Küng, Hans. Una ética mundial para la economía y la política. Editorial Trotta [Weltehos für Weltpolitik und Weltwirtschaft, 1997]. Madrid, 1999. 319p.
Resumen: Carlos E. Román. Enero 31/2003.
SE BUSCA UNA VISION. (11-15).
- Constata el autor la ausencia de una “visión realista que ilumine el futuro”: la vida espiritual “parece caracterizada por la desorientación y un angustioso vacío”; las ideologías asumidas acríticamente han dejado sin piso a sus seguidores; las amenazantes crisis económicas, políticas y ecológicas (11) han dejado sin horizonte constructivo a la ideología teconológico-evolutiva del progreso, y, en fin, lo que se debate ya no son los destinos nacionales son la superviviencia de la humanidad.
- Se trata entonces de buscar una visión, una “orientación fundamental para el presente en perspectiva de futuro”. Empresa que se debate entre la tarea solitaria y la tarea en equipo, entre el pronóstico ambiguo del futuro y la aplicación estadística.
- El intento de búsqueda no se orientará por la utopía (“nada de programas para doctrinarios, soñadores, airados salvamundos y moralistas”). Se intentará valorar la ética en la economía y la política, abogando por una moral, en contra de todo moralismo[1] (12), intentando postular “una visión realista o perspectiva global que permita adivinar los perfiles de un mundo más pacífico, más justo, más humano”.
- Como centro, no un principio regulador ni una red conceptual que cubra las situaciones existentes, sino un “consistente proyecto de futuro que tenga en cuenta las experiencias históricas y las trascienda a la vez, en aras de un orden mundial (relativamente) mejor”.
- “Se trata de una perspectiva global desarrollada argumentativamente y orientada éticamente punto por punto, y cuyas características serán: -crítica imparcial de las situaciones realmente existentes, -alternativas constructivas y racionalmente realizables, -impulsos concretos, y discutibles, para su realización” (13).
- Anotaciones finales sobre la pertinencia del autor para pronunciarse sobre tales asuntos (14-15).
A. POLÍTICA MUNDIAL ENTRE POLÍTICA REAL Y POLÍTICA IDEAL
I. ¿OTRA VEZ LA VIEJA POLÍTICA REAL? (19-43).
- Dos preguntas claves, ante las tres grandes ocasiones perdidas para un nuevo orden mundial durante el siglo XX (después de la II guerra, caos mundial y división del mundo, y después de 1989, un nuevo desorden mundial): ¿Seremos capaces de un nuevo orden mundial que sea comunidad de naciones[2]? ¿O se proseguirá la política mundial de viejo estilo? (19).
1. Política mundial al viejo estilo: Kissinger.
- Un estilo de política mundial es la preconizada por Henry Kissinger (n.1923) como política real, donde la razón de Estado se antepone a todo principio moral[3].
a) La diplomacia como juego de poder.
- Constata Kissinger que las naciones siempre anteponen sus intereses a los grandes principios. Por esto, no es objetivo de la política exterior la paz y la justicia sino, con ayuda de la diplomacia, “la estabilidad y la seguridad mediante el equilibrio de fuerzas”, lo que aproximaría, indirectamente, a la paz.
- Consecuente con su teoría (20) lleva una admirable praxis audaz y muchas veces solitaria y en contravía u oculta a modelos burocráticos de su momento; esto le permitió tres de sus grandes éxitos históricos (distensión con la URSS, acercamiento a China y mediación en el conflicto árabe-israelí). Apuesta por un nuevo equilibrio global de poder entre las potencias (21) efectivo frente a la incapacidad operativa de las naciones europeas (aunque criticable su olvido y desprecio del segundo y tercer mundo y de la ONU), y por la comprensión y desarrollo de una mecánica del poder en donde predomina el cinismo.
- En el ejercicio de esta mecánica del poder, “estaban a la orden del día subterfugios, engaños, manipulaciones, intrigas y traición”; lo describe uno de sus antiguos alumnos así: “Para sobrevivir en el juego se requerían las mismas cualidades que él resalta en su nuevo libro… un clarividente y frío instinto para el interés nacional; desconfianza con respecto a acuerdos colectivos de seguridad que presuponen un juicio coincidente sobre agresiones; preferencia por alianzas claras que se apoyan en los respectivos intereses, y no en máximas piadosas sobre paz y libertad; y, por fin, la clara convicción de que en las relaciones entre los Estados, como entre los hombres, lo normal no es la armonía, sino el conflicto”.
b) Política de poder como “geopolítica”.
- Pero, en su política real, esto no es elevado explícitamente a la calidad de principio aunque la haya practicado ampliamente (22). Evita y critica la terminología de Realpolitik y power politics, pero con claridad entiende que ello se ha de utilizar para concretar la tradición idealista americana, que no puede basarse en un balance power.
- En el fondo, Kissinger alega contra el idealismo americano (aunque no lo diga) y piensa más en una política del poder, no sólo del derecho, sino de una “que intenta calcular e imponer friamente los intereses nacionales sin dejarse influir por ‘sentimientos morales’, por lo que puede revestir rasgos inhumanos”(23). Por esto, en su análisis de la historia, descalifica diversos políticos que han recurrido a sentimientos morales, e incluso ignora a personajes claves de la historia contemporánea “quienes se han mostrado en su acción e irradicación política como mucho más cercanos a la realidad que sus oponentes, que practican la ‘política real pura’ ” (Walesa, Gandhi, Luther King, Havel, Hammarskjöld).
c) Política sin “sentimientos morales”.
- “Kissinger admira menos a políticos americanos como Jefferson, Madison y Franklin, preocupados por un equilibrio entre ideales e intereses, que a políticos del poder europeos del estilo de Richelieu, Mertternich, Palmerston, Disraeli y Bismarck”. Entre los americanos, se fija en especial en Theodore Roosevelt (24) y su comprensión darwiniana de la historia que, al contrario de Woodrow Wilson (y sus políticas de arbitraje y equilibrio de fuerzas), es más realista que el idealista humanitario (25), pues el hecho de cargar América con obligaciones morales debe concretarse desde su interés nacional: el altruismo es liderazgo internacional, y éste es poder desde los intereses nacionales.
d) ¿Etica subordinada a la política?
- Se trata entonces de una política sin fronteras morales, mezcla de diplomacia y violencia (26), intrigas y cinismos: desestabilización y derrocamiento de Allende (1971) y apoyo a la dictadura de Pinochet, ataque a los socialistas de Portugal, Italia y Francia (1973), exclusión del problema palestino durante las negociaciones árabe-israelíes, guerra en Indochina haciendo caso omiso de las normas internacionales, demoras en la declaración de paz en Vietnam… (27). El descrédito de la política exterior de Nixon auspiciada por Kissinger lleva también a problemas internos: manía persecutoria del gobierno, un “inimaginable abuso del poder y una energía criminal en la Casa Blanca y conmovió profundamente la confianza de la sociedad americana en sus sistema democrático”.
- Su desprecio por la moralidad conduce a moralismos o hacia celos ideológicos. A pesar de las críticas de Kissinger, diversos estudiosos consideran que los valores tienen algo que decir respecto de la conformación del mundo contemporáneo y que ellos no se pueden echar en balde so pena de grandes costos (28).
- Sobre ello quedan varias preguntas: ¿Separar y/o subordinar omnímodamente la ética a la política (a su eficacia y eficiencia)? ¿medios inmorales se justifican en un buen fin político? ¿se puede distinguir política exterior de la interior? ¿se pueden sacrificar la pluralidad y los derechos humanos por la cuestión central del orden y la estabilidad internacional?. Son las cuestiones que ahora se intentan afrontar (29).
2. Desprecio olímpico de la moral política: Richelieu.
- Principios del Siglo XVII: Francia desgarrada políticamente por ocho guerras de la religión y devastada socialemnte por la peste y el hambre. “Era, pues, comprensible que se emprendiera una política de reconstrucción y se intentara unificar y pacificar interna y externamente el país mediante una refundación de la autoridad y un saneamiento de la economía del Estado”, tarea que comienza con Enrique IV pero que la lleva a cabo “el político del poder”, Armand-Jean du Plessis, conde de Richelieu (1585-1642)..
a) En lugar de valores universales, la razón del Estado.
- Precursor del absolutismo centralista bajo Luis XIII. Ni administrador ni reformador: “un hombre de Estado en todo el sentido de la palabra… el verdadero padre de la forma moderna de Estado”. Dos sus grandes objetivos: “Hacia dentro, rodeado de intrigas y revueltas y con constante amenaza de atentados, impuso por todos los medios la autoridad y el poder absolutos del rey (contra anarquía, autonomía de los señores feudales, parlamentos, reformados, y también contra todo el levantisco campesinado). Hacia fuera, Richelieu estableció la hegemonía francesa en varios frentes: frente al ejército español, frente a la flota inglesa y frente a las tropas mercenarias alemanas”.
- Su mérito, en convertir en potencia a Francia, en dotarla de fuerte y modélica estructura estatal(30), en convertirla en potencia cultural. Con su decoro eclesiástico, se preocupa de la religión en tanto “medio para adquirir y consolidar el poder político”; hombre de la contrareforma, busca la unidad de la nación y por lo tanto de la religión, y ataca y ayuda a los reformados según tiempos y lugares de acuerdo a sus designios políticos (31).
- Se basa la justificación de sus acciones (y en ello es el primero) se basa en poner “la razón del Estado (raison d’état) –el bien del Estado y su prosperidad a cualquier precio- fundamentalmente por encima de todos los intereses eclesiástico-confesionales. Lo que se hace por el Estado –esa era su convicción- se hace también por Dios, y así podía justificarse todo tipo de expansión violenta hacia fuera y de opresión hacia dentro. (…) ahora entraba por vez primera en juego la razón de Estado guiada exclusivamente por intereses políticos, en lugar de los intereses confesionales y las convicciones religiosas, una razón de Estado y una invocación de la autonomía política que sustituía la idea medieval de valores y deberes morales vinculantes para todos los pueblos y sus gobernantes”[4].
b) Maquiavelismo realista.
- Estas ideas ya se encontraban en Niccoló Machiavelli (1469-1527), desarrolla un manual de política del poder (Il príncipe, 1513) en el que convierte el bien del Estado (ragioni di stato: “la consecución, conservación y ampliación del poder”) como regla y máxima de la actuación política (32), para ello ignorando incluso el derecho vigente o la moral imperante. Este es el fundamento de lo que admira Kissinger en Richelieu: “¡actuar moralmente y hacer el bien cuando sea posible, actuar inmoralmente y hacer el mal cuando sea necesario!”: se trata de “una descarada política de intereses orientada al poder, a su conservación y acrecentamiento”.
- En esta política real, en cierto modo, todo se le permite al Estado (33). Kissinger en sus análisis, no alude al poder autodestructivo de sus políticas: a la herencia positiva de Richelieu, hay que contar con el colapso profundo del sistema Francés, que tiene su culmen con la revolución francesa (1789). Por esto surgen diversas preguntas:
c) Alternativa: ¿fanatismo religioso o cinismo político?
- La cuestión que surge de este examen del pasado, para nuestro futuro, es: “Un hombre de Estado que trata de contrarrestar la amenaza geopolítica para su país coordinando para ello su táctica con su estrategia actúa sin duda legítimamente. Pero(34) ¿quiere ello decir que pueda pasar por encima de todo derecho y moral a causa de la seguridad, del interés y prestigio nacionales?.
- La mirada de Kissinger sobre Richelieu lo encumbra en tanto respuesta al fanatismo religioso, lo que es proponer una alternativa esquemática y simple. No toma en cuenta que en estos tiempos existía también una “tercera fuerza”, como la línea reformadora moderada de Erasmo de Rotterdam, que promovía “una política de paz realistra y éticamente responsable, alejada a la vez del fanatismo medieval de la Contrarreforma y del cinismo de la política real”(35). Pertenece a esta época también, y como parte de la historia de la diplomacia, la formulación del derecho de gentes (Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, Hugo Grotio), ideas de sociedad internacional, distinción entre guerra justa e injusta, limitación de la guerra.
- Se trata, para Kissinger, de defender a Richelieu, o mejor, de hacer una apología de la política real criticando solo su incapacidad de tener mesura. Pero, ¿basta la mesura cuando métodos y fines se mantienen? (36).
