este estudio comparativo de elementos epistemológicos y metodológicos entre el positivismo y el materialismo dialéctico no es una oposición de dos corrientes, sino una revisión de argumentos de un debate más amplio del carácter específico de las ciencias humanas.

Dilthey ya señaló que el mundo natural puede ser observado solamente desde afuera mientras que los procesos sociales pueden ser observados desde adentro y pueden ser comprendidos e interpretados solamente por la razón que nosotros mismos pertenecemos a este mundo.

En segundo lugar, mencionó que las relaciones entre los fenómenos del mundo natural son relaciones causales mecanicistas, mientras que las relaciones entre los fenómenos sociales son relaciones de objetivos, valores, juicios y sentidos. El hecho de que el estudio de los fenómenos sociales no tenga que estar enfocado a establecer relaciones causales o la formulación de leyes universales tiene sus consecuencias a nivel epistemológico y metodológico.

Popper (1976), en La Miseria del Historicismo, menciona algunas aplicaciones de los métodos de las ciencias naturales a las sociales, y presenta la diferencia entre la explicación casual en las primeras y la interpretación de propósitos y significados en las ciencias sociales.

El Positivismo

El positivismo se opone a la metafísica e intenta seguir los métodos de las ciencias naturales y aplicarlos a las ciencias humanas.

El positivismo se fundamenta en el Francis Bacon y Thomas Hobbes, perfeccionado luego en el siglo XVIII, especialmente por John Hocke y David Hume, en lo que se refiere a sus procedimientos inductivos. Hume mismo señala que los procedimientos inductivos ("método inductivo") no pueden llevar a conocimientos objetivos ("ciertos"). Esto se debe al hecho de que, para comprobar las leyes o teorías que se han formulado como procedimientos inductivos se necesita realizar una comprobación de los mismos, es decir, siempre se necesita recurrir a procedimientos reductivos.

A partir de Augusto Comte (1850) se pueden distinguir tres orientaciones:

1. El pragmatismo, que busca la verdad y la utilidad y está basado en el positivismo filosófico.
2. El operacionismo, que busca investigar los fenómenos sociales a través de indicadores medibles y se basa en el positivismo lógico.
3. El "behaviorismo" que observa el comportamiento visible y está basado en la filosofía analítica.

En su forma clásica, a partir del biólogo A. Comte, la filosofía del positivismo busca la explicación causal a través de un modelo orgánico de la sociedad, con una fuerte inclinación hacia el orden y el control de las variables de la investigación. Por lo tanto, su método, casi exclusivo, es el experimental.

El positivismo, consecuentemente, niega la historia como ciencia, por razón de que la historia no se somete a la observación y comprobación directa.

Acepta, a priori, la adecuación del pensamiento con la realidad, a la que considera como un "dato", sin percibir, consecuentemente, el valor estructurante de la teoría (que va más allá del dato empírico).

El positivismo busca la precisión en las observaciones de los hechos sociales por separado y, por consiguiente, rechaza todo concepto universal. Por lo tanto, resulta difícil estudiar los procesos en la sociedad global y por su carácter a-histórico está imposibilitado de dar los elementos para la interpretación de los cambios sociales.

Por el empleo del modelo orgánico, el positivismo proporciona elementos teóricos que explican los procesos sociales como sistemas, en los que ocurren desequilibrios. Resulta difícil encontrar, dentro de un modelo orgánico, los elementos teóricos que explican los cambios estructurales. Esta inclinación tiene sus consecuencias para los enfoques y los métodos basados en el positivismo.

Por otra parte, el positivismo tiene elementos subjetivos en la selección arbitraria de las experiencias que estudia y, más aún, en los intentos de explicación de las relaciones de esas nociones elementales (atomísticas) con la sociedad global.
El neopositivismo está representado por el neopositivismo filosófico de Russell y Wittgenstein y el Círculo de Viena y por el neopositivismo sociológico de Lundberg y posteriormente Lazarsfeld, Guttmann, Blalock, Boudon y otros. Además tiene fuerte influencia en el racionalismo crítico de Popper y Albert, entre otros.

En general, el neopositivismo presenta las siguientes características:

1. Sigue el modelo de las ciencias naturales.
2. Se inscribe en el operacionismo y en el cuantitativismo, lo cual se pone de manifiesto en el auge y perfeccionamiento de los procedimientos estadísticos, especialmente los cálculos de probabilidad.
3. Las investigaciones tienen un marcado elementarismo o atomismo (opuesto al "holismo").
4. Pretende la objetividad o sea, una ciencia libre de valoraciones.
5. Si bien deja de lado la aplicación estricta de los criterios de las ciencias físicas, el "fisicalismo" (que caracteriza al positivismo clásico), considera que el procedimiento lógico de la explicación causal debe ser el mismo en todas las ciencias.
6. Las concepciones evolucionistas (y organicistas) dejan de tener la importancia que se les asignaba en el positivismo clásico.

Las críticas al positivismo y neopositivismo son muy variadas. Algunas se mencionan en el apartado sobre objetividad en las ciencias sociales. Bourdieu (1978) señala lo siguiente: el positivismo efectúa sólo una caricatura del método de las ciencias exactas, sin acceder ipso facto a una epistemología exacta de las ciencias del hombre. De hecho, el carácter subjetivo de los hechos sociales y su irreductibilidad a los métodos rigurosos de la ciencia, conforma una constante en la historia de las ideas que la crítica del positivismo mecanicista sólo reafirma.

Otra crítica es formulada por Kon: Como la tarea de la ciencia se reduce a un análisis de las "manifestaciones", que siempre están en un sólo plano, desaparece así el problema del deslinde entre lo casual y lo necesario, el fenómeno y la esencia, los procesos profundos y los superficiales, etc., reduciendo la tarea de la sociología a una simple descripción del fenómeno.

En el horizonte de esta reflexión se puede agregar que el positivismo implica una marcada separación entre el sujeto (investigador) y el objeto (la realidad investigada, inclusive las personas investigadas). Por otra parte, la filosofía del positivismo induce al mantenimiento del status y a la monopolización del conocimiento por parte de una élite intelectual, mayormente al servicio de la clase dominante.

Comte se interesaba por la investigación de los hechos en lugar de ilusiones trascendentes, por la certeza en lugar de la duda, por la organización en lugar de la negación y la destrucción. La teoría de Comte fue una apología ideológica de la sociedad burguesa. Aparte de ello, llevaba el germen para la justificación de un sistema autoritario. El irracionalismo que contenía y que caracterizó la posterior ideología autoritaria, inició el ocaso del liberalismo.

La ideología influye en la metodología de la investigación social, como podemos demostrar en el ejemplo del individualismo (que está fuertemente representando en muchas teorías del aprendizaje). Por ejemplo, el individualismo filosófico de René Descartes, el individualismo político de John Locke, el individualismo pedagógico de Jean Jacques Rousseau, el individualismo económico de Adam Smith.

Esta influencia se refleja todavía en la preponderancia del empleo del método de la encuesta a través de un cuestionario. El empleo de este método (sobre todo en combinación con esa técnica) tiene como una de sus características más sobresalientes: la investigación de una realidad social por medio de la obtención de información verbal de sujetos, a quienes se les trata como individuos fuera de su contexto social y de su realidad histórica.

El positivismo ha impulsado fuertemente el empirismo en la investigación social. El empirismo se caracteriza por el individualismo, la atomización de la sociedad y la incapacidad de captar las estructuras sociales, inclusive la explicación de los cambios sociales por la falta de perspectiva histórica.

El error fundamental del positivismo es pues la incomprensión de la especificidad metodológica de las ciencias sociales en relación a las ciencias naturales, especificidad cuyas causas principales son:

1. El carácter histórico de los fenómenos sociales, transitorios, perecederos, susceptibles de ser transformados por la acción de los hombres.
2. La identidad parcial entre el sujeto y el objeto del conocimiento.
3. El hecho de que en los problemas sociales están en juego las miras antagónicas de las diferentes clases sociales.
4. Las implicaciones político-ideológicas de la teoría social: el conocimiento de la verdad puede tener consecuencias directas sobre la lucha de clases.

La pretensión de muchos sociólogos empiristas de abstenerse de juicios sobre la realidad social no solamente ha dado las pautas para investigaciones descriptivas con métodos parecidos a los empleados en las ciencias naturales. También ha impulsado trabajos que refuerzan el statu quo. Sin embargo, no se puede negar gran precisión en los datos cuantitativos.

El significado subjetivo de la dialéctica se refiere a la relación tensa entre el sujeto humano y la realidad objetiva (Bertels).

Los neo-marxistas buscan la relación entre la objetividad y las experiencias subjetivas, como se puede percibir en los nuevos estudios de la alienación, en el sentido de experiencia humana, en los trabajos de Marcuse, Kolakowski y parcialmente también en el romanticismo de Bloch.

La misma diferencia metodológica se puede percibir entre los existencialistas (experiencia) y los analíticos (ej. Wittgenstein y sus reglas lógicas).
Es evidente que en la filosofía de las ciencias se encuentra una gran variedad de enfoques.

Retomamos el ejemplo del positivismo, siendo éste actualmente la tendencia central en la investigación social, que se opone al método fenomenológico.

Se le puede ilustrar a través de un representante del positivismo estricto, como Mario Bunge, quien expresa en toda su obra una fuerte preferencia por el método experimental: "El método científico, aplicado a la comprobación de afirmaciones informativas, se reduce al método experimental", Bunge (1977).

Y por otro lado, Bunge hace muy duras críticas a otras corrientes: "piénsese, por ejemplo, en una filosofía oscurantista tal como el existencialismo, enemigo de la ciencia lógica y de la ciencia... O tómese la fenomenología y la filosofía lingüística de Oxford, oscura la primera y trivial la segunda pero igualmente desinteresadas de la ciencia y carentes del equipo lógico y metodológico necesario para analizarla: está claro que estas filosofías al ser ignorantes de la ciencia empirista, tal como el positivismo, promoverán la recolección de datos y el entusiasmo por la exactitud, facilitando así el nacimiento de la ciencia" (Bunge, 1972, p. 284, La miopía del positivismo).

El materialismo dialéctico

El materialismo dialéctico es la filosofía de la ciencia que se rige, en el aspecto metodológico por la dialéctica. La dialéctica es el método de aproximación al conocimiento objetivo de la realidad, como totalidad: la realidad física, biológica, social y cultural. La dialéctica intenta una explicación de las contradicciones y conflictos en la sociedad formulando de esta manera una actitud analítico-sintética respecto al objeto.

El materialismo, como teoría general de las ciencias o filosofía, es la concepción científica del mundo, basada en una realidad material (que incluye a los procesos sociales), que es objeto del conocimiento del hombre, al que incluye como sujeto. En este sentido el conocimiento objetivo se logra -a través de la interacción y la acción conjunta entre sujeto y objeto- en el proceso de transformación de la realidad de la cual forma parte.

El materialismo se contrapone al idealismo y a la metafísica, en lo que coincide con el positivismo.

No obstante, existen características del método dialéctico, en el materialismo dialéctico, que lo distinguen del positivismo. Alonso (1977) menciona, seguido de Tecla, Lukács, Kosik y Marx, las siguientes características del método dialéctico en las ciencias sociales:

1. El compromiso (no neutralidad) de la auténtica ciencia social con los intereses de clase.
2. El carácter histórico de todo proceso social que debe tenerse en cuenta para conocer los eventos concretos.
3. El principio de totalidad que parte de los grupos y clases sociales (no de los individuos como el empirismo).
4. Es ajeno a la creación de modelos abstractos y a-históricos.