3. Encarnación de la política real: Bismarck.
- Otro admirado de Kissinger, que encarna la política real ante el fracaso de la “política de ideas” de la Asamblea Nacional de Francorft.
a) No ideas, sino intereses.
- Otto von Bismarck (1815-1898), canciller de Alemania (1862-1890), es “el prototipo de político-real que no cree en ideas, sino únicamente en intereses”.
- Sus méritos: “unificó Alemania sin intentar dominar Europa. Poseía la facultad de discernir los retos mortales y de prever los desarrollos a largo plazo. En la preparación de sus acciones era circunspecto y refinado, pero se mostraba mesurado en la utilización de sus victorias. (…) no tenía objeciones morales contra la guerra como ultima ratio (…). Sin embargo, prefería en principio la diplomacia para conseguir sus fines políticos. Emprendía guerras únicamente cuando eran necesarias para lograr sus planes políticos y precisaba con claridad sus fines” (37), promueve un equilibrio de potencias, y un equilibrio interno con la unificación, derecho al voto, seguridad social, políticas de estabilización.
b) En lugar de visión de futuro, voluntad de poder.
- Si bien Bismarck defiende los intereses nacionales, no se abre a tendencias a ideas democráticas de futuro, no se da cuenta de los nuevos fenómenos en manos de la burguesía ascendente y de la revolución industrial: “su idea política dominante fue en definitiva el robustecimiento y la expansión del estado monárquico prusiano, que, prisionero del pasado, era antiliberal, antiparlamentario y antidemocrático”.
- Esto explica en parte sus diversos acuerdos y ataques (38) a la burguesía liberal, a los católicos y a sus propias filas conservadoras. Su moral política era un juego de poder en el cual aparecía la eliminación de los rivales, las persecuciones, las difamaciones, las mentiras la creación de crisis artificiales, mentiras abiertas y utilización de fondos secretos. Esto le lleva a exageraciones en su política con Francia (39) que traerá complicaciones en el siglo XX que son herencias de su voluntad de poder: “En la medida en que, en la nueva sociedad industrial, se situó de parte de las viejas élites del poder (nobleza, ejército, gran burguesía, funcionariado) y practicó una política real de gran efectividad, logró, hacia fuera, la victoria del Estado militar de poder y, hacia dentro, la de la autoridad construida sobre el espíritu de sumisión (‘dictadura del Canciller’), pero impidió al mismo tiempo el desarrollo de Alemania hacia una democracia de estilo liberal, de modo que el espíritu de Bismarck se convirtió a fin de cuentas en corresponsable del destino de la historia alemana en la primera mitad del siglo XX”. Y esto trae nuevas preguntas:
c) ¿El poder, criterio supremo de la política?
- El mundo no es un conjunto ordenado y jerárquico, sino en constante cambio y lucha; por ello, no importa en la confrontación internacional implantar doctrinas preconcebidas, sino hacer valer intereses nacionales; por ello, la política exterior se funda en el cálculo de las relaciones de poder y de las perspectivas de éxito, antes que en sentimentalismos y legitimidades. Tales son los elementos presentes en Bismarck con los cuales Kissinger se siente en sintonía espiritual. Y de nuevo la pregunta: “¿Se legitima a sí mismo el poder hasta el punto de que quien tene el poder tenga también el derecho? ¿Y puede el poder, dada la ocasión, imponerse incluso recurriendo a la violencia y la guerra?” (40).
- Kissinger, como se ha visto, justifica la política real de Richelieu contraponiendo drásticamente dos opciones políticas (fanatismo o cinismo) ignorando otros posibles elementos. Es claro que en Bismarck éste toma en cuenta varias opciones, por lo que Kissinger le disculpa con la artimaña metodológica de descalificar a sus sucesores: son éstos, y no el maestro, quienes hacen errar a la Alemania del siglo XX. Contrario al punto de vista de Kissinger, es claro hoy que Bismarck, con su engañifa maniobrabilidad, sembró una gran desconfianza en Europa, que su política exterior sobre el cálculo de fuerzas contribuyó a difundir una atmósfera prebélica (41), y que en circunstancias de lucha táctica por el poder político se lleva a la concentración de tropas y aprovisionamiento de armas. Sus logros se pierden así en la tormenta mundial que coadyuvó a desatar.
- Retrospectivamente, el paradigma político de la modernidad: “- iniciado en el siglo XVII por Francia bajo Richelieu: política sin ataduras morales en interés del Estado nacional; - moderado en el siglo XVIII por Inglaterra: lucha hegemónica de los Estados nacionales contrarrestada por el principio del equilibrio de las potencias; - establecido en la primera mitad del siglo XIX (después de un periodo de hegemonía francesa bajo Napoleón) por Austria bajo Metternich: un ‘concierto’ de orientación antirrevolucionaria de las grandes potencias europeas; - conmovido en la segunda mitad del siglo XIX por Prusia-Alemania bajo Bismarck, y una renovada política de sangre fría a favor del interés ‘real’ nacional; - reducido ad absurdum por la Primera Guerra Mundial, desencadenada por Alemania pero prospectada también por las otras grandes potencias” (42).
- De esta reflexión, se puede entonces constatar:
o “El paradigma político de la modernidad determinado por la política real ha entrado en una crisis fundamental que pone de manifiesto la problematicidad moral de toda política real. Pues:
o Lo no reprobable en la política real es que distingue entre sueños y realidades, se orienta partiendo de las posibilidades políticas concretas y se dirige al mundo de intereses del propio Estado (sopesando cautamente los intereses ajenos).
o Lo reprobable es que esta política real se dirija contra las orientaciones de la acción estatal desde ideas políticas y concepciones de valores con fundamento ético, corriendo así el peligro de caer en la pura ideología del poder”. (43)
II. NO UNA POLÍTICA IDEAL MORALIZANTE. (44-72)
- La guerra de 1914, por la que EEUU entraba a participar contra Alemania (1917-1918), pone fin al “concierto europeo” de las grandes potencias, y constituye claro síntoma de “un global cambio de época que convertiría el eurocentrismo, vigente en la modernidad, en un policentrismo” característico de la posmodernidad, lo que implica un nuevo paradigma de política.
1. Ensayo de una nueva política: Wilson.
- Tildado de idealista, es Woodrow Wilson (1856-1924), presidente americano a partir de 1912, quien inagura un nuevo paradigma de política, cuya central realización son los Catorce puntos del Programa americano de paz en 1918 (44). ¿Qué es lo central de sus planteamientos?
a) Un nuevo orden de paz.
- Como político y politólogo, comprendía que la política del interés nacional pura traía como resultado el desastre de la guerra, y quizás por esto apuesta por “un nuevo orden pacífico sin anexiones ni exigencias de reparación”. Son tres principios los de su política mundial:
- 1) Libertad para todos los pueblos. No son ya tiempos de conquistas, de expansiones territoriales, de pactos secretos, todo ello perteneciente al pasado, y “con el consiguiente peligro de perturbar la paz del mundo en el momento menos pensado” (ww).
- 2) Justicia para amigos y enemigos. Justicia como organización independiente, autónoma, autodeterminante y garante de la vida (45).
- 3) Garantizar la paz mediante una alianza de los pueblos. Hacia una unión general de las naciones por acuerdos de recíproca seguridad “para la independencia política y la inviolabilidad territorial tanto de las naciones pequeñas como de las grandes” (ww).
- Sobre esto se plantea (46):
b) ¿Todo, una ilusión realista?
- No se puede calificar de tal, a la vista de sus logros concretos en la reforma política interior (New Freedom: moderación aduanera, reorganización banca y crédito, prohibición trabajo infantil, jornada laboral de ocho horas, etc), y su política exterior (lo comentado en los 14 puntos); de esto último, de todos modos, se adivina que sus impulsos reformistas son mezclados con intereses nacionales: exigencias comerciales a países de su órbita y aun imposioción mediante invasión, participación activa en la guerra por encima de propuestas diplomáticas iniciales.
c) La victoria de los “realistas”.
- En este momento histórico entran en conflicto dos concepciones distintas de diplomacia (47). Pero parece que, después de la primera guerra, se impone la diplomacia del viejo estilo, la paz dictada de los realistas y no la paz basada en la justicia. Esto va creando el ambiente para el desate de la Segunda Guerra, y solo después de ella, Francia, Inglaterra y Alemania cumplen con objetivos que no permitieron los “realistas” (48), y que se inspiran, de cierto modo, en el idealismo wilsoniano: Plan Marshall, defensa de la libertad de europa occidental, Alianza de Naciones (49).
- Pero se le puede hacer un reproche a Wilson (48): “sometido entonces a presión y coaccionado por la agria oposición interna, no puso en juego su poder aceptando el reto de la gran confrontación, por lo que tampoco pudo forzar la última decisión a favor de una paz justa”.
d) ¿Cruzada a favor de la democracia?
- Algo central a señalar (49) es que Wilson “convirtió la guerra en reivindicación universal de una ‘cruzada a favor de la democracia’… global idea americana de cruzada con motivaciones morales”. De esta idea, incluso Kissinger la critica fuertemente, y sobre ella se pueden retomar diversos motivos del límite de la política ideal en sí misma.
- “Una política ideal puede ser hipócrita: Se critica la política del poder en otras partes, mientras que se practica en el propio ámbito de influencia”[5], por lo que todo fin egoísta se oculta en la retórica moral; el liderazgo basado en un compromiso con principios libertarios se basa más bien “en la supuesta superioridad de la propia civilización y cultura, modelo para el mundo”; de la autojustificación nacional con frecuencia se sigue el autoritarismo y fanatismo intervencionista traducido en un “destino manifiesto”[6].
- “Una política ideal puede ser ilusoria: el intervencionismo global sin criterios selectivos puede, en caso de fracaso, derivar fácilmente hacia un aislacionismo nacional” (50). “Esperanzas excesivas como ‘el nuevo cielo y la nueva tierra’ de los puritanos, la Great Society de Lindon Johnson, o ‘América contra el reino del mal’ de Ronald Reagan, conducen fácilmente… a la desilusión y el cinismo”.
- “Una política ideal puede ser ineficaz: Una política que se basa únicamente en convicciones e ideas morales sin estar respaldada por un eficaz poder político (generalmente, el militar) que la realice está definitivamente condenada al fracaso. En tanto la moral es también política y tiene sus mecanismos propios en el desenvolvimiento histórico.
- Se introduce con esto el debate de la teoría política.
2. Debate sobre la teoría de la política: Morgenthau.
- Este surge ya desde la temprana modernidad (51): historia de la diplomacia (“trata de diseñar la dinámica de los procesos políticos con sus cambiantes acontecimientos y desarrollos y… sus guerras”), e historia del derecho internacional (“intenta constatar preferentemente los elementos estáticos del comportamiento, la continuidad y uniformidad de las relaciones entre los pueblos”) se unen para desarrollar una teoría política, que en manos de Hans J. Morgenthau realiza una crítica a las políticas idealistas de Wilson.
a) Política como administración de poder.
- El interés por las relaciones internacionales se acrecienta, sobre un sinnúmero de estudios e instituciones, a raíz de la experiencia de la primera guerra y la fundación de la Alianza de las Naciones, orientándose “a configurar mejor las relaciones entre los gobiernos, pueblos y sociedades y a evitar en el futuro confrontaciones semejantes”.
- Pronto, sin embargo, se emiezan a criticar estos enfoques idealistas, al conocer cómo funcionan las trastiendas del poder (52), y se empieza a exigir una orientación en torno a los mecanismos de poder y su comprensión teórica. Es con Hans J. Morgenthau y su obra de 1948, Politics among Nations, que se funda una teoría realista de la política internacional.
- Parte de considerar a la naturaleza humana como dominada por intereses contrapuestos y sus correspondientes conflictos, por lo que ningún principio moral se realiza por completo. A diferencia del optimismo histórico (posibilidad de realizar el orden generado de principios abstractos, esencialidad buena de la naturaleza humana), su realismo pone en el centro “la idea de un interés entendido como poder”, en tanto la naturaleza humana es “lucha constante por la existencia en todas sus manifestaciones”.