De tal manera Tecla (1976, p. 63) indica que la teoría parte de los hechos y por otro lado, que el materialismo dialéctico realiza el proceso del conocimiento científico a través del paso de lo abstracto a lo concreto. Esta observación nos acerca mucho al planteamiento en el diálogo de Menón, que se menciona al final de este documento. Esto se refiere a lo que Marx indicó: que la ciencia es una empresa de transformación, de "construcción de la realidad a partir de una teoría".
Después de estas afirmaciones se hace contradictorio que Alonso (1977) indique "la neutralidad científica, en este sentido, (se refiere a la aplicación de los principios de la lógica), es evidentemente admitida y defendida por los sociólogos críticos marxistas". Como él mismo ha indicado en el mismo documento es justamente la no neutralidad, el compromiso, lo que es una característica esencial del materialismo dialéctico. Esto de ninguna manera excluye la objetividad, validez y confiabilidad en la producción de conocimientos a través del método dialéctico, a través de la aplicación adecuada de las reglas de la lógica.

El materialismo histórico, es la ciencia del desarrollo histórico y social que estudia la sociedad en su totalidad, especialmente los procesos y las leyes que guían sus transformaciones y su desarrollo.

La metodología de las ciencias, en tanto que búsqueda de la coherencia entre la teoría y los métodos de investigación, especialmente en las ciencias sociales, plantea fundamentalmente un problema epistemológico, que visualiza una relación entre una concepción ideológica (una concepción del mundo) y un marco teórico proporcionado por la ciencia del materialismo histórico.

El materialismo dialéctico comienza por algunas premisas teóricas generales ya formuladas en la teoría sociológica general. En esta teoría sociológica se ha formulado, partiendo de la realidad, por vía analítica, los conceptos abstractos fundamentales y las ramas del desarrollo social "en forma pura", para detectar el desarrollo y los cambios sociales a través de la investigación empírica. La investigación empírica busca estudiar los procesos sociales en situaciones concretas, para detectar a partir de ahí las fuentes del desarrollo histórico.
Bourdieu, siguiendo a Bachelard, indicó que "el hecho científico se conquista, construye y comprueba". Esto implica "rechazar al mismo tiempo el empirismo que reduce el acto científico, la investigación social, a una comprobación... la prueba experimental no es sino tautológica en tanto no se acompañe de los supuestos teóricos que fundamentan una verdadera investigación".

En definitiva "el conocer debe evolucionar junto con lo conocido" (Bachelard) es decir, la metodología de la investigación se desarrolla a la par con la teoría científica.

La gran producción de la literatura marxista, sin embargo, no ha logrado precisar métodos y técnicas propias para el materialismo dialéctico.

A pesar del gran desarrollo teórico en el materialismo histórico y epistemológico en el materialismo dialéctico, hay que señalar que en la praxis de la investigación sobre los fenómenos sociales se encuentran muchas semejanzas con los positivistas y empiristas, por más que existen fuertes críticas a estas corrientes. La encuesta, como instrumento, goza también de gran popularidad entre los estudiosos del materialismo histórico en los países socialistas, aunque es la expresión del enfoque atomizador y a-histórico de los empiristas.


Reglas o experiencias vividas

El positivismo y el materialismo dialéctico no suministran la totalidad de los elementos relevantes para visualizar las bases teóricas para la investigación participativa en la educación de adultos. De hecho existen múltiples oposiciones en los dilemas metodológicos en la filosofía actual. Esquemáticamente, sin pretender ser completo, pueden basarse en:
1. La experiencia vivida (ej. Merleau-Ponty) o las reglas (Nagel).
2. La hermenéutica (Ricoeur) o la dialéctica (Hegel).
3. El análisis científico (Russell) o la acción (Sartre).
4. Los fenómenos (Levinas) o las estructuras (Chomsky).
5. Cambios evolutivos (Popper) o cambios revolucionarios (Marcuse).
6. Visión, percepción, evidencia (Husserl) o reglas lógicas, formas de vida (Wittgenstein).

La oposición entre reglas y experiencia vivida en la producción de conocimientos resulta de particular interés en esta parte del estudio, dado que la última proporciona elementos para fundamentar la investigación participativa.

De la misma manera, en la educación de adultos se puede encontrar un énfasis en el aprendizaje a través del intercambio de experiencias vividas. En la filosofía encontramos las bases para lograr un conocimiento de una cierta problemática por medio de la "experiencia vivida", especialmente en los trabajos de Paul Ricoeur y de Maurice Merleau Ponty (Ricoeur: 1950, 1955 y Merleau Ponty: 1945, 1948).

Ricoeur se opone, en el ámbito metodológico, al análisis estructural e indica la hermenéutica ambigua (interpretabilidad múltiple) como método para hacer valer los diversos sentidos de los símbolos fundamentales de la cultura humana. La hermenéutica forma el centro de los métodos de análisis en la investigación social en el trabajo de Jurgen Habermas. El que se basa también en la experiencia y se opone así a la metodología de la filosofía analítica. De tal manera rechaza el logro de un conocimiento solamente a través del análisis de las reglas del comportamiento, o sea, indica la debilidad epistemológica del conductismo en la psicología.
La experiencia vivida juega también su papel en la filosofía de Marcuse y Kolakowsky para encontrar la relación entre el sujeto humano con su libertad y la objetividad social con su desarrollo ideológico (Bertels, 1972).

Las reglas, que encontramos más estrictamente representadas a partir de Descartes y Leibnitz en los estructuralistas, culminan en la lógica simbólica.

Estas perspectivas influyen fuertemente en diferentes ciencias; por ejemplo en la psicología. Ahí se manifiesta esta influencia especialmente en el conductismo (Skinner). Skinner fue duramente criticado por sus conceptos tecnocráticos del comportamiento, entre otros por Chomsky, quien, en esta tipología, se acerca más, en cuanto a su método, a "las reglas" que a la "experiencia".

Uno de los problemas más sobresalientes en los métodos de investigación social, es la interpretación de la información obtenida de una realidad social. Es el problema del salto de los datos empíricos en la investigación descriptiva, a través del análisis de los mismos a la interpretación, basada en la teoría.

Ahí nos encontramos con lo que a partir de Karl Jaspers, se denominó ciclo hermenéutico (Allgemeine Psychopathologie, Berlín, 1959, Tomo 1, capítulo 5).
El ciclo hermenéutico se refiere al intercambio recurrente entre observaciones, presunciones (interpretaciones tentativas), expectativas y verificaciones de datos nuevos y evaluaciones, que dan acceso a nuevas interpretaciones que comprenden más datos.

La experiencia y la ambigüedad de sus interpretaciones (contrariamente a la univocidad en la metodología de las ciencias) están fuertemente representadas en las obras de Ricoeur y Merleau Ponty.

La hermenéutica a su vez cobra mucha importancia entre los neo-marxistas y los representantes de la escuela de Frankfurt, o sea en el enfoque crítico dialéctico.
Los fundamentos del materialismo dialéctico se acercan más a las reglas (objetividad) del estructuralismo, sosteniendo, como planteó Marx, que los cambios objetivos de la realidad, fuera de nuestra conciencia, tienen un carácter dialéctico, quiere decir que es un proceso que se desarrolla según contradicciones (tesis-antítesis-síntesis).

En tanto no exista ninguna posibilidad de cambiar la estructura social y las relaciones sociales existentes, podemos, para su estudio, emplear las mismas teorías y métodos que en las ciencias naturales.

En este estudio se parte del enfoque de la educación de adultos, dentro del marco de la educación permanente, como:

• Una formación crítica reflexiva.
• Un proceso que no busca en primer lugar reproducir las relaciones sociales existentes en la sociedad, sino una participación activa en la transformación de las estructuras existentes.
• Una estrategia de apoyo a los grupos marginados y dominados para participar en el poder y a través de sus organizaciones lograr condiciones sociales y políticas acordes a sus necesidades e intereses.

Por lo tanto, los procesos de investigación social inscritos dentro de este enfoque de la educación de adultos, tendrán que tomar en cuenta el conocimiento popular como un elemento importante por más que en buena parte esté fundamentado en la intuición. Por otra parte, tendrá que tomar en cuenta un análisis dialéctico de los procesos históricos y de la estructura social relevante para los sujetos de la investigación. Es con base en estos lineamientos que se puede lograr una auténtica participación de los investigadores profesionales con la comunidad y una conjugación de las experiencias vividas con las reglas para la sistematización, análisis e interpretación de los mismos.

El método fenomenológico tiene como objeto de investigación el fenómeno y como instrumento de conocimiento la intuición. Para Husserl, la intuición equivale a la visión intelectual del objeto de conocimiento, de lo dado, que en el lenguaje fenomenológico, es el fenómeno lo que aparece (Husserl, "Meditaciones Cartesianas").

La intuición o visión es la forma de conciencia en la cual una cosa se da originariamente, o como dice Husserl: "La visión dialéctica, no meramente la visión sensible, empírica, sino la visión en general, como forma de conciencia en la que se da originariamente algo, cualquiera que sea esa forma, es el fundamento último de todas las afirmaciones racionales".


APROXIMACIÓN A LA COYUNTURA NACIONAL ACTUAL



1. LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Y
SU RESPONSABILIDAD SOCIAL


Consciente de su naturaleza y de su necesaria relación con el país desde hace ya muchos años, la Pontificia Universidad Javeriana realizó en 1991 el Foro “Colombia: Una visión prospectiva”. En él se analizaron, con visión de futuro y bajo el prisma de 70 expertos, ocho campos temáticos de la realidad del país: la política, la economía, los problemas sociales, el medio ambiente, la ciencia y la tecnología, la infraestructura, la educación y la cultura, y finalmente el papel de la Iglesia en su compromiso de Fe y Justicia. El foro hizo parte del proceso de Planeación Estratégica Institucional que adelantaba la Universidad, y de allí surgió la identificación de siete problemas claves, que quedaron asumidos en su “Misión Institucional” , como propósito del compromiso de nuestra Universidad con el país.

Ellos son:

La crisis ética y la instrumentalización del ser humano
El poco aprecio de los valores de la nacionalidad y la falta de conciencia sobre la identidad cultural.
La intolerancia y el desconocimiento de la pluralidad y la diversidad.
La discriminación social y la concentración el poder económico y político.
La inadecuación e ineficiencia de sus principales instituciones.
La deficiencia y la lentitud en el desarrollo científico y tecnológico.
La irracionalidad en el manejo del medio ambiente y de los recursos naturales.

Diez años más tarde, la Universidad convocó el II foro “Colombia, una visión prospectiva” que ha tenido tres momentos importantes: 1) El primero, su lanzamiento en el Teatro Colón, en donde se analizaron una vez más con visión de futuro, los temas de la cultura, de la Economía y de la Historia. 2) En el segundo momento, cada uno de los Decanos Académicos de nuestras dieciocho Facultades y la Directora del Centro de Universidad abierta expusieron la forma como cada uno de ellos veía, desde sus propias disciplinas, el aporte y la actuación que la Universidad debía tener en el campo nacional. 3) Posteriormente, en el III Foro escuchamos “La voz de los estudiantes”, como un aporte indispensable y complementario al de sus respetivos decanos. La conclusión a que condujeron estos eventos, fue la de confirmar que los siete problemas enunciados en nuestra “Misión Institucional” tienen la misma vigencia, y quizás aun mayor que hace diez años y han de continuar siendo el compromiso de nuestra Universidad con el país. Estos foros son momentos sucesivos de un simposio permanente para reflexionar y comprometernos cada vez más con la suerte de Colombia.

Dos iniciativas complementarias, que hoy constituyen una práctica institucional, han venido a reforzar el compromiso de la Universidad: “El presupuesto y el balance social”, por una parte, y, por otra, la reorganización, intensificación y perfeccionamiento de las “Prácticas sociales”.

Si bien es cierto que todas las unidades de la Universidad han realizado el ejercicio de su “Presupuesto y balance social”, queda por asimilar de manera más profunda que no se trata de una práctica adicional, sino de una forma de hacer efectiva en sus implicaciones sociales la “Planeación Estratégica” de la Universidad y su “Misión Institucional”. Al mismo tiempo, que ambos implican una intensificación, un “plus” y un valor agregado a la labor, ya de por sí altamente social, de la educación.

Las prácticas sociales, a su vez, hoy cada vez más difíciles de realizar, dada la situación de guerra en que vivimos, y sujetas a temores e incluso a intentos de sabotaje, han de ser la respuesta a la exigencia y al reto planteado por el Gran Canciller de la Universidad:

“... debemos elevar nuestro nivel educativo jesuita hasta educar a la persona completa en la solidaridad con el mundo real. La solidaridad se aprende a través del contacto más que de nociones, como nos recordaba recientemente el Santo Padre en un mensaje a una universidad italiana. Cuando la experiencia directa toca el corazón, la mente se puede sentir desafiada a cambiar. La implicación personal en el sufrimiento inocente, en la injusticia que otros sufren, es el catalizador para la solidaridad que abre el camino a la búsqueda intelectual y a la reflexión moral”.

De forma simultánea a las preocupaciones y esfuerzos de la Pontificia Universidad Javeriana, en la Universidad Nacional de Colombia, surgió un proyecto prospectivo y sistemático de la problemática nacional, que se ha condensado en el libro que lleva por título “Colombia un país por construir – Problemas y retos presentes y futuros. Una propuesta para el análisis, la controversia y la concertación” . Este estudio ofrece una visión amplísima de la problemática del país, que en gran parte concuerda con los diagnósticos y reflexiones de la Pontificia Universidad Javeriana y propone una metodología de acción digna de considerar en este trabajo del aporte de la Doctrina Social de la Iglesia al proceso de formación en Responsabilidad Social del universitario Javeriano.

Dicho documento se presenta como:

“un estudio de carácter prospectivo, basado en el concepto de que el futuro es la razón de ser del presente, cuyo objetivo fundamental es la estructuración colectiva de un proyecto de país de largo plazo – año 2020 -. Dicho objetivo responde a la necesidad básica que tiene la sociedad colombiana de contar con una imagen – objetivo sobre la cual encaminar los diferentes esfuerzos de todos sus asociados. En sí, la sociedad colombiana no cuenta con un proyecto de país construido colectivamente”.

En este proyecto, se identifican tres grandes problemas considerados esenciales o determinantes: la violencia, la corrupción y la impunidad. Se presentan además otros problemas estratégicos, agrupados en cinco subsistemas, a saber: el subsistema del conocimiento, el de la naturaleza, el de la economía, el de la sociedad y el de la política.

En otro documento denominado “Grandes problemas sociales de Colombia” el padre Francisco J. de Roux, S.J. se refiere a tres problemas que considera de gran influencia en la realidad del país, hacia el año de 1992, en el marco del Foro COLOMBIA UNA VISIÓN PROSPECTIVA, a saber: la injusticia socio-económica, la destrucción de la vida humana y el vacío ético.

Nos permitimos presentar a continuación una breve descripción de la coyuntura nacional actual a partir de los núcleos temáticos que sobre tal situación propone la Pontificia Universidad Javeriana en su Misión y Proyecto Educativo.

Este documento se funda sobre la base de aceptar que para afectar el futuro es necesario comenzar por conocer suficientemente las situaciones problemáticas del presente. Se trata pues, según la metodología del ver-juzgar-actuar, en un primer momento, de VER la realidad nacional y dimensionar los retos que de ella se derivan para la tarea formativa en el campo de la responsabilidad social.

Para que nuestros estudiantes posean otra fuente de información hemos empleado este documento, que reconocemos en buena parte forma parte de los textos de Educación Política de la Universidad Nacional de Colombia, material virtual "Segunda Parte: Exclusión Económica", en: http://www.virtual.unal.edu.co/cursos/economicas/2007072/lecciones/capitulo%201/cap1_sparte_g2.htm

Damos las gracias a sus autores.


2. CRISIS ÉTICA: CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD

La corrupción y la impunidad son fenómenos que evidencian fallas en las instituciones y en los organismos públicos y privados; son hermanas siamesas: cuando crece la una lo hace la otra.

La corrupción, entendida como la apropiación privada de lo público, se manifiesta en forma creciente en nuestro medio. En Colombia se realiza – con la más aguda inteligencia - todo un concierto de actuaciones incorrectas e inmorales, como sobornos, peculados, malversación de fondos, desfalcos, tráfico de influencias, favoritismos, compadrazgos, nepotismo, abusos de autoridad, pago de favores, fraude electoral, cobro de cuentas clientelistas, incumplimiento de jornadas laborales y hasta supuestos desaparecimientos. Todo esto es posible en connivencia con personas pertenecientes a las esferas pública y privada.

La corrupción es un fenómeno contrario al interés público; constituye el problema social más grave, ya que se opone al interés público y al bienestar común, acentúa las desigualdades sociales y es factor de indignación, descomposición y desmotivación colectiva. La corrupción no sólo es un problema moral o de degradación de los valores políticos, sino la expresión de una forma de organización entre el Estado y los ciudadanos, de ninguna manera casual ni circunstancial, sino más bien permanente.

En el período comprendido entre 1995 y 1998, el saqueo a los dineros públicos detectado sobrepasó los $13 billones, es decir que la corrupción que se logró detectar le costó a los colombianos $900 millones diarios. Según la Fiscalía General de la Nación, solamente la defraudación a Foncolpuertos asciende a $2 billones lo que equivale aproximadamente al 1,17% del PIB proyectado para 1999, que asciende a US $85,242 millones.

Más peligroso aún es el fenómeno que se impone actualmente, según el cual los corruptos enarbolan las banderas de la transparencia y dirigen campañas a favor de la honestidad. La lucha contra la corrupción se ha vuelto rentable desde el punto de vista político, y por ello quienes se han lucrado de la corrupción formulan discursos que aparentemente pretenden erradicarla y que generan investigaciones que vinculan a los pocos funcionarios honestos que han pasado por la administración pública.

El concepto de impunidad no se limita a la no sanción de los delitos, sino que comprende la utilización de la ley a favor de intereses particulares o para el desconocimiento de los derechos fundamentales. Cuando la justicia no funciona, alguien usurpa sus funciones, en la mayoría de los casos, para ejercerla en beneficio privado. Debido a la incapacidad del aparato de justicia, el delito se torna rentable y crecen los índices de criminalidad.

En Colombia se impone la solución violenta a los conflictos, se violan los derechos humanos y se carece de condiciones reales para el ejercicio de los derechos fundamentales. El aparato de justicia no logra articular la violencia imperante ni garantiza las condiciones básicas de convivencia. El índice de impunidad de más del 90% condiciona la degradación del conflicto armado colombiano, fortalece la corrupción y favorece los mecanismos para reproducirla, con lo cual se ve minada la confianza de los colombianos en sus gobernantes y en sus instituciones que la cubren hasta la incredulidad. Por último, la impunidad corroe la confianza de los colombianos frente a la justicia, y conduce al país por una vía de caos y anarquía generalizada que destruye la noción de justicia y los principios éticos.

Si el Estado, a través de las ramas del poder público, provee las bases para que se imparta justicia, es decir, legisla, ejecuta y aplica, ¿qué sucede cuando es corrupto?

3. INTOLERANCIA Y DESCONOCIMIENTO DE LA PLURALIDAD Y LA DIVERSIDAD: CONFLICTO VITALICIO


Esta situación está conformada por el problema esencial de la violencia y por la descomposición social, la débil identidad nacional, y el no futuro de la juventud.
Desde la época de la Conquista, el mecanismo de legitimidad institucional e individual de la sociedad colombiana ha sido el uso de la fuerza física y moral, que provoca múltiples formas de conflicto, la institucionalización de la anarquía y la creación de “la cultura de la violencia”, basada en la ética de los privilegios. Lo anterior constituye una de las principales causas de que en Colombia se carezca de conductas efectivas de rechazo a la violencia, así como de normas que promuevan solidaridad social, igualdad y lazos de cohesión, indispensables para gozar de un adecuado orden social. Por otra parte, la sociedad colombiana no posee una estructura de apropiación colectiva del espacio político nacional y no ha logrado consolidar la unidad en medio de la diversidad que la caracteriza, lo cual es causa de una débil identidad. De este grupo problemático hace parte igualmente el no futuro de la juventud, pues pese a que la mayoría de la población colombiana es joven, no existe un cuerpo social de juventud. Nada diferente de la carencia de los espacios y oportunidades para crecer hoy y existir mañana, aglutina a este grupo de personas.

Es importante detenerse un poco más en las características de los problemas que componen este segundo grupo:

Nuestra sociedad está inmersa en una lucha multidimensional de poderes que lleva implícito el uso de la fuerza como medio de cohesión y coerción; ésta ha venido adquiriendo paulatinamente reconocimiento social hasta convertirse en “forma” de vida para un grupo importante de colombianos. Tal tipo de luchas tiene sus raíces en la inconformidad generalizada derivada de la exclusión a la que ha sido sometida la mayoría de la población colombiana.

Desde siempre Colombia ha vivido un clima de violencia, cada día más agravado, que atropella desde la forma de pensamiento más abstracta hasta las formas de vida más simples, dejando una semilla fecunda de dolor, odio, venganza, impotencia y frustración. En ese contexto, quienes disponen de recursos prefieren salir del país, los que explotan la tierra ya no viven en los campos y los desprotegidos quedan “al amparo de Dios”, puesto que no tienen la capacidad ni los medios para irse o para protegerse. Según la Defensoría del Pueblo, entre paramilitares, guerrilla, fuerza pública y delincuencia común asesinaron a 1.231 personas en 194 masacres en 1998. En el primer trimestre de 1999 se cometieron 75 masacres que dejaron 382 personas muertas y 47.824 personas tuvieron que desplazarse de sus lugares de residencia.

Puede afirmarse que se ha generalizado la solución privada y violenta de los conflictos sin importar los impactos que se generan sobre los grupos culturales, destruyendo sus creencias, sus ilusiones, su deseo de vida, su capacidad de pensar en cosas diferentes de la violencia; dejamos de pensar en lo esencial de la vida por pensar en lo inmediato, en cómo sobrevivir .

4. POCO APRECIO DE LOS VALORES DE LA NACIONALIDAD Y LA FALTA DE CONCIENCIA SOBRE LA IDENTIDAD CULTURAL:

DESCOMPOSICIÓN SOCIAL

La descomposición social se manifiesta en la carencia de normas sociales y en la no interiorización de principios morales que permitan reaccionar en contra de la violencia, la corrupción y la ausencia de solidaridad. Predomina el sentimiento de impotencia ante los actos violentos y sorprende que la norma social de rechazo a la violencia haya perdido su efectividad y que la corrupción haya sido legitimada.
Por otro lado está el papel del rebusque en nuestra sociedad, como expresión de las normas sociales imperantes y con el riesgo de convertirse en una alternativa violenta o deshonesta. En Colombia los delitos contra el patrimonio económico y contra la vida son los de mayor participación; la tasa de homicidios es de 72 por cada 100 mil habitantes, una de las más altas del mundo.