- Se siguen consecuencias para la política: a) es lucha por el poder político (o dominio del hombre sobre el hombre); b) es (sus tipos fundamentales) conservación del poder, ampliación del poder y demostración del poder (53); c) debe constituir el criterio de la política exterior el interés nacional; d) es posible en la lucha por el poder o competencia o alianza; e) en cesación de intereses es posible colaboración entre naciones, en colisión de intereses es inevitable rivalidades y conflictos; f) es necesario evitar la guerra de todos contra todos desde una diplomacia competente “que mantenga la lucha por el poder en el ámbito de una apreciación racional” de los intereses propios y ajenos y logre un balance de poder; g) la paz es, entonces, “producto adicional de la estabilidad y el equilibrio en las relaciones de poder de los pueblos”, garantizada por la diplomacia o por la fuerza. Se trata entonces de una Administración del poder[7].
- Es sobre este pensamiento realista que justifica casi todo en nombre del interés nacional (54) y que permitió y justificó invasiones, dictaduras y abusos de poder, empieza por ello precisamente a ser cuestionado. Desde las experiencias de Nixon/Kissinger y Reagan/Bush se cuestiona si describe la política internacional o la prescribe, si coincide el interés nacional con el interés de la nación o con el interés de las instancias en el poder, si es lícito por defender el interés nacional despreciar los intereses de otra nación o incluso de la comunidad internacional.
- Con esto, ¿tiene futuro la teoría política como administración del poder? Para responder a ello, hay que mirar su pasado (55).
b) Origen de la teoría política del poder.
- Desde un análisis de sus antecedentes intelectuales, se establece que su inspirador decisivo (de Morgenthau) es Friedrich Nietzsche (56): es, para Morgenthau, un “compañero de fatigas”, en el que admiraba “la honradez intelectual que no se somete a nada”; le proporciona “una psicología del instinto de poder que se adentra hasta el inconsciente y descubre en la ‘voluntad de poder’ el instinto básico del hombre”; además, este maestro del desenmascaramiento le enseña “a comprender el poder en su más amplio sentido como fuerza vital y a concebirlo, por tanto, como dato primordial de la historia en general”.
- Con esto se entiende su inspiración y, a la vez, el porqué borró conscientemente este pasado, que en América (a la cual llegó en 1937) a raíz de la Segunda Guerra no podía despertar simpatías.
c) La ética, una cuestión irresuelta.
- En sus tiempos de estudiante Morgenthau, si bien queda a merced de un escepticismo y nihilismo radicales, no se entrega ciegamente a las tesis nietcheanas: vive la entrada de Hitler a Coburg en 1922, y el ascenso del nacionalsocialismo hacia 1929 (58). Por esto también se distancia de Nietzsche, defendiendo “la necesidad de una escala de valores, el coraje de hacer juicios de valor y la apuesta por los valores particulares por parte del científico”. Se encuentra entonces en una aporía: “Quiere superar de todos modos el relativismo en la concepción del mundo, pero, una vez que, como Nietzsche, se ve privado de fe en Dios y de metafísica, no tiene ya criterios firmes ni escala de valores”. Sólo llega a constatar, en esta época, el ocaso de los sistemas normativos.
- Ante los acontecimientos de los años 30 y 40, si bien piensa “que únicamente la esperanza de una sanción efectiva (de la conciencia, la opinión pública, la ley) puede conferir valor a las normas”, esto es lo difícil en el derecho internacional en tiempos de ocaso de la religión y la metafísica. “En lugar de un orden objetivo de valores, lo único que quedaría es la política como medida de todas las cosas y la regulación racional del poder como único comportamiento político”. Pero esta irresuelta cuestión ética le sigue cuestionando (59).
- Ya en América, se encuentra con “un mundo de optimismo cientificista del progreso y de moraismo político” al cual se adapta con rapidez, y unilateraliza su política del poder y crítica de la ideología, estableciendo esto como un comportamiento racional.
d) Búsqueda de valores universales.
- Si bien, debido a las numerosas críticas que recibe, en 1960 indica apologéticamente seis principios de realismo político que intenta comprender que los principios morales generales indican objetivos prácticos a realizarse (aunque ellos mismos no son aplicables a la actuación estatal) , preocupa su “constante devaluación, relativización y subordinación política de la moral” (60).
- El asunto es que la autonomía de la política no ofrece respuesta a graves cuestiones planteadas en su teoría política: ¿se entiende la autonomía política como relativa o absoluta (y lo que de esto se desprende)?. Por esto, y a la vista de los resultados prácticos de su teoría política en las administraciones norteamericanas, reacciona en un sentido moral (61): entiende que hay moral, en tanto el accionar se dirige hacia un fin trascendente, y esto lo constata en The Purpose of American Politics (1960). “Una cosa para él es fundamental: ‘Mientras que la fuerza militar y el poder político constituyen un prerrequisito para la grandeza nacional, la sustancia de esta grandeza procede de las ocultas fuentes de la razón y la moral, de ideas y valores’. Pero, ¿consigue Morgenthau reconciliar realmente entre sí a dimensión de la política fundada en el poder y la fundada en los valores?”.
- Sobre esto, quedan asuntos pendientes: a) si hay una sustancia de valores universales, ¿es posible sostener que toda política de poder se mueve solo por intereses?; b) sus polémicas contra el idealismo, el legalismo y el sentimentalismo, ¿no indican que ellos también determinan la política del Estado? (62); c) ¿es correcto, entonces, proponer la política del interés nacional como polúitica exterior eficaz?; d) ¿no tiene consecuencias funestas esta política? e) ¿no será necesario pensar de nuevo la política del poder bajo principio éticos? f) ¿qué contenidos concretos debe revestir? ¿prudencia y justicia?.
- Ya Edward Hallet Carr (en The Twenty Years’ Crisis 1919-1939) había constatado que es forma irreal de realismo “ignorar el elemento moral en cualquier orden mundial”, y la decepción que produce, a su vez, exagerar el papel de la moral. Curiosamente, su intento de síntesis entre realismo y utopismo había sido criticado por Morgenthau (63) en tanto instrumentaliza la moralidad, pero Morgenthau no da al respecto tampoco respuesta clara.
3. Conflicto entre poder y moral.
- ¿Condenada de antemano la actitud ética?
a) La ambivalente naturaleza humana y el poder.
- La valoración del poder en política depende de la imagen de hombre que se tenga. De un lado, el optimismo ilustrado y el liberalismo ingenuo consideran al hombre bueno, racional, capaz de aprender, educable, y el mundo cosmos ordenado; la política es entonces “un medio de progreso humano y de perfeccionamiento del mundo”, y en esta línea, el poder (64); pero, “¿No puede resultar algo malo de lo bueno y bien intencionado?”. De otro, una tradición pesimista, donde el hombre es caído, corrupto, irracional, peligroso, y la naturaleza un caos, siendo así la política “un negocio sucio, un quehacer inevitablemente inmoral, y consiguientemente, el poder como algo malo, demoniaco”; pero, “¿Es malo todo uso político del poder y todo acto inevitablemente malo?”. Lo que se constata, desde un criterio realmente realista, es que el mundo y el hombre es complejo y ambivalente.
- En un sentido amplio, se entiende el poder como “la capacidad, posibilidad o libertad de disponer de otra cosa, tanto si se trata de hombres como de situaciones”[8]. En este sentido es realidad implicada en la naturaleza humana, como la política, formando parte de su carácter ambivalente: un poder utilizado de modo humano y humanitario, o de modo inhumano y antihumanitario: por esto, “una política humana orientada a la paz es al menos posible”, pero también “una política inhumana del poder es un hecho demasiadas veces constatable” (65). Dada esta ambivalencia, si bien muchas veces el poder se ha ejercido antihumanamente, no pocas también han sido los intentos de controlar el abuso del poder.
b) Procedimientos contra el abuso del poder.
- Examinando la historia de la civilización occidental, Alois Riklin muestra el constante intento de regular el poder por parte de las civilizaciones, procedimientos que se pueden describir panorámicamente como una ética política institucional.
- “Control del poder mediante constituciones y leyes”. Se trata de la vinculación de los gobernantes a las leyes de tal que ha de imperar la ley y no el hombre (Paltón, Aristóteles).
- “División del poder mediante la Constitución mixta o división de poderes”. De antigua data esta idea (66), considera la “división del poder entre varios organismos que ejercen un mutuo control, en tanto “todo poder incontrolado, toda concentración de poder y, particularmente, todo monopolio del poder pone en peligro la libertad de los individuos, por lo que el poder ha de ser controlado por el poder”.
- “Limitación del poder por medio de unos derechos fundamentales inviolables”. Se trata de la concepción, que recién toma forma en el siglo XVIII, de una realidad sustancial anterior al propio Estado y por encima del mismo.
- “Moderación del poder mediante el principio de proporcionalidad”. Indica que “todo gobernante solo ha de utilizar medios justos para la consecución de un fin legítimo”.
- “Participación del poder con los súbditos”. Desde la antigua idea de democracia (67), se desarrolla sobre la forma de las democracias occidentales del siglo XIX y XX.
- “Nivelación del poder mediante la disminución de las barreras del poder”. Como exigencia de la justicia: las “barreras del poder están siempre exigiendo una reiterada intervención niveladora por parte del Estado y de otras instituciones”.
- Desde estos aspectos generales, “¿cuál es la situación con respecto a la regulación del poder entre las naciones?”.
c) Silenciamiento “científico” de la ética.
- Las ideas centrales de Morgenthau fueron pronto criticadas por la escuela neorrealista: su idea del poder es demasiado amplia, ignorando otras cualidades humanas; demasiada exagerada la racionalidad de las relaciones entre estados, donde entran también irracionalismos y deficiencias diplomáticas; excesivamente universalizante el concepto de equilibrio de fuerzas, en tanto no generalizable a todas las situaciones de lucha por el poder (68).
- Esto da paso a una teoría estructural y deductiva (representante, Kenneth N.Waltz), de tendencia positivista, que en un tercer momento es fuertemente revisada (Robert O.Keohane) (79). Todos ellos, en medio de sus precisiones analíticas, olvidan con frecuencia “la dimensión étnica, ética y religiosa de los conflictos políticos mundiales”, cayendo así, en una especie de idealismo.
- En suma, las doctrinas realistas siguen tendiendo a ignorar fuertemente la moral (70) dejando a un lado fuertes cuestionamientos en torno a los abusos del poder y justificaciones de tales.
d) Inevitable tensión entre política y ética.
- Es cierto entonces que no se puede asumir el poder y la política desde ideales abstractos; es cierto también la necesidad de la crítica a las ideologías que encubren las relaciones de poder; pero también hay que tomar la realidad de lo político “sin identificarla en modo alguno con la racionalidad misma”. La política se puede valer de ponderaciones científicas (y recuérdese que estas participan también de subjetividades), pero muchas veces es ella “el arte de intuir a tiempo en cada nueva situación cuál es el buen camino”. Y cierto también que no se puede substituir al político por el moralista.
- Se trata entonces de reconocer la autonomía de lo político, en ningún caso subordinada totalmente “a la lógica científica y a las leyes económicas ni a las normas jurídicas ni los ideales morales”. Se trata de reconocer su tensión inevitable a mantenerse, lo que implica: a) “Una completa subordinación de la política a la ética” (71) conduce al irracionalismo, pues “No se pueden ignorar el cálculo de poder y el cálculo de intereses”; esto implica un llamado a la objetividad; pero b), “Una completa independencia de la política con respecto a la ética” conduce al hedonismo y militarización; esto implica un llamado a la responsabilidad; y por esto c), se ha de constatar de modo realista la realidad ambivalente del ser humano, y el deber ser de la humanidad: “Lo que ha de constituir la norma suprema incluso de la acción política no es la realidad, que en política puede llegar a ser también bestialidad, sino la humanidad, que es la culminación de la moralidad”.
- Siendo que la política no trata únicamente del poder y sistemas, sino de hombres también, esto es asunto no sólo de politólogos. Se impone un nuevo paradigma humano basado en la ética. “Vale la pena el esfuerzo por trazar siquiera sus rasgos generales” (72).