La sociedad colombiana ha sido incapaz de dar un tratamiento nacional, estratégico y articulado a la cultura, la cual no ha sido considerada base social de la organización ni sustrato de la identidad nacional.

En Colombia no existe capacidad de movilización y redistribución de los bienes nacionales ni legitimidad basada en la efectividad y en la integración en la toma de decisiones. La sociedad colombiana no brinda los mecanismos para suplir las necesidades materiales e inmateriales de sus habitantes, y las limitadas oportunidades son un importante factor de ausencia de identidad nacional. Para Miryam Jimeno las raíces culturales del colombiano son tan prolongadas que llevan a varios milenios antes de Cristo. Sin embargo, nuestra peculiaridad mestiza ha traído un lastre: La pérdida de memoria sobre los orígenes y la carencia de identidad que producen la ausencia de mirada hacia el futuro.

María del Pilar Díaz M., afirma que muchos parecen olvidar que la cultura está presente en todo aspecto de la vida diaria, simplemente porque es eso, una forma de vida. Subrayo una porque hay muchas, y cuando éstas se encuentran se pueden producir cambios, intolerancias entre sí, choques más o menos violentos.

El no futuro de la juventud se plasma en que la sociedad colombiana no brinda oportunidades económicas, sociales y culturales a la juventud, y ésta no ha recibido reconocimiento como estamento social; por consiguiente, se hace imposible la realización personal de los adolescentes. La carencia de oportunidades y la desintegración social y cultural que vive el país golpean con especial fuerza a los jóvenes, quienes constituyen la población más vulnerable por encontrarse en pleno proceso de crecimiento y preparación para la vida adulta; la juventud no tiene reconocimiento como estamento social.

Debido a que los jóvenes no pueden dedicar esta etapa de sus vidas a preparar su inserción en el universo de los adultos, ésta no se realiza de la mejor manera; la mayor parte de las veces el ingreso al mundo laboral es prematuro y forzado por la situación de precariedad de sus familias. Los jóvenes de las clases más favorecidas tampoco logran un mejor tránsito pues su proceso de crecimiento y formación ha estado mediado por el consumo de alto nivel y la descontextualización de la realidad social, económica y cultural a la que pertenecen.


5. INADECUACIÓN E INEFICIENCIA DE SUS PRINCIPALES INSTITUCIONES:
INGOBERNABILIDAD Y DESINSTITUCIONALIZACIÓN


Por sus características especiales de alta motricidad y alta dependencia, la debilidad del Estado se convierte en un problema sui generis de suma importancia. De hecho, es el problema que más influye sobre los demás y al mismo tiempo es el que recibe más influencia. Es un problema de verdadero enlace dentro del sistema; todos los demás tienen algún tipo de relación con él. Una acción de debilitamiento mayor o de fortalecimiento sobre esta variable repercutiría en todo el sistema.

El Estado colombiano se ha caracterizado por carecer de presencia, efectividad y legitimidad, lo cual origina una seria crisis institucional. Muchos estudiosos nacionales y extranjeros, como Estanislao Zuleta, han señalado la debilidad endémica del Estado en Colombia, que viene de muy lejos y que se manifiesta en su falta de presencia en una gran parte del territorio nacional, en su fragilidad ante las presiones de los grandes grupos del poder económico y de los centros de poder económico y político locales, y en la dificultad de controlar a sus agentes, que muchas veces actúan de acuerdo con sus intereses personales, familiares o de clanes regionales de diversa índole. Ahora bien, nada es más peligroso, en contra de lo que suele creerse, para el ejercicio de las libertades ciudadanas y para la vigencia de los derechos humanos, que un Estado débil. De lo anterior se deriva que parte importante de la población debe acogerse, para su protección, a toda clase de poderes que se encuentran fuera de la ley, los cuales, la mayoría de las veces, sólo defienden intereses particulares.

La crisis de legitimidad y gobernabilidad es percibida por la mayoría de los ciudadanos que no sienten que sus intereses están representados por el Estado; en Colombia ni se estatiza la sociedad, ni se socializa el Estado. Lo anterior se manifiesta en la ausencia total de respaldo del ciudadano a las instituciones. En cuanto a la crisis de gobernabilidad, se expresa en el hecho de que el Estado aparezca condicionado por los intereses de los grupos de elite y descuide su papel primordial de velar por los intereses sociales.

La crisis de efectividad y presencia resulta evidente en todo el territorio nacional. En cuanto a la efectividad de la justicia, es manifiesto el nivel de impunidad; en lo relativo al monopolio de la fuerza por parte del Estado, basta verificar el grado de presencia que tiene en el territorio nacional. El ejecutivo, el legislativo y el judicial son poderes que responden a los intereses particulares y no a los sociales, y por tanto no gozan de credibilidad. En resumen, el Estado colombiano ha sido incapaz de cumplir con lo prescrito en el artículo 2 de la Constitución Política de 1991:

“…servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la nación; defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo”.

6. DISCRIMINACIÓN SOCIAL Y CONCENTRACIÓN DEL PODER
ECONÓMICO Y POLÍTICO:


DESORGANIZACIÓN Y FRACCIONAMIENTO DE LA SOCIEDAD

Este grupo está integrado por los problemas nucleares de concentración del poder y bajo capital social, además se encuentra en relación directa con la concentración de la riqueza y el ingreso. Está conformado por la ausencia de una real democracia, la baja competitividad del sistema financiero, la economía subterránea y la desinformación.

Reflexionar sobre las causas de los problemas arriba mencionados nos permite concluir que todos ellos son determinantes entre sí, y que la principal consecuencia es la ausencia de una organización adecuada de la sociedad.

La desorganización de la sociedad, cuyas raíces se remontan en la historia, permite la mayor concentración del poder, la riqueza y el ingreso, la disminución permanente del capital social, el aumento de la hegemonía bipartidista y clientelista, la creación de los espacios importantes para la economía subterránea, la socialización de las pérdidas del ineficiente sistema financiero, la privatización de sus ganancias, y el sesgo y deformación de la información. No existe un control organizado, sistemático, permanente e inteligente por parte de la sociedad, toda vez que las organizaciones sociales - como partidos políticos, iglesias, sindicatos e instituciones solidarias - han desaparecido, se han debilitado o han perdido credibilidad, han incumplido su misión y se han clientelizado. Una sociedad se deteriora por la falta de participación y control por parte de los asociados, lo cual la conduce a la sobreexplotación, a la resignación y al sometimiento.

Los colombianos han sido incapaces de apoderarse de su propia historia y destino, permitiendo la concentración de la toma de decisiones en un pequeño grupo que subordina los intereses sociales a los propios, limitando en forma importante la creación de oportunidades para toda la población. El resultado, aparte de la postración social, es la conformación de un régimen de interacción idóneo para el oportunismo, la especulación y las actividades delictivas, que genera una situación paradójica: no sólo resulta perjudicada la mayoría de los colombianos, sino que quienes conforman el grupo de poder se encuentran “enrejados”, escoltados, temerosos, viviendo entre el país y el exterior.

En Colombia es evidente la concentración del poder y de los órganos que lo ejercen en un pequeño grupo de personas que en forma interactiva protegen sus intereses individuales y de clase; la democracia funciona para el grupo, no para la inmensa mayoría de los ciudadanos. Existe un macrosistema sociopolítico cuyo objetivo es el control del poder como medio para mantener las instituciones en provecho de sus miembros, lo que origina la exclusión política de la mayoría del pueblo colombiano.

En la historia de Colombia el monopolio de la violencia, el control del Estado, de los medios de producción y de comunicación por parte de la tecnocracia, y de la Iglesia Católica han logrado, conjuntamente, consolidar un mundo cerrado, jerárquico y funcional al sistema de dominación. El poder orgánico conformado por la Iglesia Católica, el ejército, la prensa, los sindicatos, los gremios económicos, los medios de comunicación y los partidos políticos tradicionales es ejercido por el 3% del total de la población, aproximadamente. Una minoría ocupa las posiciones más altas en las jerarquías de las organizaciones político-administrativas y empresariales del país. Como ejemplo de ello encontramos que la denominada élite del poder se reduce a menos de 9.000 personas entre políticos, burócratas y empresarios, que en un período cercano a los 20 años han ocupado alrededor de 1.500 de los más influyentes cargos.

De otro lado es relevante anotar que las familias presidenciales se relacionan por los vínculos contraídos entre sí, de tal forma que de 87 mandatarios entre los años 1830 a 1986, sin repetir nombre y contando a los designados, han gobernado a Colombia 39 presidentes entre padres, hijos, nietos y bisnietos. Además se puede observar que, haciendo caso omiso de la aparente rivalidad política, las diversas organizaciones del Estado, el Congreso y las grandes sociedades anónimas poseen vínculos entre ellas, y los cargos en ellas se proveen con base en elementos de parentesco.

De ahí que el desarrollo de coaliciones distributivas en un ambiente de rentas altas y de ética de la desigualdad refuerza la percepción social de que los mercados y los precios pueden ser manipulados por los poderosos y de que la riqueza se obtiene mediante manipulación y no a través de la competencia justa en el mercado. Lo anterior cierra el espacio a oportunidades para nuevos grupos de personas que están interesados en mejorar la situación del país.

De otra parte, la sociedad colombiana es débil para generar organizaciones sólidas, por contar con un bajo capital social como consecuencia de los frágiles lazos de confianza y solidaridad que predominan entre los distintos individuos y entre éstos y las diferentes instituciones que conforman el sistema social del país, y de la falta de una sólida, verdadera y adecuada estructura de valores que responda a nuestra cultura.

Los niveles de corrupción, delincuencia tanto común como organizada, violencia e impunidad, entre otros, explican que Colombia cuente con una débil dosis de capital social, entendido como tal aquel que hace posible el desarrollo de valores de progreso, solidaridad y cohesión entre sus gentes, la credibilidad en sus instituciones, la existencia de una fuerte y sólida sociedad civil creadora de valores y productiva y, sobre todo, una confianza tal que haga posible el trabajo conjunto. Por el contrario, podría decirse que Colombia cuenta con una sobredosis de desconfianza, oportunismo, violencia, elementos destructivos e incómodos dentro del tejido social. La confianza del colombiano se centra básicamente en la Iglesia y en la familia, dejando muy por debajo instituciones como el Congreso y los partidos, los mecanismos de participación y hasta el mismo gobierno. La sociedad civil es débil; la participación de los colombianos en organizaciones voluntarias no religiosas que funcionan como canalizadoras de opinión, petición y control ante el poder resulta francamente insignificante. Este punto es desalentador ya que aquí es donde se mantiene y se incuba con mayor claridad el capital social.

Podría afirmarse que en Colombia se ha desarrollado un capital social perverso que alienta el comportamiento captador de renta de grupos poderosos y que en algunos casos degeneró en los carteles del narcotráfico, fortalecido por los arreglos personales por vías violentas y la falta de confianza en la institucionalidad.

La ausencia de una verdadera democracia se manifiesta en que el sistema político colombiano carece de mecanismos e instrumentos adecuados para que los ciudadanos puedan ejercer su derecho a decidir en condiciones libres y transparentes. Nos hemos declarado universalmente país democrático, el más antiguo de América Latina, pero es evidente que la democracia colombiana no funciona, no muestra resultados y es absolutamente excluyente.