III. POLÍTICA DE RESPONSABILIDAD. (73-103).
IV. ETICA MUNDIAL COMO FUNDAMENTO DE LA SOCIEDAD MUNDIAL. (104-125).
V. PAZ MUNDIAL. RETO PARA LAS RELIGIONES DEL MUNDO. (126-167).
B. ECONOMIA MUNDIAL ENTRE ESTADO DE BIENESTAR Y NEOCAPITALISMO
I. LUCES Y SOMBRAS DE LA GLOBALIZACIÓN. (171-194).
- Representa la globalización un fundamental cambio epocal de paradigma, que señala el paso de una economía mundial eurocéntrica a una policéntrica, y percibida, al tiempo, como “gran esperanza” y “gran horror”[9]. De allí el deseo del autor de llamar la atención a los economistas sobre su “dimensión ética inherente” (171) y a los teólogos sobre la necesidad de profundizar en cuestiones económicas.
1. Globalización, una revolución mundial de las estructuras económicas.
- Trascendiendo los puntos de vista particulares, ¿cómo juzgar este “proceso por el que los mercados y la producción de diversos países se hallan cada vez más interrelacionados debido al dinamismo del comercio de bienes y servicios y al movimiento de capitales y tecnología”?.
a) La globalización es inevitable.
- Ante todo, se trata de un “resultado del desarrollo tecnológico-económico de la modernidad europea”, y no una conjura de poderes oscuros[10] (172). Se trata de una transformación de las estructuras económicas que acelera, cada vez más, “el paso de la economía nacional a la economía global”. Por esto (¿?) el intento de parar o retroceder esta transformación es “inútil empresa”[11], pues “Quien renuncia a colaborar en este sentido, se condena de antemano a ser un poder económico de tercera clase”.
- El cambio estructural no es sólo al interior de las naciones industrializadas, sino al exterior en el sentido de “una nueva repartición económica y política del poder en nuestro mundo”, y un atractivo para os países en vía de desarrollo en el deseo de acceder a un “desarrollo semejante”. Esta diversificación trae problemas, sin embargo.
b) La globalización es ambivalente.
- El aumento de la exportación ha sido significativa, junto al desplazamiento de los viejos mercados, y caben razones de optimismo frente al progreso de una economía global, a lo significativo de una ciencia global, y lo democrático de una información global (174).
- Pero no hay que pasar por alto sus consecuencias negativas: la interconexión global solo es de algunos ámbitos de vida; la mano de obra sufre deterioros a medida que se internacionaliza; la exportación agraria industrializada perjudica las economías agrarias tradicionales y de subsistencia; los global players financieros producen frecuentes turbulencias monetarias[12]; la regulación empresarial provoca o afecta negativamente (175) el mercado laboral; las empresas globales se substraen al control de los Estados, en especial con relación al tema de impuestos; los problemas tecnológicos se extienden globalmente; la globalización económico-tecnológico ha traído, también, la globalización del crimen organizado.
- En este sentido, los pronósticos y valoraciones de la globalización se mueven entre dos aguas. Por un lado, aquellos que ven en ella una “oportunidad única” que “requiere un cambio de mentalidad y una elevación de la capacidad de producción por parte de todos si no queremos arriesgarnos a drásticas pérdidas de bienestar”[13]. Por otro (176), si bien se admite la alta eficiencia de la integración del mercado mundial, critica la altísima ineficiencia de la distribución de riqueza generada: “el número de perdedores supera con mucho al de los ganadores”; amén de los peligros en el ámbito bursátil[14].
c) La globalización es impredecible.
- Lo anterior indica la dificultad de saber “cuáles van a ser no sólo los principales efectos expresamente buscados de la globalización, sino también los efectos secundarios no buscados” (177)., a raiz de las pequeñas perturbaciones que alteran dramáticamente el orden del sistema, o los imprevisibles acontecimientos políticos y económicos (178).
- Ni pesimismo ni optimismo: “ante tan fundamentales incertidumbres, lo que procede es no abandonar a su suerte todo el proceso de globalización”.
d) La globalización es gobernable.
- De parte de economistas críticos, parece ser claro que “el mercado puede fracasar como instrumento de regulación”, por lo que es necesario una intervención política (¿?) (179), tal como lo exige George Soros[15]. “En cualquier caso, si en el actual proceso de globalización se impusiera el criterio supremo de lucro, habría que contar con severas crisis y conflictos sociales; no debería engañarnos al respecto la actual fortaleza del capital y la relativa debilidad de los sindicatos. No se puede suponer que la sociedad en su conjunto fuera a aceptar, impasible, una vuelta al liberalismo del siglo XIX y a un capitalismo puro”[16].
- Lo cierto con ello, es que esta gobernabilidad empieza también por abandonar el lenguaje eufemístico de los economistas (y apocalíptico de los teólogos), como outsorcing (traslado) y downsizing (reducción), que esconden la pobreza y el miedo.
- Se insiste, pues, en la gobernabilidad del fenómeno (180), “además que no se trata únicamente de cuestiones de economía, sino también de cuestiones de la sociedad en su conjunto, de cuestiones de alta dirección política y en definitiva de cuestiones éticas. En realidad, algunas decisiones en materia de negocios giran menos en torno a la globalización en sí misma que en torno a la cuestión de si la ganancia, es decir, la búsqueda, fundamentalmente justificada, de beneficios, puede constituir el objeto único de una empresa”.
- Se impone, pues, la necesidad de buscar un consenso ético fundamental, sobre la base de tres grandes temas programáticos: “*La globalización de la economía y la tecnología exige una dirección global mediante una política global. *Pero la economía, la tecnología y la política globales exigen fundamentación mediante una ética global. *La política mundial y la economía mundial exigen una ética mundial”.
- Es el tema a desarrollarse en próximos capítulos: macroámbito de la economía nacional e internacional, mesoámbito de la empresa, y microámbito de las personas. Antes de proceder, un contraste de dos grandes modelos político-económicos contrapuestos: Suecia y Estados Unidos.
2. El Estado de bienestar en crisis.
- Se admite, en el momento actual (181) la necesidad de medidas de saneamiento del Estado de Bienestar, pues “en sus actuales dimensiones y debido a la recesión del crecimiento y al envejecimiento de la población, se ha vuelto insolvente”.
a) El modelo sueco.
- “Suecia creó un Estado de bienestar que amparaba a sus ciudadanos ‘desde la cuna hasta la tuma’ y que funcionó magníficamente entre veinte y treinta años también en Noruega y Dinamarca, en una casi única combinación de crecimiento económico, pleno empleo y estabilidad momentaria. El nivel de formación era y sigue siendo notable. Cada vez más tareas que anteriormente se cumplían en la unidad familiar, como a atención a los niños desde su primera infancia, se financian ahora con los medios públicos; se fomenta una participación cada vez mayor de la mujer en puestos dirigentes, pero, al mismo tiempo, para el mantenimiento del empleo se requiere una participación creciente del Estado en la producción industrial” (182).
- Pero su crecimiento empieza a disminuir en proporción al creciente gasto del Estado, por diversos factores de la economía que evidenciaron la necesidad de un cambio de rumbo (183).
b) No destrucción, sino reforma del Estado de bienestar.
- La experiencia sueca indica varios ítems a tener en cuenta:
- El Estado no puede funcionar como una especie de providencia.
- No puede gastar más de lo que sus ciudadanos pueden y quieren aportar con sus impuestos.
- No puede tener una carga de intereses superior a sus ingresos por el crecimiento.
- No puede eludir la reducción de su inflado aparato burocrático.
- No puede crear trabajos que cuesten más de lo que producen, ni subvencionar puestos improductivos (184).
- No puede eludir la necesidad de crecimiento sostenido que genere puestos laborales e ingresos reales, que es lo que garantiza el nivel de vida y la paz social.
- Y, en fin, no puede eludir la dimensión ética de su reformas: la necesidad de crear un marco donde el individuo se acomode con moderación a las posibilidades que le ofrece el Estado, que se autolimite; la necesidad que esta automoderación y solidaridad sea una exigencia a todos, gobernantes y gobernados (185).
3. El neocapitalismo tampoco es la solución.
- Se parte del reconocimiento de algunos enunciados: la mano invisible es mito refutado por la realidad; la política de libre mercado, como dogma absoluto (y no como máxima de actuación de aplicación variable), “contará necesariamente con poderosas fuerzas sociales de reacción”; la supresión o exportación de puestos de trabajo minan “la confianza en la seguridad económica y en la estabilidad adquisitiva”; la regulación excesiva en torno al logro de beneficios, pone en peligro el crecimiento y la lealtad; a los trabajadores debería remunerárseles de acuerdo al incremento de la productividad.
a) El modelo americano.
- En el nuevo rumbo provocado en la era Reagan-Bush, como reacción al déficit precedente (186), se producen “horrendas diferencias de ingresos en la población” (187), afectando así la balanza social del país, y poniendo en peligro la paz social, trayendo así enormes costes sociales, situación intolerable y escandalosa para Küng[17] (188-190).
b) ¿Sólo búsqueda de ganancias?
- Postulado central neocapitalista: “el libre mercado, totalmente desregulado a todos los niveles del desarrollo económico, social y político, es presentado como algo absolutamente positivo que a largo plazo proporcionará a todos los grupos concernidos y a todos los países, tanto ricos como pobres, una vida mejor, y por otra parte, el único criterio adecuado de las decisiones empresariales sería que el capital invertido produzca ganancias. Cualquier consideración del bienestar de la plantilla, de la situación de la comunidad local o de la nación, cualquier ‘responsabilidad del empresario’ y cualquier ‘beneficio social’ no haría otra cosa que entorpecer la racionalidad inmanente del mercado”.
- Pero estos planteamientos, eficaces a corto plazo, a largo plazo se presentan como: encubridores, en tanto (191) las curas de adelgazamiento pueden conducir a raquitismos corporativos; antisociales, en tanto se destruyen las fuerzas de cohesión, el mínimo de comunidad social para funcionar; e ilusorios, en tanto “lo que decide a largo plazo sobre la calidad de una situación económica no es el lujo del consumo sino una infraestructura mejor, mayor seguridad, medio ambiente inalterado y sobre todo el ‘capital humano’, unas fuerzas laborales formadas en las que sería preciso invertir” (192)[18].
- Los problemas reseñados conlleva, así mismo, una dimensión ética (193) que indica las debilidades y puntos fuertes del sistema americano: de lo primero, “¿No resulta evidente hasta qué punto la libertad y el individualismo pueden convertirse en descontrol social?”; de lo segundo, se rescata la “Libertad personal y espíritu emprendedor, gran libertad de opinión y reunión, universidades prestigiosas y reconocimiento de los derechos de la minoría, bajas cargas de impuestos y gran compromiso voluntario en los ámbitos social y eclesial” (194).
II. ¿QUÉ CONCEPTO GLOBAL DE POLÍTICA ECONÓMICA? (195-229).
- Se implica una dimensión ética en lo reseñado en tanto que “bajo distintas medidas político-económicas se esconden concepciones político-económicas y socio-filosóficas diversas”. Es así que, en la intención de “aclarar el concepto político-económico global más de acuerdo con la visión ética global que aquí se expone”, se entrará a dilucidar la inevitable cuestión del mercado.
1. ¿Economía de mercado pura?
- El paleoliberalismo de principios del s.XIX reconoció la utilidad como fuerza motriz, propagó el libre juego de las fuerzas económicas, y lo llevó a la práctica en Gran Bretaña, pero cayó pronto en descrédito por la cuestión social (195) a pesar de sus éxitos industriales. Como contraconcepción y reacción surge la economía socialista dirigida, cuyo punto de fracaso llega en 1989. Si bien ya los extremos no existen en rígida oposición, y se evidencia el triunfo del mercado, surge la pregunta de cuál mercado es el necesario. Se examinará entonces el ultraliberalismo o economía de mercado pura, y el ordoliberalismo o economía social de mercado.
a) El ultraliberalismo económico: Milton Friedman.
- Necesario señalar, en primer momento, el paralelismo “entre el realismo político y su gestión del poder (…) y el liberalismo económico y su gestión del mercado” (196), ambos procedentes de la Universidad de Chicago: “en la ciencia política [con Hans Morgenthau], el análisis de los mecanismos de la política del poder: la competencia y (como ideal) el equilibrio de las fuerzas políticas; en la ciencia económica [con Friedman], el análisis de los mecanismos del mercado: la competencia y (como ideal) la libre competencia de las fuerzas económicas”.
- Importante resulta también las raices europeas del ultraliberalismo: con la escuela de Viena, de mano de Carl Menger, Ludwing von Mises y, en especial, Friedrich A. Von Hayek, quien en sus planteamientos “era profundamente individualista, orientándose a la (197) autonomía moral y por consiguiente a una visión ‘atomista’ de la sociedad”, siendo además uno de los críticos más fervientes de Keynes. De tales fuentes bebe Friedman, y a la vista de las coyunturas económicas de los 70 que evidencian “los límites de la financiación estatal del déficit y el peso de los intereses” (198), se vuelve de suprema actualidad en tal década.
b) Mercado libre e inhibición del Estado.
- Tres son los principios del concepto ultraliberal de Friedman:
· Libertad (individualismo) como ausencia de coacción, principio supremo de enjuiciamiento y ordenamiento de la vida pública (199). El sujeto económico es racional, persigue sus intereses económicos, y esto se ha de permitir.
· Libre mercado (capitalismo) como el topos donde interactuan los sujetos económicos: su actuación racional es predecible y se benefician en cuanto buscan sus intereses, de manera que todo se direcciona por la competencia, que trae bienestar generalizado: por esto, es necesario fomentar a escala mundial el mercado liberalizado.
· Inhibición del Estado (anti-presupuestismo) como mecanismo para evitar la acumulación de poder del Estado (deficiente en su gestión, por demás), de manera que, ocupándose por “velar por la defensa y el orden del país, garantizar la protección personal de los ciudadanos y crear el marco estable para un libre desarrollo económico”, libere a los capitales privados que, en prosecución de su interés, atenderá las demandas sociales (200).
- Todo esto lleva inherentemente la conducción a la justicia, por lo que se puede decir que el mercado sería moral en sí mismo.
c) Domesticación de la ética por la economía.
- Ante el creciente fracaso del Estado social, tal eje programático comenzó a ser asumido en especial por los gobiernos de Reagan y Tacher. Independiente de las posiciones y justificaciones que allí se movieron, en orden a la reflexión interesa dilucidar el papel jugado por los principios éticos.
- Al postular Friedman el mercado libre y la reducción del Estado como medicina económica para todos los problemas, “está en el fondo reduciendo la totalidad de la ética económica a la exigencia y al fomento de la libertad del individuo”, que de hecho funciona arbitrariamente como “ilimitada libertad del más fuerte a costa del más débil”, pues una cosa son los valores relevantes a nivel relacional, donde se ha de otorgar la libertad más absoluta, y otra los relevantes para el individuo, ámbito de la ética individual (202).
- Desde allí entiende Friedman los deberes nacionales como la pregunta por aquello que puede hacer el gobierno y el compatriota para “ayudar” en la búsqueda de mis objetivos, de tal que “la función del gobierno sólo consiste (…) en posibilitar una pacífica transacción entre los individuos”. De allí, además, que no se pueda hablar específicamente de una responsabilidad, sino que esta se reduce al deber de aumentar beneficios: un conjunto de individuos relacionados racionalmente en torno a la utilidad y unidos por el vínculo con la libertad, no tienen cabida para un bonum commune.
- Así, “la moral aparece como total y absolutamente instrumentalizada: los contratos deben cumplirse, hay que ofrecer calidad óptima, pues esto es rentable, crea confianza y hace descender los costes de información y publicidad. Como deber de incrementar los beneficios para conseguir el bienestar individual (y también el colectivo, por la suma del de los individuos), en una sociedad con división del trabajo, la moral es un instrumento para la salvaguarda inteligente y duradera de los intereses de los individuos” (202).
- De esta manera, la ética aparece subordinada a la economía. Pero sobre la base de todo ello, se plantean varias dudas:
d) ¿La economía liberal de mercado, simplemente ley natural?
- “Muchos economistas neoliberales presentan como la cosa más normal del mundo esta economía de mercado, que se impuso a principios de la Modernidad –en el contexto del nacimiento de los grandes Estados nacionales- y que se habría desarrollado de modo totalmente ‘natural’: como si, en el curso de la modernización social, los mercados locales se hubieran convertido espontánea y normalmente en mercados más amplios…”. Pero la realidad histórica dista mucho de esta concepción, pues la economía de mercado se impuso políticamente, como lo expone Karl Polanyi (203), donde su fundamento proviene de las ciudades italianas de la Edad Media y alcanza al siglo XIX con una mercantilización de la naturaleza y del hombre mismo.
- A nivel teórico, esto permite una economía autónoma, desligada “de la estructura global del mundo humano”. Importante en este proceso, Adam Smith, quien (204) formula ya los principios de la teoría liberal clásica de la economía: “el egoísmo bien entendido y la tendencia al lucro individual como fundamental fuerza motriz del desarrollo económico; el capital que, independientemente de la posesión de tierras, otorga a los ciudadanos bienestar e independencia; la libertad económica, que prepara el terreno para la libertad individual: la economía de mercado que, libre de toda intervención estatal, conduce al mayor bienestar posible tanto para el Estado como para la sociedad; el comercio libre, que posibilita un gran mercado, necesario para la creciente distribución del trabajo y permite controlar los monopolios internos; la libre competencia, como ‘mano invisible’, que transforma con frecuencia (frequently) los intereses individuales en acciones sociales”.
- Pero es importante recordar que estos fundamentos son vistos por Smith en el marco más amplio de una filosofía moral fundada sobre la base de las virtudes de la prudencia, la justicia y la bondad, lo que explica su no adversidad a las intervenciones políticas. “Las motivaciones (sobre todo económicas) que se fundan en el propio interés han de ser dirigidas por la prudencia, y la interacción económica ha de equilibrarse mediante la justicia. Pero el fundamento de todo juicio moral y también de toda autocrítica ética ha de constituirlo la bondad humana (benevolence)”.
- Sin embargo, este contexto ético en el cual surge la teorización económica nacional es abandonado pronto por sus seguidores (205).
- Algunas cuestiones críticas entonces:
· ¿Responde a la realidad la idea de la armonía natural u orden espontáneo, preexistente y que guía nuestra vida?
· ¿La mano invisible de la competencia desde el individuo maximaliza el bien común?
· ¿Qué pasa con las frecuentes intervenciones y los conflictos sociales políticamente desestabilizadores?
· ¿No existe junto al fracaso del estado un fracaso del mercado?
· ¿corresponde esta imagen del homo oeconomicus al hombre real?
- ¿Es, entonces, lo social exigencia ética de la economía?
2. Economía de mercado social.
- Si corresponde a la economía una estricta racionalidad económica (206), se hace necesario examinar la experiencia alemana que asume el compromiso social no por moralismo, “sino por motivos de un ‘económico’ absolutamente racional”.
a) El liberalismo social: Ludwig Erhard.
- Figura clave para la reconstrucción alemana (207) logra una concepción de la economía éticamente motivada que, a la postre, tuvo un gran éxito (208) en torno al predicado “social” como componente fundamental, cuyos rasgos se originan en los años 30 en la escuela de Friburgo: “este liberalismo social con su teoría del orden, vagamente inspi(209)rado en el concepto cristiano de orden, propugnaba un Estado fuerte, capaz de implantar un marco adecuado para la libre competencia, y al mismo tiempo de realizar una política de orden a fin de mantener la competencia” y el equilibrio social.
b) Libre mercado y equilibrio social.
- “(…) defiende una compe(210)tencia libre y funcional que garantiza por sí misma una notable justicia distributiva. Pero exige al mismo tiempo que el Estado cree un marco jurídico a fin de evitar en la sociedad toda clase de expansión del poder monopolista o egoísta de ciertos grupos en perjuicio de otros. Una ordopolítica consistente ha de garantizar la competencia mediante disposiciones legales, asegurar el desarrollo económico, contrarrestar (y aquí se coincide con Keynes) las fluctuaciones coyunturales y, al mismo tiempo, proteger los derechos de quienes tienen una posición débil en el acontecer del mercado. Sólo de este modo se realizaría al mismo tiempo la libertad de los individuos (objetivo de los neoliberales) y la justicia social (objetivo de los socialistas)”.
- Se trata entonces de una tercera vía, posterior a la Segunda Guerra Mundial, de diseño muy propio: como marco o idea ordenadora básica, la economía social de mercado; como concepto que señala sus objetivos prioritarios, libertad económica e intereses económicos, al tiempo que justicia social y exigencia del bien común; como programa que concretiza el marco y los conceptos, una confianza en autodirección y corrección del mercado, junto a la intervención estatal. Con esto, de manera mucho más realista que la concepción neoliberal, tenía como presupuesto el conflicto, no la armonía (211).
- Es fácil observar, en tal concepción, dos grandes principios sociofilosóficos-sociopolíticos fundamentales: el principio de solidaridad, y el de subsidiariedad.
c) Tiempos de crisis.
- Similar a lo señalado en el caso Sueco, el modelo empieza a tener serios problemas, quizás por la ciega confianza en una prosperidad incesante, en una política social inagotable y en las posibilidades ilimitadas del Estado social (212). La crisis incubó en los 60 (213) y, terminando estos, empezó a desarrollarse (214). De allí surgieron nuevos retos para el esquema.
d) Los nuevos desafíos: ecología y ética.
- Restos en tanto no han sido asumidos los reclamos de las nuevas generaciones por los viejos políticos.
- Reto ecológico (215): “¿No deberá la economía social de mercado reorientarse programáticamente hacia objetivos ecológicos? Se convertiría así en un orden económico, comprometido no sólo socialmente, sin también ecológicamente, que tomaría en serio los problemas de la sobreexplotación y del deterioro medioambiental desde la agricultura y el tráfico hasta la energía nuclear, promoviendo una forma de producción viable desde el punto de vista social y del medio ambiente”.
- Reto ético: “¿No habrá qué pensar de un modo programáticamente nuevo la base ética de la economía social de mercado? Una economía ecológico-social de mercado con fundamento ético se quedaría así en un modelo político-económico de carácter meramente instrumental, sin convertirse en un principio autónomo de la sociedad. La política debería ser, por tanto, no sólo mercantilmente justa y mercantilmente adecuada, sino que, ponderando todos los aspectos, debería tener siempre en cuenta también los intereses de las personas afectadas (no sólo los de los propietarios del capital), de modo que también los mecanismos del mercado tuvieran que regirse de acuerdo con determinados valores y criterios políticos y éticos” (216).
- Reto práctico: Se trata de un funcionamiento que no olvide la imposición, ni tampoco la motivación, ambas insuficientes por sí mismas (crítica a Erhard): “la orientación social puede lograr resultados concretos no sólo mediante continuas intervenciones del Estado, sino también apelando a la convicción y a la responsabilidad de las ciudadanas y ciudadanos maduros”.
- Frente a estos retos, y en especial este último, surge un interrogante central a ser abordado en el microámbito de lo personal (217): “¿Por qué no ser egoísta? ¿Por qué moderarse? ¿Qué significa mesura? ¿Cuál es realmente la medida del hombre? ¿Y dónde está la medida de la sociedad?”. Por ahora, se intenta señalar que los retos indicados son retos globales.
3. Una economía global de mercado exige una ética global.
- Tales retos se enmarcan dentro del indiscutible triunfo del neoliberalismo: “se ha impuesto en todo el mundo una globalización de la economía y la tecnología que se substrae cada vez más al control de una política global y carece de fundamentación en una ética global”. Dadas las deficiencias ya insinuadas, tal “tendencia debe ser combatida teóricamente y corregida en la práctica”.
a) No al imperialismo económico.
- A pesar que los teóricos europeos clásicos siempre situaron “la economía y la política en un contexto social y ético global” (218) se impuso en el siglo XX un “imperialismo económico”, que disuelve otro tipo de racionalidades. Surgen así preguntas elementales: “¿Se identifica, para las ciencioas económicas, el homo sapiens verdaderamente con el homo oeconomicus, ese maximalizador del propio beneficio (…) sujeto interesado en sí mismo (…) [y de comportamiento] normalmente egoísta?” (219); ¿no se comporta el ser humano de un modo distinto “al exigido por el egoísmo burgués”? ¿no persigue multitud de objetivos, distintos del sólo maxmalizador?
- El individualismo radical, fundamento del ultraliberalismo, es puesto en tela de juicio desde la antropología cultural y la psicología evolutiva, que indican que ante todo el humano es ser social, y sus relaciones de intercambio no se motivan originalmente por utilidad, sino que a su base se encuentra “una forma de comunicación y un signo de mutua simpatía y buena vecindad”, una ética de reciprocidad.