Los partidos tradicionales enfrentan una profunda crisis que los podría llevar a su disolución debido al proceso de fraccionamiento, que los está conduciendo a una pérdida de control socio-político. A lo anterior se une su incapacidad de generar respuestas válidas para solucionar los graves problemas que aquejan a la sociedad. El bastión que les queda es el manejo corrupto de las maquinarias clientelistas, atrincheradas con el objeto de perpetuarse en el poder.

La financiación de las campañas emerge como un problema de primer orden para la democracia. Y es así porque afecta su legitimidad y porque tiene que ver con un fundamento, a la vez axiológico e instrumental, de la democracia. Dicho fundamento no es otro que la igualdad de oportunidades en el universo político. Un sistema en el que las oportunidades favorezcan siempre a unos pocos, los que cuentan con el apoyo del dinero, podrá llamarse plutocracia, narcocracia, pero jamás una auténtica democracia.

En Colombia no existen instituciones que posibiliten la ejecución de la voluntad popular, que pongan en primer plano los intereses generales, sin ignorar la realidad social de un poder económico concentrado en pocas manos. No ha sido posible formular una política democrática autónoma que anule al poder económico, que no le permita inmiscuirse en la toma de decisiones, ni representar intereses particulares en detrimento y menoscabo de los intereses populares.

En resumen, los partidos políticos colombianos han producido una sociedad hegemónica que impide el desarrollo de los mismos y la igualdad de oportunidades, beneficia a una clase dominante, limita la formación de ideologías y debilita la legitimidad del Estado. El Estado y el sistema político no han logrado brindar las condiciones que la sociedad requiere para su desarrollo y han impedido a los individuos acceder a mayores y mejores oportunidades de ejercer sus derechos como verdaderos ciudadanos.

En nuestro país existen múltiples actividades de economía subterránea, cuyo manejo está por fuera de las regulaciones y políticas económicas establecidas por el Estado, además de no estar registradas o ser sobre, o subregistradas, por las cuentas nacionales. Las más usuales son las que comercializan bienes y servicios ilegales: narcotráfico, paramilitarismo, contrabando de bienes ilegales (armas, por ejemplo) y prostitución, entre otras; las que comercializan ilegalmente bienes (como el contrabando, compra-venta de artículos robados, recursos naturales y parte de las ventas de los San Andresitos); los delitos contra el patrimonio económico (como hurtos, estafas y piratería); las que buscan introducir o sacar dineros del país escapando a cualquier tipo de regulación o por el margen de ganancia que genera (como lavado de activos, sub/sobrefacturación de importaciones o exportaciones); y las que evaden los costos que implica la legalidad (como evasión de impuestos y trámites, la corrupción y la burocracia). Por último, las fuerzas armadas ilegales contribuyen a este estado de cosas a través de los instrumentos que utilizan para financiar el logro de su objetivo idealizado de cambiar el modelo de poder, tales como el boleteo, la extorsión, las vacunas y el secuestro.

De todas las actividades subterráneas, el narcotráfico es la más importante, por los marcados efectos que ha tenido en nuestra sociedad, el elevado nivel de recursos que moviliza y por ser origen de otro sinnúmero de actividades ilegales. Los ingresos del tráfico de drogas, estimados en US $2.229 millones para el año 1998 (2,3% del PIB), son la principal fuente de recursos para financiar el contrabando y la fuga de capitales. Igualmente son causantes del auge de oferta de dólares negros, estimulando la sobre/subfaturación del comercio exterior. La mayor parte ingresa al país por el mercado paralelo, a través de actividades que no repercuten en el desarrollo económico colombiano, puesto que se concentran en actividades de baja rentabilidad para el lavado de dineros o en el consumo de bienes suntuarios.

La economía subterránea se ha generalizado en nuestro país; en ella ha estado implicada en algún momento y en alguna medida la mayor parte de la sociedad. Puede afirmarse que virtualmente no existe residente de Colombia que no viole alguna ley que intente regular el comportamiento económico. Está presente en una gran cantidad de actividades y en todos los sectores económicos, movilizando una alta cantidad de recursos. Al contabilizar las actividades enumeradas anteriormente se encontró un resultado aproximado de US $11.910 millones para el año 1995.

Este grave fenómeno obedece a que muchas de las normas establecidas son ilegítimas, dado su elevado costo, su falta de pertinencia, han sido elaboradas para el beneficio de ciertos grupos y por la tramitomanía que generan. En síntesis, los intereses sociales no han sido tenidos en cuenta para su elaboración. La escasa capacidad de maniobra del Estado para hacer cumplir las leyes y el consiguiente índice de infracción de las mismas contribuyen a agravar la situación.

Por otra parte, la economía subterránea ha permeado la totalidad de los estamentos sociales, arrasando valores, moral y creencias, y ha contribuido en forma decisiva a generar la “cultura del dinero fácil” que condiciona de especial manera a la juventud. Ya la idea de amasar fortuna con base en el trabajo y en la educación quedó atrás, imponiéndose la del dinero como fin último, sin importar los medios que se utilicen para obtenerlo de la manera más rápida posible. Como consecuencia de ello, se intensifican el sicariato y las demás actividades subterráneas.

La ineficiencia del sistema financiero se expresa en Colombia por el no cumplimiento de su obligación social: ser un intermediario eficiente entre los agentes que gozan de liquidez y aquellos que no la poseen y requieren fondos para inversión o para consumo. Lo grave es que el nivel de ingresos de los intermediarios financieros está constituido por la tasa de intermediación, la cual es excesivamente alta, alrededor de diez puntos porcentuales durante la década de los noventa.

Tasas tan elevadas son síntoma de un fenómeno fuerte de colisión oligopolística dentro del sistema financiero y, por tanto, de una distorsión grave en la asignación de recursos en todo el aparato productivo colombiano. Este permanente despilfarro en la asignación de recursos es el que permite la existencia de ineficiencias en el sector; la ineficiencia representa al menos 4,11 puntos del margen de intermediación.

Luis Jorge Garay, coordinador del estudio “La industria de América Latina ante la globalización económica”, señala que “el sistema financiero colombiano es respecto a otros países poco profundo y desarrollado, razón por la cual no puede proveer los recursos suficientes para el crecimiento del sector privado”. Esta afirmación permite concluir que el sector no cumple con su función de soportar el crecimiento económico.

El mismo autor señala que los recursos destinados a la actividad productiva tienen cada vez más una tendencia a la baja, mientras que se evidencia un ascenso creciente del financiamiento al consumo y a otras actividades terciarias. El resultado final es un permanente uso “subóptimo” de los recursos de la nación, es decir, una transferencia neta en términos de la economía del bienestar, de todos los usuarios del sistema financiero a favor de un sector que los utiliza ineficientemente y que representa un enorme poder político que perpetúa la situación.

En forma cíclica entre el 2000 y el 2001 se ha presentado un deterioro significativo de los indicadores de estabilidad y de solidez de las instituciones financieras, lo que ha obligado al gobierno a la intervención y liquidación de algunas de ellas, repitiéndose la socialización de las pérdidas en perjuicio de todos los colombianos, especialmente de aquellos que por confiar en la fe pública están a punto de perder sus ahorros. El Estado tiene la obligación de conservar la confianza y la fe en lo público; si los ahorradores perdieran no se entendería cuál es la razón de la existencia del control gubernamental y cabría preguntarse cuál es la responsabilidad de la Superintendencia Bancaria. ¿No será que una de las causas del bajo ahorro nacional está en la escasa credibilidad en el sistema financiero? ¿No incidirá esta situación en la disminución del capital social?

Por último, cabe preguntarse hasta dónde el sistema financiero ha sido complaciente y ha estimulado las actividades de la economía subterránea. Este sector no ha estado exento de la corrupción: cuatro bancos estatales (Banco del Estado, Bancafé, Banco Central Hipotecario y la Caja Agraria) suman pérdidas por más de un billón y medio de pesos como consecuencia de actividades corruptas .

En Colombia existe un marcado fenómeno de desinformación. La mayor parte de la información difundida por los medios masivos de comunicación llega a la sociedad en forma superficial, parcializada y sin los elementos necesarios para generar la reflexión individual y colectiva.

Los medios masivos, centrados en el activismo y en la especulación informativa, provocan más desconcierto que conocimiento, y con su forma de actuar no cumplen con la responsabilidad social que les compete y no contribuyen a la formación de una sociedad moderna y solidaria.

Cuatro aspectos básicos caracterizan a los medios masivos de comunicación en Colombia:

Están en cabeza de los grandes grupos económicos que ven en ellos un importante elemento de poder político, aunque generen menor volumen de ganancias que el resto de sus actividades.

El manejo contradictorio de los noticieros de televisión, que pasan de la noticia sangrienta a la nota superficial y fuera de contexto o “periodismo Light”, unido al afán de protagonismo y de “la chiva” en la radio, y a la urgencia de cumplir con un tiraje que corresponda a la pauta publicitaria, son elementos que reducen la veracidad y la objetividad de la noticia, exponiéndola al manejo amañado y a su manipulación.

La irresponsabilidad de los medios frente a su propio poder, cuando en la práctica se deslegitiman los intereses de uno a favor de los de otros, se desvirtúan planteamientos y se justifican acciones que pueden ir en contra del bien público.

Tradicionalmente la información ha mantenido un nivel precario de trabajo investigativo, lo que en definitiva repercute en la calidad y relevancia del análisis de la noticia.

Ante las fallas de los medios masivos es de esperar que se consolide el espacio que han venido trabajando los medios alternativos, especialmente los de carácter comunitario. En efecto, los medios comunitarios deberían desempeñar un papel importante en la construcción de ciudadanía, en la transformación de la cultura política y en la “ciudadanización” de la política, a través del desarrollo de agendas diseñadas por la comunidad, cuyo contenido debe ser radicalmente distinto de aquel que refleja el interés de los propietarios de los medios masivos de comunicación .

6.1. Una aproximación al problema de la exclusión

Si se quisiera sintetizar en una sola palabra la situación de la sociedad colombiana, ésta sería exclusión; alrededor de ella se desarrollan las acciones de los colombianos como individuos y como colectivo. Este grupo problema está compuesto del conjunto de los problemas medulares, concentración de la riqueza y el ingreso y falta de visión de largo plazo.

Los dos problemas medulares, concentración de la riqueza y el ingreso y falta de visión de largo plaza determinan tres tipos de exclusión, la económica, la social y la resultante de la insostenibilidad en el manejo de los recursos naturales, al paso que existe un problema transversal, la situación crítica de la política exterior.

Las características de los dos problemas medulares son:

La sociedad colombiana clama prosperidad y bienestar para todos. La equidad es requisito básico para el crecimiento económico y el desarrollo, incentiva en forma sostenida a las fuerzas productivas, dinamizándolas y creando un circuito virtuoso de prosperidad. Por el contrario, la desigualdad generalizada desestimula el ritmo de crecimiento, impide la ampliación de los mercados, genera mayor inestabilidad política y afecta la seguridad en lo que se refiere a los derechos de propiedad. En conclusión, la desigualdad no es sólo un problema ético sino que obstaculiza el crecimiento económico.