- En suma, frente a las afirmaciones simples del ultraliberalismo: “Los seres humanos no sólo actúan de acuerdo con máximas de racionalidad económica. Sus logros no sólo son determinados por intereses materiales, y su resorte no lo constituye únicamente la pulsión de intercambio. No todas las necesidades del hombre pueden satisfacerse con los productos de la economía. No revierte el beneficio de todos el que cada uno persiga sus propios intereses (220). Para su bienestar, buena convivencia y felicidad, los seres humanos (también los economistas) necesitan constantemente y en todas partes algo más que la simple economía de mercado”.
- De esta manera, la democracia tampoco puede estar restringida a lo económico, procurando libertad individual y justicia social. De lo anterior, se derivan consecuencias para la economía de mercado.
b) La economía de mercado al servicio del hombre.
- Como principio, entonces, hay que entender que la economía de mercado “no es fin en sí misma, sino que debe hallarse al servicio de las necesidades del hombre en vez de someter implacablemente a los seres humanos a [su] lógica”, pues se trata de un subsistema de la sociedad que convive con otros, y cuya totalización desvirtúa el resto (221).
- De llevarse a cabo esta totalización (cuando se lleva a cabo), el derecho será reemplazado por la presión, la política por el lobby y la especulación, la ciencia queda a merced del interés económico, la cultura se desliza hacia el comercio, y la ética se hace lucro o diversión. Conduce también a una dictadura fáctica que olvida que no todo lo fáctico es norma, a una dictadura conceptual axiomática que olvida que no todo lo funcional y eficiente es legítimo[19], a una dictadura de su racionalidad que olvida que no todo lo racional conduce al bien común (222). Es necesario, pues, un proceso de desmitologización.
c) Primacía de la ética frente a la economía y la política.
- Si se acepta que “todo hombre y todo grupo humano deben ser tratados humanamente”, y que en una economía mundial globalizada se vincula “a todos los actores de la economía”, es necesario “contrarrestar la creciente economización de la vida” desde una “reflexión crítica de los fundamentos que comience por cuestionar las premisas normativas de las posiciones económicas”.
- De allí, dos grandes premisas a tener en cuenta (223): la primacía de la política frente a la economía, y la primacía de la ética frente a la economía, en tanto primacía de “la intangible dignidad del hombre”. De allí implicaciones prácticas de la ética económica: ni os imperativos de la realidad, ni las normatividades internas, ni la fuerza normativa de lo fáctico, han de ser refrendados como datos cuasi-naturales frente a los cuales sean imposibles algún tipo de regulación, reorientación o crítica.
- No se trata de abogar por un nuevo intervensionismo estatal, sino por una “economía global de mercado, vinculada políticamente a obje(224)tivos humanos y sociales, que responda a las necesidades y riesgos futuros y cuente con os principios naturales de la vida” (cit.I.Hauchler).
- Desde tales principios, en el macroámbito de la ética económica es posible esbozar algunas tareas:
d) Tareas de una economía global.
- Si la economía y la política mundial exige una ética mundial, se necesita postular “un ordenamiento global de la competencia, de la sociedad y del medio ambiente, que garantice que también los mercados globales se integran en el marco ético-político de una bio-política global (…) que integre la competencia en normas racionales y unitarias, configurándola de modo compatible con la realidad social, medioambiental y humana, pero que no ha de confundirse con una economía planificada a nivel mundial” (225). De allí, algunas elementales propuestas:
- Ordenamiento internacional de la competencia, de manera que se garantice cierta seguridad jurídica y ordenamiento político que no ponga en peligro a los pequeños y medianos jugadores.
- Vinculación de los flujos financieros a objetivos económicos reales de crecimiento y ocupación.
- Garantía social contra las deficiencias estructurales (226).
- Equilibrio del drástico desnivel económico y social entre las diferentes regiones del mundo.
- Internacionalización de los costes sociales y ecológicos producto del proceso de globalización.
- Ordenamiento internacional que frene el excesivo consumo de recursos no regenerables (227).
- Si bien estas acciones enfrentarán sus propios problemas, se hacen cada vez más urgentes para evitar una crisis económica mundial, en cuyo caso darse, igual las haría necesarias (228-229).
III. ECONOMIA DE RESPONSABILIDAD. (230-259).
- Constata el autor que, a la publicación den 1990 de su Proyecto para una ética mundial, las autoridades mundiales han desarrollado con gran fuerza estas orientaciones, introduciendo también el tema de los deberes humanos, lo que exige la concretización de una ética global.
1. Un ordenamiento político mundial con motivación ética,
- Sólo un ordenamiento económico mundial dará eficacia y consistencia a un ordenamiento financiero de la comunidad de los pueblos, pues, como ya se expuso, la llamada moral no tiene razón de ser si no va unida a acciones políticas. Se trata entonces y simultáneamente, de “redefinir los deberes sociales y ecológicos globales de la economía y exigir un comportamiento adecuado”, y llevar a cabo acciones políticas “en detrimento de los intereses particulares y los egoísmos colectivos”.
- Y esto no puede llevarse a cabo sin motivaciones éticas. De allí la importancia de las comisiones, declaraciones y proclamaciones internacionales.
a) ¿Son inútiles las declaraciones y proclamaciones?
- Existen algunas de ellas que, por afectar a toda la humanidad, en principio merecen el apoyo de todos.
- En efecto: “¿Se habría llegado…”, a la Convención de Ginebra y la fundación de la Cruz Roja, a la Alianza de los Pueblos, a las Naciones Unidas, a la OIT y organismos internacionales, a la declaración universal de los Derechos Humanos, sin una voluntad desinteresada y ética de diversos actores? (231).
- Pero frente a ello, hay que tener en cuenta las objeciones de escépticos y pesimistas: las acciones de la cruz roja son mínimas, las UN y organismos similares han fracasado estruendosamente en el mantenimiento de la paz mundial, las declaraciones de DDHH son poco menos que intenciones de papel.
- Y sin embargo: “¿Qué sería del mundo sin…” la entrega de los cooperantes de la cruz roja (232), la idea ética de la Alianza de los Pueblos, sin la oportunidad de ventilación de conflictos que se ofrece en el seno de la ONU, sin las declaraciones de DDHH que han posibilitado movimientos sociales?[20] .
- Por esto se puede afirmar frente a los escépticos: “La voluntad ético-política impulsa a la documentación escrita y a la proclamación pública. El documento proclamado constituye la constancia pública y el testimonio de la voluntad ético-política. La documentación escrita y la proclamación pública ayudan a su vez a la realización de la voluntad ético-política. E esta constituye la condición del nacimiento del documento proclamado y actúa como motor de su realización”.
- Establecida tal utilidad, se pasa a comentar tres documentos internacionales a favor de una ética global.
b) Derechos humanos y deberes humanos: la Comisión internacional para un ordenamiento político mundial (1995).
- Este documento[21] (233) no habla ante todo, de un Gobierno Mundial (Global Government), que sería contraproducente por orientarse al poder, sino de un Ordenamiento Político Mundial (Global Governance), en la idea que se necesita un mundo con sistemas y normas: “El reto consistiría, por tanto, en ‘hallar un equilibrio que responda al interés de todos los seres humanos por un futuro estable, fundado en unos valores humanos fundamentales, y que ponga de acuerdo a la organización mundial con la pluralidad global existente’ ”.
- Se trata de asumir la realidad de la globalización que ha traído cambios drásticos en la sociedad: las transformaciones militares y el crecimiento de la violencia; las tendencias económicas de crecimiento que enmascaran la creciente exclusión; los cambios sociales y medioambientales, que encuentran una reacción y exigencia de parte de diversos sectores sociales.
- Estos cambios exigen propuestas respecto de los grandes problemas actuales: “la exigencia de una seguridad global (prevenir las crisis, descubrirlas, contrarrestarlas) (234), la gestión de la interdependencia económica, el fortalecimiento del Estado a nivel mundial (del derecho internacional), la reforma de las Naciones Unidas”[22].
- Para el documento, es central proponer una ética de la vecindad: “Sin una dirección (una dirección valiente, impregnada en todos los ámbitos sociales por esta ética), fracasarán todas las instituciones y estrategias por bien intencionadas que sean”, en tanto que “los valores globales deben constituir el núcleo de un ordenamiento político mundial”.
- ¿Cómo concretar tal dimensión ética? Apela como principio fundamental a la Regla de Oro: “Los seres humanos han de tratar a los demás como ellos mismos quisieran ser tratados”[23], y de allí, desarrolla los valores fundamentales: “respeto a la vida, libertad, justicia, respeto mutuo, solidaridad e integridad”.
- Para explicitar tales valores, exige una ética civil global “con derechos y deberes específicos, asumida por todo el conjunto de los gestores, públicos y privados, colectivos e individuales”, con el fin de “humanizar las formas impersonales de funcionamiento de las burocracias y los mercados y a poner límite a la competencia y el egoísmo de los individuos y los grupos”[24] (235).
- Central, en toda esta concepción que va exponiendo, el vínculo que establece entre derechos y deberes, y ésta óptica de los deberes es algo novedoso respecto de los documentos internacionales. Como deberes humanos comunes se postulan: “contribuir al bien común, tener en cuenta las repercusiones de las propias acciones en la seguridad y el bienestar de otros, exigir la igualdad de derechos incluida la de los sexos, velar por los intereses de las futuras generaciones promoviendo un desarrollo sostenido y protegiendo el conjunto de los bienes comunes, preservar la herencia cultural y espiritual de la comunidad, comprometerse a eliminar la corrupción”.
- Finalmente, el Documento insiste en los actores competentes para hacer posible (236) tal ordenamiento político mundial: los Estados nacionales, las organizaciones económicas globales, los medios de comunicación, y las ONG’s.
c) Desarrollo, no sólo crecimiento económico: la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo (1995).
- En este Documento[25], el término desarrollo desborda la definición en torno al crecimiento económico, y se entiende como el “proceso que promueve la libertad real de los seres humanos, quienes la ponen al servicio de aque(237)llo a lo que atribuyen valor”.
- Desde tal perspectiva, la cultura como modo de convivencia “le corresponde (…) una doble función: se halla ciertamente relacionada con los respectivos valores y fines de los diversos ámbitos de la vida (también el económico), pero su papel en modo alguno se reduce a una función instrumental, sino que más bien es ella misma el fundamento común en que se apoyan los diferentes valores y fines”. Por esto, “el desarrollo comprende también el crecimiento cultural, la exigencia de respeto a las culturas y el principio de libertad cultural”[26].
- Así, el compromiso con el pluralismo se convierte e un fuerte punto de partida, permitiendo respuesta a importantes cuestiones:
- ¿Por qué una ética global? Se trata de encontrar puntos comunes de referencia (valores y principios) para una orientación moral mínima: “La colaboración entre personas de diferentes culturas e intereses se facilitará y se disminuirán y mitigarán sus conflictos cuando todos los hombres y grupos se sientan unidos y motivados por deberes comunes” (238).
- ¿Fuentes de una ética global? Si se ha de formular una ética global, se ha de tomar su contenido “de los recursos culturales, las ideas, las experiencias emocionales, los recuerdos históricos y las orientaciones espirituales de los pueblos”[27]. Una primera fuente, entonces, las grandes tradiciones culturales, y en especial su referencia a la idea de vulnerabilidad humana y el impulso ético de mitigar el sufrimiento en la medida de lo posible. Una segunda, la cultura civil global, en especial en torno a sus cinco grandes pilares éticos: “derechos y deberes humanos, democracia y elementos de una sociedad civil, protección de las minorías, compromiso a favor de una pacífica solución de los conflictos y unas negociaciones honestas, equidad en las relaciones intergeneracionales”.
- Interrogantes y aclaraciones respecto del Documento: Si bien (239) confirma que de las declaraciones de DDHH sólo es posible derivar en parte una ética mundial, y no obvia el hecho que en sociedades no occidentales la visión sobre DDHH es muy distinta, quisiera Küng pronunciamientos más enérgicos en torno al papel de las tradiciones religiosas y éticas de la humanidad, pues si bien hay que reconocer su fatal papel en torno a algunos problemas mundiales y regionales, no hay que perder de vista su papel constructivo muchas veces; los recursos de las religiones del mundo son incomparables, por tres motivos (240): muestran una gran fuerza espiritual, hablan de los deberes de un modo más concreto y vinculante, y sus figuras religiosas actúan como prototipos de vida ética.