En Colombia se presentan simultáneamente dos fenómenos contrarios entre sí: la mayor acumulación de riqueza y la mayor acumulación de pobreza, trayendo como resultado que cada vez existan menos ricos más ricos y más pobres más pobres. Se presenta un elevado y crónico nivel de concentración de la riqueza y el ingreso, situación en la que el 60% del ingreso queda en manos del 20% de la población, indicador que figura entre los más altos del mundo.

Al estudiar la distribución del ingreso laboral de la población ocupada se concluye que para 1996 el quintil más rico recibió el 54% de los ingresos, mientras que el quintil más pobre obtuvo sólo el 6%. De esta manera, el 20% más rico de la población colombiana recibe aproximadamente 9 veces más ingresos laborales que el 20% más pobre.

Cuando se analizan las tendencias de las últimas décadas, el diagnóstico es aún más grave debido al deterioro que han registrado los indicadores de distribución de los ingresos laborales. Esta desigualdad se incrementó sustancialmente entre 1999 y el 2001 como consecuencia de la crisis generalizada y del desplazamiento tendencial del mercado laboral hacia uno de una mayor calificación del trabajo y menos mano de obra no calificada.

En 1996 la distribución del ingreso no laboral señala, como es lógico debido a la concentración de los medios de producción, tierra y capital, que solamente el 2,7% de dichos ingresos estuvo en manos del 20% más pobre de la población, mientras que el 60% estaba en manos del quintil más rico. Esto implica que el 20% más rico recibe 21 veces más ingresos no laborales que el 20% más pobre.

En Colombia existe una elevada concentración de la riqueza; por consiguiente cualquier investigación sobre distribución del ingreso debe partir de la base de que dicha distribución es altamente inequitativa. La tierra y el capital se encuentran en posesión y control de un grupo reducido de personas, lo que genera una inequitativa distribución de la renta y constituye la base de la exclusión económica y social.

Es evidente que existe una élite propietaria de la riqueza y de los medios de producción que controla el Estado; en 1996 los tres grupos económicos principales se apropiaron del 36% de los US $1.500 millones de crecimiento de la economía nacional. Cinco grupos financieros controlan el 92% de los activos del sector y para 1997 dos grupos económicos eran propietarios del 47% de los medios radiales. Para el 2001 esta participación se incrementó, alcanzando un nivel superior al 70%.

Durante la década del noventa el grupo del primer quintil aumenta su participación en el ingreso a costa no sólo del grupo de más bajos ingresos, sino de los grupos intermedios, lo que perpetúa la desigualdad. Más aún dentro del 20% más rico de la población, la participación de la mitad superior crece del 70,91% al 72,38%. El país asiste a la pauperización de las clases populares y a la virtual extinción de las clases medias.

Siendo el ingreso un flujo, por unidad de tiempo, su injusta acumulación redunda en un deformado régimen de propiedad de la riqueza, en donde un grupo minoritario, los propietarios, se apoderan de la mayor parte del valor agregado por la economía, perpetuando de esta manera la exclusión en la propiedad de los activos (ahorro por ejemplo) y la ausencia de oportunidades para la inmensa mayoría.

Finalmente, y a manera de conclusión, se destaca la forma como la riqueza es desviada hacia el grupo del primer quintil a través de “procesos de concentración”:

Apropiación de excedentes económicos mediante la especulación, por parte de los intermediarios comerciales, el sector financiero, los dueños de la tierra y la finca raíz.

Concentración ilegal de bienes y servicios, especialmente tierras, por parte del crimen organizado, las guerrillas, los paramilitares y el narcotráfico, entre otros.

Corrupción generalizada en el aparato estatal que permite: a) desviación de los dineros públicos hacia manos privadas y b) manipulación de licitaciones, contratos, adjudicación de obras públicas y proyectos, para favorecer intereses particulares.

Una larga historia de servidumbre y marginación de la mayoría de los colombianos ha conducido a la desproporcionada desigualdad en la distribución del ingreso y, en consecuencia, a la limitación de la extensión y dinámica de la acumulación capitalista en nuestro país. En la actualidad esa inequidad se ha convertido en uno de los más grandes obstáculos para el desarrollo, habida cuenta del tamaño de la brecha: una persona del último quintil de ingreso tiene en promedio más de 16 veces lo que una persona del primer quintil. Es necesario recalcar que el tema de la redistribución no es un asunto de caridad, sino que un contexto no competitivo como el colombiano requiere la intervención para asegurar la viabilidad del sistema.

La cultura y los problemas que agobian a Colombia hacen que la realidad sea enfocada como un hecho estático y no como un fenómeno dinámico, con lo cual se niegan la mutación y evaluación del cambio. Un problema fundamental para nuestro desarrollo nacional es la falta de visión de largo plazo en los planes, programas y acciones que tienen que ver con la prosperidad del conjunto de los colombianos.

Como se señaló al inicio, una de las características del país es que los problemas que lo aquejan son los mismos desde hace muchos años, aunque agravados, y que han aparecido otros derivados de aquellos que no han sido resueltos. La crisis actual no es la peor; más grave es la que se avecina si los colombianos no nos decidimos a actuar. Frente a los cambios se presenta una actitud pasiva que consiste en taparlos o ignorarlos o, en algunos casos, ésta es reactiva e “inmediatista”: sólo se encaran situaciones conflictivas en el momento en que se presentan.

Existe un vacío identificado por los analistas de la vida nacional con respecto a la falta de visión de largo plazo. En este sentido, en 1989 el economista Jorge Méndez Munévar escribió afirmaba que los colombianos, y en especial la clase dirigente, han sido incapaces de diseñar y concertar objetivos y metas de largo plazo que movilicen a toda la población, sin exclusiones, de modo que se compatibilicen los objetivos particulares y viceversa. La ausencia de imágenes y escenarios determina la adopción de ideas y patrones de consumo importados sin discriminación y el vacío de futuro, expresión de la crisis de la sociedad colombiana. Un factor que afirma esta crisis es la caracterizada inercia nacional de los últimos años que ha expresado, por ejemplo, en la ausencia de medidas tendientes a un ajuste significativo del rumbo nacional a pesar del creciente deterioro de la vida del país en múltiples planos. Esta inercia nace, a nuestro modo de ver, de la ausencia de liderazgo consolidado y de un propósito nacional que convoque y movilice a todos los colombianos.

El ciudadano común no se siente vinculado al mismo país de sus semejantes; no siente que sus intereses concuerden con los de la sociedad de la cual es parte. El carecer de horizontes permite la adopción de ideas y costumbres que producen la pérdida de ubicación con la propia realidad. El consenso que ha sido imposible de conseguir es primordial para poseer una visión de futuro de la sociedad; su origen radica en el sentido de pertenencia frente a una comunidad a la cual hay que defender, apoyar y orientar.

No se ha entendido la relevancia de los propósitos de largo plazo, lo importante de visualizarnos en el futuro para lograr un mayor bienestar general y buscar una mayor estabilidad, para que se pueda construir una comunidad con características sociales que nos permitan vivir en paz y prosperidad.

Hasta ahora, así ha sucedido: el presente nos abruma, a la clase dirigente colombiana le ha quedado grande el país. Resulta evidente la crisis de los economistas, no de la economía; los economistas no han sido capaces de crear su propio modelo y se han dejado llevar por los “modelos universales” sin adaptarlos, asimilarlos e incorporarlos a la realidad. El modelo de desarrollo hizo crisis; es necesario cambiar radicalmente la concentración de la riqueza y el ingreso, la baja calidad de la educación, la falta de visión de largo plazo, determinantes de la exclusión económica y social y de la insostenibilidad del patrimonio natural .

7. IRRACIONALIDAD EN EL MANEJO DEL MEDIO AMBIENTE
Y DE LOS RECURSOS NATURALES:

INSOSTENIBILIDAD DE LA RIQUEZA NATURAL


Como se repite continuamente, Colombia ocupa el segundo lugar de biodiversidad en el mundo; con sólo el 0,7% de la superficie continental del planeta, posee cerca del 10% de la diversidad biológica. En contraste con lo anterior, tiene una baja capacidad científica y tecnológica para conocer y utilizar la gran riqueza de su capital natural. Cabe preguntarse de qué sirve este valioso patrimonio cuando la incapacidad para aprovecharlo hace que otros lo exploten y se enriquezcan con él. Se ha destruido el 40% de los bosques, especialmente en la zona Andina y Caribe y ahora en la Amazonia y la Orinoquía, por efecto de las plantaciones de coca y la colonización indiscriminada. El país corre un alto riesgo de sufrir la extinción masiva de plantas y animales como consecuencia de la destrucción de hábitat y por la contaminación. La explotación económica salvaje de todo tipo de especies y la enorme pobreza de la población son causa del daño irreversible a los ecosistemas nacionales.

El país ha venido perdiendo su riqueza natural por factores internos y externos. Entre los primeros se encuentran la irracional explotación económica de los recursos y la miseria que aqueja a amplias capas de la población; entre los segundos, está la exportación de nuestros recursos, principalmente de los no renovables, sin darles valor agregado interno y sin que los ingresos que se derivan de esta actividad se utilicen para crear riqueza nacional. Es el caso de las regalías petroleras.

En cuanto a los recursos naturales no renovables, petróleo y carbón principalmente, su explotación no ha resultado la más benéfica para el país y no ha sido aprovechada para crear capacidades científicas y tecnológicas que permitan darles valor agregado; la paradoja es que se exportan en bruto y se importan procesados. Su explotación se ha caracterizado por su utilidad económica de corto plazo.

Lo expuesto indica que Colombia va en contravía del concepto de sostenibilidad, toda vez que sacrifica a las generaciones futuras por el consumo de la generación presente.

Por otra parte, se presenta un deterioro permanente de las condiciones ambientales; las ciudades colombianas adolecen de todo tipo de contaminación: de las corrientes de agua, del aire, auditiva y visual, y el manejo de los desechos y las basuras se realiza sin la menor consideración humana.

En Colombia el proceso de urbanización ha transformado el espacio, sin que dicha transformación se haya cumplido de manera sistemática. Ha obedecido más bien a situaciones de hecho que no han sido producto de una intención planificadora ni de ordenación del territorio.

La calidad de vida se ha desagregado y plantea retos a la planificación y el control del crecimiento y del desarrollo de las actividades productivas y sociales.

El desarrollo de la industria colombiana se caracteriza por haberse dado al margen de políticas de planificación ambiental y por tener bajos niveles de rendimiento y utilización de los recursos físicos y financieros en cada una de las etapas de los procesos industriales.

El conjunto de todas las industrias que vierten efluentes contaminantes en las corrientes de agua del país, llega a la cifra 4.735, lo cual representa el 85% del total de establecimientos industriales de Colombia.

Las políticas gubernamentales no han permitido una acción sostenida en el campo del saneamiento ambiental, en particular en lo relacionado con la dotación de acueducto y alcantarillado.

El desconocimiento, pérdida y desaprovechamiento de los recursos naturales y la pérdida de la calidad ambiental son los problemas que constituyen la insostenibilidad de la riqueza natural.

Con relación al desconocimiento, pérdida y desaprovechamiento de los recursos naturales, la situación que se presenta es, en la mayoría de los casos, irreversible.

El desconocimiento de la riqueza nacional se debe principalmente a la falta de claridad política acerca de la importancia del relevamiento y la sistemática de los recursos naturales y de la ausencia de investigación sobre sus características y usos potenciales. En ese contexto es necesario hacer un reconocimiento al Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional, ICN, autor de los más importantes relevamientos e investigaciones realizados en el país. Este esfuerzo ha sido complementado desde hace tres años por el Instituto Humboldt; sin embargo, la magnitud de la tarea hace imposible que estas dos instituciones puedan cumplir esta misión sin un apoyo político y financiero adecuado.