- Es, pues necesario valorar el papel de las tradiciones religiosas y éticas, y tal tarea la ha asumido un tercer documento:
d) La humanidad concreta: el InterAction Council (1996).
- Tal declaración[28] propone “un consenso básico minimal sobre valores vinculantes, criterios irrenunciables y actitudes morales, asumido, no obstante sus diferencias dorgmáticas, por todas las religiones, y que puede incluso ser compartido por no creyentes”[29].
- Es necesario, pues,establecer un primer imperativo de la humanidad: “que todo hombre debe ser tratado humanamente”, y esto como núcleo de la ética global (242). Por lo mismo insiste en cuatro orientaciones inalterables: “compromiso a favor de una cultura de la no violencia, solidaridad, tolerancia e igualdad”. Y así, exigiendo el compromiso de los políticos “a favor de una cultura de la tolerancia y una vida veraz”, y el compromiso de los ciudadanos del mundo económico “a favor de la solidaridad”, toma clara posición “no solo contra el totalitario socialismo de Estado, sino también contra un desenfrenado capitalismo, y a favor de una economía social de mercado de orientación ecológica”.
- Exige, pues, un compromiso a favor de un orden económico justo, a partir de la evidencia de las ilimitadas injusticias socioeconómicas del mundo, cuya culpa no sólo recae en individuos sino también en las estructuras sociales.
- Este compromiso se desprende de las tradiciones religiosas y éticas antiguas, donde el no robar cobra el sentido de obrar con justicia y sin doblez, respetando la propiedad ajena y la común y evitando el uso arbitrario de los bienes sin tener en cuenta las necesidades de la colectividad (242).
- Además, no es posible la paz sin justicia mundial: la pobreza lleva al desamparo, la desesperación y a formas violentas de supervivencia; la acumulación incontrolada de poder y riqueza engendran graves conflictos sociales[30].
- Tal compromiso empieza por el aprendizaje, en la familia y la escuela, que la propiedad tiene sus obligaciones.
- Y tal compromiso exige un cambio urgente de las estructuras de la economía mundial, y una nueva comprensión –en especial de parte de los países desarrollados- que distinga “entre consumo necesario y consumo desenfrenado, entre uso social y uso insolidario de los propios bienes, entre el aprovechamiento justificado y el consumo injustificado de los recursos naturales, entre una economía de mercado puramente capitalista y una economía de mercado con carácter social y ecológico”.
- De manera que se dibuja un “ser verdaderamente humano”, lo que significa que: “En lugar del recurso a la fuerza económica y política en una lucha despiadada para conquistar el poder, debe emplearse esta misma fuerza en servicio de las personas. (…) En lugar de una concepción pura del poder y de una política de dominación brutal, debe imperar el respeto mutuo, un razonable (243) equilibrio de intereses y una voluntad abierta a la mediación y a la consideración recíproca. En lugar de un insaciable afán de dinero, prestigio y consumo, hay que redescubrir el sentido de la medida y la moderación, porque el ambicioso pierde su alma, su libertad, su sosiego, su paz interior y, con ello, precisamente lo que le constituye como persona”.
2. Rasgos de un nuevo paradigma de ética económica.
- En la necesidad de unir la racionalidad económica y la orientación ética fundamental, se hace necesario entonces un nuevo paradigma de ética económica.
a) Constantes y variables.
- Es claro que las normas éticas para la economía no son caídas del cielo ni deducciones “de una inmutable naturaleza esencial del hombre”. Se trata de la misma experiencia histórica “en base a determinadas exigencias, prioridades y necesidades”. Se tratan entonces de constantes éticas, referidas a principios como el no robar o a los mencionados arriba.
- Si bien tales normas fundamentales se presentan como inmutables su especificidad se adapta al cambio de los tiempos, como sucedió con la norma bíblica y coránica del no cobro de intereses (244) o el precio justo: “No hay, pues, que olvidar que las normas éticas específicas, particularmente en el campo de la economía, no solo difieren en las diversas naciones o grupos, sino que pueden cambiar también de acuerdo con el entorno económico”. Se trata de las variables éticas.
- De esta manera, se apunta que “la ética concreta es un sistema de constantes y variables”, y esto para adevrtir dos peligros: “Quién sólo ve en todas partes constantes morales, termina en un dogmatismo moral rígido y ajeno al mundo, en un fundamentalismo. Quién sólo encuentra variables en la ética, cae en un relativismo destructor o escepticismo” (245). Con esto, se puede abordar algunas reflexiones fundamentales sobre ética económica.
b) No a los economistas idealistas de una ética de convicciones que no entienden las leyes de la economía.
- Lo central, para esta formulación, es señalar como grotesca la alternativa de Dios o el Dinero. Sobre ello hay que advertir:
- Incuestionable, que en la concepción judeocristiana Dios rige o debe regir al mundo, no el dinero; que el cristiano ha de decidir si pone su corazón en Dios o Mammon; que el mensaje de Jesús invita a un moderado desprendimiento al menos; que los bienes económicos no ocupan el más alto puesto de la escala de valores. Pero también, que si bien Jesús optó por pobreza, lo suyo no fue una determinada sociedad; que no pidió ni la expropiación, ni la venganza ni la total renuncia a la propiedad; que algunos de sus seguidores eran pudientes.
- De estos datos se puede decir: “Los cristianos (sobre todo los teólogos y obispos), en su decidido compromiso frente a situaciones injustas e inhumanas, no han de comportarse en lo económico con un fanatismo simplista que tiende a embellecer religiosamente la pobreza y a condenar globalmente la riqueza. Y menos aún han de comportarse como fanáticos religiosos cuyo celo no encubre otra cosa que su incompetencia en el terreno de lo económico, y con demasiada frecuencia mientras predica al mundo agua, ellos beben vino y comen marisco” (246).
- Por demás, ciertas exigencias bíblicas deben ser ubicadas en sus ámbitos posibles. Así la exigencia del préstamo sin interés, puede tener sentido en ámbitos locales, pero difícilmente pueden ser viables en ámbitos macros.
- Se quiere apuntar entonces que, para un ordenamiento económico mundial, la simple ética de convicción idealista es insuficiente, en tanto que se preocupa poco de las complejidades del sistema económico, y el ensalzamiento moral carente de racionalidad económica en los macroámbitos se vuelve moralismo, que pierde de vista “el arte de una realización económica eficaz”.
c) No a la ética del éxito sin convicciones de los economistas realistas.
- Igualmente es ingenuo reducir “toda la problemática sobre economía y moral a la alternativa ganancia o sentimientos” (247).
- Una eficacia sin principios “no es una ética, sino una técnica, una egoísta técnica de comportamiento que puede conducir a un craso liberalismo”. Por otro lado, la presencia de la ética como categórica y universal, impide considerar la maximización de ganancias como criterio ético, por lo que “defender dogmáticamente concepciones económicas carentes de toda normatividad ética no es ya economía sino reduccionismo económico”.
- Por esto es necesario establecer normas morales (248) a través de ordenamientos legales.
d) Una actuación económica con responsabilidad ética.
- Si la razón de ser de la actividad económica “es garantizar las condiciones básicas de la vida humana (…) La búsqueda de la ganancia está ciertamente justificada desde el punto de vista ético, siempre que queden a salvo otros valores superiores, pero esto en modo alguno justifica éticamente la maximalización de las ganancias como principio de la política económica”.
- Para el ordenamiento de la economía mundial se requiere, entonces, “una ética de responsabilidad de economistas realistas con horizontes idealistas”, es decir, que se pregunte por sus previsibles consecuencias y se responsabilice de ellas; “establecer un vínculo serio entre las estrategias económicas y el juicio ético”; y, someter la actuación económica a la prueba de “si lesiona bienes o valores superiores, o si tiene [en cuenta] la realidad social y medioambiental y también el futuro”.
- Por esto, “en la dirección empresarial, la ética no ha de ser únicamente una ‘frontera externa’ correctora, sino, por así decirlo, ‘fundamento integrante del mercado’ (base legitimadora)” (249).
- En esta primacía, debe también considerarse que no se puede confundir moral de grandes y de pequeños grupos, y el problema de desplazar la responsabilidad moral al legislador (250-251).
3. Desarrollo sostenido y ética mundial.
- Una ética mundial ha de afrontar el problema de la fundamentación del desarrollo sostenible y previsivo.
a) Provisión del futuro: ¿cómo fundamentarla?
- La pura razón no puede demostrar la exigencia de la estabilidad de un desarrollo (252), ni tampoco la de una provisión del futuro. Si bien “Debemos actuar de modo que a las futuras generaciones no sólo no les vaya peor que a nosotros (estabilidad), sino también de modo que les vaya mejor (provisión)”, esto “Depende totalmente de nuestras motivaciones éticas que decidamos si las generaciones de nuestros hijos le ha de ir igual, peor o mejor que la nuestra"”(253).
- Y es claro también que las religiones y los organismos internacionales también pueden fracasar frente a tal exigencia (254).
- Por esto, antes que una fundamentación, “para comprometerse a favor de una ética humana común apoyada en las religiones, será preciso oponerse decididamente a un moralismo religioso que no admite fronteras para su competencia”.
b) Fin y criterio: el hombre en un mundo habitable.
- Lo central, entonces, para una máxima ética en torno al desarrollo sostenido, se refiere a este planteamiento cardinal: “¿Qué condiciones fundamentales se requieren para sobrevivir como seres humanos en una tierra habitable y para configurar humanamente nuestra vida individual y social?”[31] (255).
- A juicio de Küng, se trata de una concepción humana integradora en contexto cósmico, que supere concepciones biocéntricas y holísticas (en tanto que es inevitable para nuestra manera de vivir intervenir en la naturaleza), y concepciones antropocéntricas (en tanto que ignora, precisamente, el bios, el holos, y aún el antropos): “¡En lugar del explotador dominio del hombre sobre la naturaleza, la inserción del hombre en la naturaleza!”.
- Por esto, objetivo y criterio fundamental de la actuación ética a nivel económico y político, ha de ser “el hombre en un medio ambiente habitable”, el ser humano no como medio, sino “como fin último, objetivo y criterio”.
c) El problema de la motivación.
- Ya se ha insinuado que una ética racional puede recomendar actitudes y estilos de vida, y ofrecer determinadas reglas de prioridades y seguridades. Pero queda pendiente el problema de la motivación a ello, que requiere, en primer término, un cambio de conciencia hacia una actitud de agradecimiento al pasado y de reconocimiento de los deberes de la provisión a futuro (257), una moderación contra el engreimiento científico y una sensatez contra la desmesura de lo tecnocientífico.
- Todo esto se dirige al imperativo de una ética de la supervivencia (258) lo que, sin embargo, es frontera infranqueable de la reflexión filosófica (259).
IV. ETICA, EMPRESAS Y DIRECCIÓN. (260-286).
- En una fecha temprana como 1971, se formula ya un modelo de empresa en perspectiva de globalización a partir de la comprensión de lo que esperan los diversos grupos en torno al éxito de la empresa. De parte de accionistas y prestamistas, una inversión segura y adecuados intereses del capital invertido; de parte de los clientes, un buen producto, accesible en precio y distribución; de proveedores, en la solvencia y en el mantenimiento de la capacidad de rendimiento de su cliente; de trabajadores, reconocimiento y promoción por su esfuerzo; de parte de la Economía nacional, el Estado y la sociedad, que contribuya al incremento del bien común (260).
1. Principios para una ética empresarial.
- También en el Foro de Davos de 1973 se propuso un Código de comportamiento ético para la gestión de empresas. Señala como tarea de la empresa “servir a los consumidores, a los trabajadores, al capital y a la sociedad” y lograr “el equilibrio de sus antagónicos intereses”, y en tal contexto, la ganancia aparece como “medio necesario, pero no el objetivo final”.
- Si bien tales orientaciones parecen haberse perdido durante los ochenta, parecen volver con fuerza en los noventa en la discusión en torno a la moral, y la revaloración de la ética en la economía.
a) No sólo para los accionistas, sino para todos los directivos.
- Se muestra esta nueva valoración y sus posibilidades en torno a dos importantes declaraciones (261): La Interfaith Declaration: A Code of Ethics on International Business for Christians, Muslims and Jews (1993), y Principles for Business: The Caux Round Table (1994).