En cuanto a la pérdida de la biodiversidad, actualmente se está evaluando el grado que ha alcanzado hasta el momento. Según el DNP, la deforestación de los años ochenta puede estar cercana a 600.000 hectáreas por año; las regiones de la planicie del Caribe, algunos de los valles interandinos, los bosques húmedos de Urabá, el piedemonte amazónico y el Magdalena medio se destacan como las más deforestadas. El Instituto Humboldt progresa en sus investigaciones sobre especies amenazadas de fauna y flora, con el fin de elaborar un libro rojo e identificar las prioridades de conservación nacional y regional.

Sin embargo, los resultados preliminares resultan preocupantes. Según el Instituto Humboldt, el 30% de las especies de mamíferos registradas en el país se encuentra en las categorías altas y medias de riesgo. Casi el 10% de las aves, el 8% de los reptiles y el 5% de los anfibios se encuentra en una situación similar.

Está en curso un grave proceso de degradación ambiental relacionado con la pérdida de hábitat. Algunas regiones biogeográficas consideradas críticas por presentar el mayor número de especies de fauna amenazada, son Chocó/Magdalena, región norandina y Amazonas.

Esta pérdida tiene dos causas claras: por una parte, la situación crítica de pobreza en que viven los colonos y campesinos en las zonas de mayor biodiversidad y la explotación económica irracional, el desmesurado afán de riqueza y la corrupción que caracterizan el manejo de nuestra riqueza natural.

Nuestros recursos no son utilizados en forma tal que se aproveche todo su potencial, sino que son explotados por transnacionales, y el país se convierte en aportante de simples insumos. Existe una continua presión por parte de las transnacionales y de los gobiernos extranjeros por obtener acceso a los recursos genéticos de Colombia. Para esas industrias la biodiversidad constituye un insumo básico que venían obteniendo de manera gratuita y sin restricciones en nuestras selvas, para darle valor agregado mediante el uso de la moderna biotecnología y convertirlo en una industria de elevadas ganancias. A partir de la vigencia de la Decisión 391 de 1994 se han impuesto restricciones al libre acceso, pese a lo cual las presiones aumentan; la OMC ha alentado este afán al promover el patentamiento de la vida. Relacionado con lo anterior, en el ámbito de la FAO se han venido discutiendo temas polémicos como el reconocimiento a los derechos de los agricultores, temas que deben ser tratados en las diferentes negociaciones, pero que lastimosamente tienden a ser olvidados.

La biodiversidad no puede ser vista como una simple víctima del desarrollo acelerado, sino que se debe considerar también como una salida, una solución a los mismos problemas que la ponen en peligro, como el hambre y los inapropiados usos de la tierra.

El modelo de desarrollo adoptado por el país ha estado acompañado de importantes impactos negativos en el entorno natural: impactos en el aire, el agua y los suelos que afectan nocivamente todas las formas de vida. En Colombia la pérdida de la calidad ambiental no se puede desligar de factores económicos, sociales y políticos, de una u otra forma de pobreza, de la concentración de la población en ciudades que crecen día a día y de la lógica de la ganancia empresarial basada en la minimización de costos y en la maximización de los beneficios. Todos ellos presionan para que bienes públicos como el aire y el agua sean contaminados, sin tener en cuenta que se está afectando a terceros, es decir, que se producen costos sociales que nunca se pagan.

Así mismo, la ausencia de estrategias efectivas para el control de la contaminación y el desconocimiento y desinterés por parte de los sectores público y privado frente a la adopción de las tecnologías más apropiadas para prevenir la disminución de la contaminación, es parte del problema.

En el caso de los recursos hídricos, la ineficiencia en la puesta en marcha de programas de prevención y control de la contaminación hídrica ha acelerado la contaminación de ríos como el Bogotá, Cauca, Magdalena y Combeima, entre otros.
Las múltiples actividades humanas, especialmente de las empresas transnacionales y nacionales descargan diversas sustancias a los cuerpos de agua tales como residuos sólidos, material orgánico, compuestos químicos, metales y material vegetal, ocasionando pérdidas en la calidad del agua y haciéndola inadecuada para usos como el consumo, la piscicultura, la irrigación e incluso la recreación. Según fuentes del IDEAM, los sectores que más contribuyen a la contaminación hídrica son en su orden el sector doméstico, el sector industrial y los sectores agrícola y pecuario. Es importante destacar que entre las principales actividades industriales que generaron la mayor descarga de DBO estaban la producción de alcohol a partir de caña de azúcar (38 Kt), la producción de cerveza y malta (32 Kt), la producción de alimentos (24 Kt), los mataderos (11 Kt) y la industria del papel (8 Kt).
La industria agrícola contribuye en gran parte al deterioro del agua, estimándose que un 40% de los fertilizantes suministrados a los cultivos llegan a las aguas superficiales y subsuperficiales. El promedio de uso de fertilizantes en Colombia entre 1983 y 1993 aumentó en más de un 50%, la tasa más alta de aplicación en Sudamérica (90 Kg/ha).

En cuanto a la contaminación atmosférica, se presentan efectos locales y globales. Las zonas urbanas son consideradas las que más generan emisiones de efecto local, ya que en estos lugares circula la mayor parte de vehículos del país, además de que se efectúa la mayor parte de las actividades industriales.

En relación con las emisiones de efecto invernadero o globales, las actividades consideradas como causas son el uso de combustibles, los procesos de transformación industrial, algunas actividades agrícolas y pecuarias, la disposición de residuos sólidos y la explotación de los bosques. Entre las actividades industriales que más influyen se encuentran la producción de minerales, la industria química, la manufactura de metales, la producción de alimentos y bebidas y la de cemento.

Los principales sectores productores de residuos sólidos son, en su orden, los sectores pecuario, agrícola, doméstico e industrial. De acuerdo con lo anterior se concluye que la mayor cantidad de residuos sólidos se producen en las zonas rurales. Según el IDEAM, para 1996 se habían producido aproximadamente 171.076 Kt de residuos sólidos; la producción pecuaria aportó el 89%, la agrícola, el 5%, el sector doméstico, el 3% y la actividad industrial, el 3%.

Los altos niveles de ruido medidos en los centros urbanos del país son causados principalmente por los vehículos de transporte, el comercio, las actividades de construcción y la industria manufacturera. Dado que la mayoría de automóviles no posee sistemas efectivos de mitigación del ruido y teniendo en cuenta las bajas especificaciones de las vías y las congestiones de tráfico, los niveles de ruido aumentan rápidamente. La mayoría de las industrias manufactureras no cuenta con sistemas para el control del ruido, luego no es raro que la principal enfermedad profesional sea la hipoacusia (pérdida de la capacidad auditiva).

La contaminación visual está asociada básicamente a las ciudades; tiene que ver con la invasión de calles y diferentes sitios públicos de múltiples medios de propaganda y publicidad, los cuales sobresaturan y conllevan a una pérdida paisajista del espacio público.


8. DEFICIENCIA Y LENTITUD EN EL DESARROLLO
CIENTÍFICO Y TECNOLÓGICO:
MENOSPRECIO POR EL CONOCIMIENTO


Educación, ciencia y tecnología desempeñan un papel crítico en la construcción de nación. La cultura colombiana, heredera de la española, menosprecia el valor del conocimiento, ha sido incapaz de convertir en prioridad nacional el cultivo y desarrollo del conocimiento, pese a que en éste está el futuro. Una sociedad con bajos niveles de conocimiento es una sociedad atrasada y pobre desde el punto de vista intelectual y material.

El principal tejido integrador de una sociedad radica en su cultura, una de cuyas bases es la educación. La educación permite unir a una nación a través de los principios que inculca y los conceptos que desarrolla. En Colombia este papel no ha sido desempeñado por la educación; por el contrario, existen grandes brechas interregionales e intra regionales, encontrándose que la educación de más baja calidad se imparte en las regiones más pobres, lo que constituye una de las causas de que estas regiones permanezcan sumidas en la miseria y la pobreza. Esta situación se agrava cuando se observa el nulo papel que desempeñan la ciencia y la tecnología a favor de la superación de los problemas de las regiones más pobres. La ciencia y la tecnología no han sido utilizadas como instrumento para cerrar las brechas que se han ido forjando entre las diferentes regiones.

La debilidad, la desarticulación, la marginalidad y la dependencia de la ciencia y la tecnología no permiten que estas variables estratégicas se conviertan en fuerzas productivas sociales, políticas, culturales que hagan posible el acceso de los colombianos a una vida digna, próspera y feliz.

El conocimiento es el fundamento para edificar un país con capacidad para enfrentar los problemas y los retos del presente y el futuro. No se forman ciudadanos entendidos como personas conscientes, responsables y comprometidas con el Estado, conocedores de sus derechos individuales y sus deberes públicos, capaces de construir los intereses colectivos a partir de sus intereses particulares. La construcción de ciudadanía y, por tanto, de sociedad civil, tiene en la formación y en el conocimiento los insumos básicos.

La baja calidad de la educación, su desarticulación y divorcio de la realidad, son causa de atraso en todos los niveles. La educación colombiana es pobre, desigual, excluyente, clasista, no pertinente, atrasada en contenidos, formas y procesos; carece de un norte que articule sus ciclos en torno al interés nacional, lo que configura una ineficiente red de establecimientos, ajena a las condiciones que debe cumplir para convertirse en el motor del desarrollo del país y sus gentes. Los actores sociales padecen de un desinterés que los excluye de la problemática, dejando las posibles soluciones en manos de una dirigencia incapaz o con muy poca voluntad para liderar una propuesta seria.

Uno de los más graves problemas que aquejan a la sociedad colombiana es que ha perdido la base misma del proceso educativo, cual es la relación enriquecedora entre las familias, los maestros y las escuelas, como lo señala el escritor mexicano Carlos Fuentes. Una educación de baja calidad no permite el desarrollo de la ciencia y la tecnología ni su apropiación por parte de la sociedad. La investigación y su principal actor, la universidad, no han desempeñado su papel de generar soluciones para los problemas del país ni han contribuido a la construcción del tejido social colombiano.

La problemática educativa incide de manera negativa en la sostenibilidad de la sociedad:

A nivel social, implica desigualdad, pobreza, ausencia de futuro para los jóvenes y bajo capital social.

A nivel económico, implica una baja en la productividad y la competitividad, haciendo de los fenómenos de la globalización y la apertura, un tortuoso camino para el país.

A nivel político, explica la ausencia de una real democracia, la debilidad del Estado y sus instituciones, la corrupción y la permanencia de una clase política inepta e irresponsable.

Implica el desconocimiento y uso irracional de la riqueza natural y el desaprovechamiento de un mar de oportunidades socioeconómicas y culturales que permitirían un desempeño más favorable del país en el contexto global.
En términos cuantitativos, el desempeño de la educación es negativo; ejemplo de ello es el porcentaje de asistencia por grupos de edad entre 7 y 11 años, 1,5% menor en 1998 (91,5%) que en 1996; en el grupo de 12 a 17 años la asistencia alcanza un punto menos en 1998 (75,4%) que en 1996. Queda claro que la cobertura universal en el ciclo básico y medio no se ha logrado y que en el ciclo superior no alcanza siquiera el 20%; es decir, no se ha logrado masificar la cobertura de educación superior. Por otra parte, los datos expuestos demuestran la incidencia de la difícil situación económica de las familias a partir de 1997; ello se explica por la necesidad de incorporar a los niños y jóvenes al sostenimiento del hogar.

Cualitativamente, la educación no satisface las necesidades de capital y capacidades humanas; no resuelve las necesidades sociales; no aporta el capital humano para la ciencia y la tecnología requerido por el país para ser competitivo. La visión de renta y la miope política de Estado se han convertido en las principales causas de una educación sin instituciones y sin dolientes, lo que genera un país con muy bajo capital humano y unas capacidades humanas que para efectos prácticos convendría llamar discapacidades.

El promedio del rendimiento académico nacional en matemáticas es de 40 y en ciencias de 37, resultado bajo si se compara con países como Tailandia en donde el promedio nacional en matemáticas es de 50 y en ciencias de 55, así como en Estados Unidos donde alcanzan 52 y 55 respectivamente.

En este aspecto es crítica la diferencia entre la educación privada de elite y la educación oficial impartida en instituciones oficiales bien sea de altos o de bajos ingresos. La diferencia entre las instituciones privadas de élite y las oficiales se presenta igualmente en las pruebas nacionales sobre calidad de la educación y en las pruebas del Icfes. La situación es distinta en los demás países de la región, donde las diferencias son menores y en algunos resulta superior la educación oficial.

Esta brecha puede ser reflejo del tiempo de permanencia en la escuela, ya que en el sector oficial se asiste la mitad del tiempo de lo que es exigido en los colegios privados de élite. Otros factores que también pueden incidir son la formación de los docentes y los materiales y los textos.

El sistema educativo requiere cambios radicales que permitan remplazar los procesos informativos por los formativos. La educación debe estar orientada a “aprender a aprender” y no basada en la memorización, de modo que desarrolle en el niño y en el joven las capacidades analíticas y creativas de pensamiento sistémico y de comunicación. Vale decir aprender a reconocerse y afirmarse en sus potencialidades innatas.

Gabriel García Márquez, en la presentación del informe “Por un país al alcance de los niños”, de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, manifiesta:
Somos conscientes de nuestros males, pero nos hemos desgastado luchando contra los síntomas mientras las causas se eternizan. Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha más para esconder que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nunca merecimos. Pues nos complacemos en el ensueño de que la historia no se parezca a la Colombia en que vivimos, sino que Colombia termine por parecerse a su historia escrita.

Por lo mismo, nuestra educación conformista y represiva parece concebida para que los niños se adapten por la fuerza a un país que no fue pensado para ellos, en lugar de poner el país al alcance de ellos para que lo transformen y lo engrandezcan.

Nos indigna la mala imagen del país en el exterior, pero no nos atrevemos a admitir que muchas veces la realidad es peor. Somos capaces de los actos más nobles y de los más abyectos, de poemas sublimes y asesinatos dementes, de funerales jubilosos y parrandas mortales. No porque unos seamos buenos y otros malos, sino porque todos participamos de ambos extremos. Llegado el caso –y Dios nos libre- todos somos capaces de todo.

Tal vez una reflexión más profunda nos permitirá saber hasta qué punto este modo de ser nos viene de que seguimos siendo en esencia la misma sociedad excluyente, formalista y ensimismada de la Colonia. Tal vez estemos pervertidos por un sistema que nos incita a vivir como ricos mientras el cuarenta por ciento de la población malvive en la miseria, y nos ha fomentado una noción instantánea y resbaladiza de la felicidad: queremos siempre un poco más de lo que ya tenemos, más y más de lo que parecía imposible, mucho más de lo que cabe dentro de la ley, y lo conseguimos como sea: aun contra la ley. Conscientes de que ningún gobierno será capaz de complacer esta ansiedad, hemos terminado por ser incrédulos, abstencionistas e ingobernables, y de un individualismo solitario por el que cada uno de nosotros piensa que sólo depende de sí mismo. Razones de sobra para seguir preguntándonos quiénes somos y cuál es la cara con que queremos ser reconocidos en el tercer milenio.

En Colombia la capacidad para generar conocimiento e innovación científica y tecnológica es débil, desarticulada, marginal y dependiente; esto constituye el atraso científico y tecnológico.

Un problema que condiciona a todos los demás es la percepción parcial, y la mayoría de las veces distorsionada, acerca de la ciencia y del papel que ella desempeña en la sociedad. La idea de que la ciencia es una actividad que interesa sólo a unos pocos la convierte en un factor extraño a la sociedad y a la cultura colombiana. La poca comprensión pública del impacto de la ciencia en la vida cotidiana de cada ciudadano y del papel que puede cumplir para generar mayor bienestar en la población, constituye un serio obstáculo para lograr que la investigación científica y la generación y uso del conocimiento se conviertan en factor de integración nacional.

El 98% del desarrollo tecnológico colombiano depende de la tecnología mundial. La transferencia de tecnología no se realiza en forma organizada ni es elemento central de la política de comercio exterior del país, lo que impide que la compra de tecnología pueda hacerse bajo las condiciones de una real transferencia. Colombia no cuenta con las capacidades para seleccionar, evaluar, negociar, adaptar, asimilar, incorporar y mejorar el conocimiento que transfiere.

Por otra parte, no se han construido cadenas generadoras de conocimiento ni las que promueven y crean procesos de innovación permanente en el sector productivo. No existe una articulación creativa, eficiente y eficaz entre los usuarios del conocimiento, las instituciones ejecutoras de actividades científicas y tecnológicas, los grupos o núcleos de investigación, los programas y proyectos y los investigadores.

Aunque no se pueden desconocer los esfuerzos realizados, no resultan significativos para nuestro desarrollo científico y tecnológico. Han sido más las palabras que las realidades, más las promesas que los hechos, más las luchas que las victorias, más los desgastes que los gastos en ciencia y tecnología, más los deseos que las satisfacciones.

Según el Departamento Nacional de Planeación, la inversión del gobierno central, principal financiador de la ciencia y la tecnología fue del 0,19% del PIB para el año 1998. Datos del 2000 señalan que no llegan al 0,11%, con una disculpa: el déficit fiscal. Comparando los gastos en investigación y desarrollo con relación al PIB en diferentes países, se encuentra que mientras Colombia gasta sólo el 0,4%, Argentina destina 0,9%, México 0,8%, Chile el 1,0%, Estados Unidos, el 2,8% y Japón, el 3,1%.

En cuanto a la producción científica, los investigadores colombianos publican solamente el 1% de los artículos científicos producidos en América Latina. El continente latinoamericano representa sólo el 1% del total de las publicaciones mundiales anuales; de ellas Brasil, el Cono Sur y México producen el 87%. Por otra parte, mientras Japón obtiene entre 300.000 y 400.000 patentes anuales, Colombia sólo llega a 260.

Las actividades científicas y tecnológicas se desarrollan fundamentalmente en tres ciudades: Bogotá, Cali y Medellín, absorben más del 70% del personal científico y técnico.

Al efectuar una comparación entre los problemas críticos colombianos y los temas objeto de los proyectos de investigación financiados por Colciencias en el período 1990 -1994, se encuentra una baja relación. En términos generales, los problemas estructurales no fueron considerados como temas de investigación en los proyectos financiados. En el caso del programa de Ciencias sociales y humanas, de los 74 proyectos aprobados, 4 tenían como tema la violencia, 3 se referían a la pobreza, 1 a la problemática del Estado y ninguno a la concentración del ingreso y a la corrupción. En cuanto al área de educación, la mayoría de los proyectos se refieren a la historia de la educación y a evaluaciones de impacto; ninguno a nuevas tecnologías en educación. Puede afirmarse que la política de ciencia y tecnología no cumple en su formulación ni en su ejecución con el criterio de pertinencia.

De otra parte, el marco legal para ciencia y tecnología se ha quedado escrito y su aplicación ha sido tímida e intermitente; los esfuerzos realizados se han visto truncados en los últimos años por el inexistente apoyo político a la actividad científica y tecnológica nacional. La clase dirigente no ha tenido capacidad para entender la importancia que tienen la ciencia y la tecnología para el bienestar de la totalidad de la sociedad colombiana. Por último, el desarrollo de la ciencia y la tecnología es la mejor forma de contribuir a superar los desequilibrios regionales .

El país presenta brechas y desarrollos contradictorios a escala interregional que limitan el proceso de consolidación nacional, fortaleciendo y perpetuando la existencia de desequilibrios regionales, lo que se expresa de forma notoria en la manera como está distribuido el PIB departamental; entre Antioquia, Valle y Bogotá reúnen el 50% del total nacional, lo que contrasta con el Chocó y Caquetá que entre los dos sólo alcanzan a reunir el 0,5%, sin contar que en cada región la concentración se produce principalmente en las principales ciudades. La brecha no es sólo interregional, sino intrarregional.

Las marcadas diferencias socio espaciales han hecho de las regiones un escenario de conflictos sociales y armados. Los profundos desequilibrios sociales y regionales están asociados a la concentración de la propiedad, de la producción y del ingreso, al carácter restrictivo del sistema político y a la débil capacidad del Estado para mediar y regular las relaciones entre las distintas fuerzas sociales.

Colombia presenta características físicas que facilitan la presencia de este fenómeno. El escaso desarrollo de la infraestructura física, y en particular la precaria red de comunicaciones, dificultan el acceso de parte de la población a los centros de abastecimiento o a los servicios sociales. La otra cara es la gran concentración espacial y social en los centros urbanos de poder, en tanto que entre las dos caras existen intercambios de recursos, de ideas, de valores, considerando que cuanto mayores sean sus diferencias, más conflictivos se tornarán sus intercambios. Esta desigualdad regional impide la unidad nacional, la identidad colectiva y la cohesión social. No hay “región pobre” sino regiones de pobres y éstas existen porque hay regiones de ricos y relaciones sociales que polarizan en el espacio riqueza y pobreza de forma diferencial.

En factores como la educación, que cumple un papel importante en la consolidación de la identidad, se puede observar gran parte de estos desequilibrios; según el censo de 1993, la cobertura en este rubro es excesivamente desigual para todo el territorio nacional, favoreciendo en gran parte a los centros urbanos, en especial a Bogotá, donde se encuentra el 16% de la población, el 14% del consumo público, el 28% del ingreso disponible, el 23% de la producción del país, el 60% del ingreso empresarial, el 18% de la inversión y cuya tasa de alfabetismo está 30 puntos por encima de la del departamento con menor tasa, la Guajira.

Por otro lado, el incremento de la migración de población hacia las grandes urbes, frente a las restricciones del aparato productivo para absorber la creciente mano de obra, da pie a la creación de los grandes cinturones tuguriales y al aumento del sector informal.

Así las cosas, se podría decir que en Colombia se presentan desarrollos contradictorios que impiden la unificación económica nacional; un ejemplo es que entre Antioquia y Santander, a pesar de compartir límites, los ciclos económicos presentan escaso o ningún nivel de asociación.

Sin embargo, no sólo el ingreso y la riqueza se concentran; también lo hace la pobreza. Atlántico es el departamento en donde viven más personas en la pobreza (36,68%), mientras que en Bogotá la cifra alcanza el 14,87% que, aunque no es muy bajo, si es el más bajo del país. La explotación de los recursos mínimos de que disponen las regiones pobres se desarrolla con baja productividad y escaso aprovechamiento de los mismos, así como la destrucción de la naturaleza; predomina la poca racionalización de los recursos debido a la ausencia de mercados locales y regionales y a las desventajosas condiciones de intercambio.

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