- La declaración de Caux, partiendo del hecho de la globalización de la economía y sus efectos, constata que las empresas, además de la creación de ganancia, tienen también obligaciones, en tanto la solución de los problemas no se puede confiar a las fuerzas del mercado[32]. De allí la afirmación sobre la necesidad de valores morales en los procesos económicos, sin los cuales no habrá estabilidad empresarial ni comunidad duradera.
- Insisten ambas también como tarea de la empresa la responsabilidad de todos sus stakeholders en tanto aportantes con su stake (participación), de tal que la búsqueda de ganancias sólo aparece justificado en la línea de “mejorar la vida de sus clientes, trabajadores y accionistas, compartiendo con ellos el bienestar que han creado”[33]. De esta manera, las declaraciones detallan las obligaciones de las empresas para con sus (262) diferentes actores, y, en especial, los trabajadores[34].
- Lo que surge de este vistazo, es preguntarse por “lo que está a la base de las diversas exigencias éticas”.
b) Valores y actitudes fundamentales.
- Como valor fundamental en la Declaración de Caux, aparecen, mutuamente complementados, la dignidad humana (principio occidental: santidad del valor de la persona), y el kyosei (principio oriental: vivencia y colaboración ordenada al bien común) (263).
- Este valor fundamental en la Declaración Interfaith, se formula a partir de conceptos clave o valores fundamentales de las grandes tradiciones religiosas: justicia (comportamiento justo, honradez, ejercicio de la autoridad respetuoso con el derecho), respeto (reciprocidad en la relación con los otros), tutela (el hombre es sólo fiduciario –steward- de los recursos naturales), rectitud (integridad: veracidad y credibilidad en todas las relaciones humanas).
- Sobre esto, insiste la declaración de Caux, si bien hay que encarecer el respeto de las normas, “más allá de la letra de la ley, es preciso llegar hasta el espíritu de la confianza”[35]. Se trata, entonces, de una orientación que supere el simple legalismo, en tanto que éste permite actuar de manera no ética respetando el marco legal vigente[36].
- De lo dicho hasta ahora: ¿se trata de valores sólo de occidente?
c) ¿Valores asiáticos frente a valores occidentales?
- Por lo general, alto ha sido el escepticismo asiático frente a los valores occidentales (264) con base en observar su “falta de responsabilidad, honradez, lealtad, valor, compasión, amistad, tenacidad y autodisciplina”, resistiéndose a “aceptar el ilimitado individualismo (desligado de la comunidad) y la desenfrenada libertad de Occidente (con sus consiguientes manifestaciones de decadencia)”, y esforzándose por conservar sus valores que sustentan su fuerza y éxito: tradición “de familias fuertes, educación intensiva, duro trabajo, espíritu de ahorro, moderación y teamwork internacional” (265).
- Si bien pueden ser válidas tales reservas, no por ello dejan de ser válidas también las exigencias occidentales en torno al respeto a la persona en el tema de Derechos Humanos, muchas veces minusvalorado por la reflexión política oriental aún cuando se insinúa fuertemente en algunas de sus tradiciones religiosas[37]. Se trata, pues, de un complemento necesario (266).
- De allí parten algunas cuestiones fundamentales para nuestros días:
d) Cuestiones incómodas, iniciativas practicables.
- Se requiere, pues, “una nueva relación entre Estado, trabajo y capital”, que no se identifique simplemente con una arrasadora economía de mercado. Por esto, todas las partes “han de ofrecer su propia aportación para un nuevo consenso social”, que acepte, incluso, “un equitativo reparto de las cargas”, y en tanto todos participen puede generarse una mejor voluntad para ello.
- El examen de la experiencia del modelo americano, evidencia la necesidad de un nuevo compromiso del empresario (267); partiendo de la insostenibilidad de la sola preocupación por los propios beneficios, se requiere: limpia producción y gerencia, junto con compromiso social; romper el círculo vicioso del despido o insalubridad laboral como equivalente a mejora de la empresa, del ingreso arbitrariamente alto del ejecutivo y bajo del trabajador; “reglas precisas de responsabilidad y garantía con respecto a los directivos y consejos de administración” que permitan que asuman sus fallos; participación en la gestión y beneficios de la empresa por parte de los trabajadores; asunción de la exigencia de buen ambiente laboral y atmósfera de paz social. En suma, “una doctrina y praxis económica que sólo apuesta por los beneficios (…) no sólo (268) ha de ser considerada como irrealista y antisocial, sino también como claramente inmoral”.
- El examen de la experiencia del modelo sueco, evidencia la necesidad de una nueva responsabilidad de los trabajadores. Se trata de admitir: la posibilidad de la obligación de los parados a orientarse a orientarse a nuevos puestos de trabajo; la posibilidad de trabajos remunerados de acuerdo al aporte de la actividad a la economía global; la posibilidad y disposición de bajar la remuneración de acuerdo a las condiciones económicas globales; la posibilidad de abaratar el trabajo para hacerlo competitivo, y de profundizar, en ocasiones, su intensividad (269).
- Y el examen de ambas experiencias, evidencia la necesidad de una inhibición del Estado, concentrándose en ámbitos fundamentales (como quiere el modelo americano, pero matizando) pero asegurando las previsiones básicas (como quiere el modelo sueco, pero sin llegar a sus sobredimensionamientos). Se trata, en una doble vía, de “aliviar al Estado”, pero a la vez de “incrementar la responsabilidad del individuo y también su ámbito de actuación económica”. En esta perspectiva, se discuten propuestas como reducir el gasto estatal, abandonar los proyectos y subvenciones millonarias, simplificar la legislación tributaria, obligar a las empresas a una equitativa contribución social y generar mayor responsabilidad y autonomía de los individuos (270).
- Lo anterior como el mesoámbito de las empresas. De allí, al microámbito, la persona:
2. La ética, un reto para directivos.
a) ¿En qué consisten las cualidades de la dirección?
- A partir de tres casos concretos[38] (271), se deduce que hoy día, de los directivos se espera alta competencia, no sólo en su formación técnica, sino “ética en sentido de actitud, disposición moral interna”[39]: “comunicar en lugar de informar, cooperar en lugar de delegar, dirigir en lugar de controlar. Hoy se requiere una formación global y una visión que incluya sentimientos, intuición y creatividad; hay que aprender humanidad, y también comunicación, cooperación con los otros y competencia social” (272). Por esto:
b) No hay cultura de la empresa sin cultura de la personalidad.
- “La cultura de la empresa –siempre importante, pero en nuestros días incluso de relevancia estratégica- consiste en el conjunto de las actitudes decisivas, de los valores, las reglas, normas y modos de comportamiento propios de los directivos y de los trabajadores de una empresa”.
- Si la empresa consta primariamente de personas, y la cultura de la empresa –definida- presupone una cultura de la personalidad, de allí se concretiza: necesidad de conciencia de los directivos de su propia escala de valores; comprensión de los trabajadores de lo que mueve al directivo; explicitación ante la opinión pública de os valores que rigen la empresa (273).
c) Asesoría de empresas: ¿Maquiavelo para directivos?
- Contrario a esta dirección, se ha puesto de moda el maquiavelismo en la dirección, explicitado en diversos seminarios y cursos universitarios (274).
- Se trata de una actitud oportunista: “una orientación al éxito material [y] una disposición para emplear medios ilícitos a fin de conseguir el éxito y para aceptar normas de conducta en esa misma dirección”. Por esto mismo, es más bien la evidencia de un “déficit de responsabilidad ética” (275).
- Y también una actitud cínica. Esta puesta de moda (276), ¿se ha convertido en algo común en nuestra sociedad?
d) Escándalos financieros y políticos.
- La respuesta parece positiva, dado los innumerables escándalos y el creciente descenso de la credibilidad de las instituciones y sus representantes y expertos. Pero, paradójicamente, se constata también el aumento de la protesta ciudadana en sus diferentes expresiones (277). Esto es alentador, pero lo primero obliga a plantearse (278):
3. ¿Hay en la economía un lugar para la ética?
a) ¿Más allá del bien y del mal?
- Es, pues, el común denominador de los escándalos financieros y políticos: cierta santificación del éxito que justifica todos los medios, y que lleva a la negación de toda responsabilidad de parte del implicado en cuanto se le descubre (279). Pero, como ya se insinuó, existen fuertes tendencias en la dirección contraria.
- Respecto de esto último, sin embargo, nota Küng que el aspecto moral suele quedar como un deseo de exigencia externa antes que una cuestión interna, de la empresa y la persona, y se suele (280) diluir en torno a situaciones amplias e impersonales. Es decir, el aspecto moral se encuentra aún de modo latente y difuso.
- A partir de esto, se pregunta entonces por:
b) Posibilidades de una dirección moral de la empresa.
- ¿Queda en la economía lugar para la ética? Sí, en tanto “Una dirección moral de la empresa tiene más posibilidades”: en torno a la dirección, pues el competente transmite orientaciones claras “mediante valores vinculantes, propuestas de objetivos, cumplimiento consecuente de normas, experiencia previa de determinadas situaciones”; en torno a la integridad, por la confianza y el vínculo generados (281).
- De manera contraria: la dirección inmoral no compensa: atrae conflictos legales, atrae mayores reglamentaciones legales, atrae desconfianza crediticia y de sus stakeholders, atrae la sanción interior – la mala conciencia o, en otros términos, un alto grado de neurosis - .
- Ahora bien: si se trata entonces de una decisión de la persona (282), ¿por qué atenerse a las normas éticas?
c) Del cred al cash: el Singapur-dream.
- Parece difícil, como se ha venido insinuando, fundamentar la validez incondicional de ciertos valores y actitudes éticas fundamentales. Independiente de ello, “Cuando se pretende identificar lo máximo con lo óptimo, y ganar dinero (capitalismo) y disfrutar la vida (hedonismo) se convierten en el valor supremo, se está poniendo en peligro la armonía y estabilidad de una comunidad, y también el sentido de la vida y la identidad del individuo” (283). El pseudo-absoluto lleva al fracaso.
d) Dirección desde una actitud ético- religiosa.
- Se necesita, pues, una nueva Ilustración en nombre de una religión, no con pretensión restauradora sino renovada (284) que ordene lo terreno en el contexto global de la vida humana: “en un horizonte último, de acuerdo a una escala de valores, según normas fundamentales incondicionalmente válidas, standars no negociables”.
- Con ello, y teniendo en cuenta que la religión, a pesar de sus fallos, actúa desde el fundamento, puede “contribuir notablemente a encontrar este sentido último, preservar la identidad personal, legitimar y concretar un comportamiento fundamentalmente correcto”, y de esta manera relacionarse constructivamente con la economía (285).
- Entonces, para una personalidad de empresa, “se necesita, más allá del conocimiento específico y la competencia técnica, una visión de la realidad en su conjunto, una comprensión de los grandes contextos, un sentido de las cuestiones fundamentales del hombre y unas profundas y bien fundadas convicciones éticas” (286).
CONCLUSIÓN. (287).
- “Tanto en el ámbito de la política como en el ámbito de la ética se trata de un nuevo sentido de la responsabilidad: una política de responsabilidad que trata de realizar el siempre precario equilibrio entre ideales y realidades; una economía de responsabilidad capaz de conciliar estrategias económicas con convicciones éticas” (287).
NOTAS. (289-312).
PALABRAS DE AGRADECIMIENTO. (313-314).
INDICE GENERAL. (315-319).
[1] “El moralista convierte a la moral en la única medida del // comportamiento humano; ignora la relativa independencia de los diversos ámbitos de la vida, como la economía, el derecho y la política. De ahí que tienda a absolutizar normas y valores, en sí justificados (paz, justicia, medio ambiente, vida, amor), e incluso a instrumentalizarlos a determinados intereses de una institución (Estado, partido, Iglesia, asociación). El moralismo se manifiesta en la insistencia unilateral y machacona en determinadas posiciones morales (por ejemplo, en relación con la sexualidad), lo que imposibilita un diálogo inteligente con representantes de otras convicciones”, p.12-13.
[2] “…pero, ¿existe realmente tal cosa? ¿No sigue existiendo únicamente una asociación de Estados soberanos que, en medio de una profusa retórica internacionalista, se limitan a poner en práctica la vieja política de intereses nacionales?”, p.19.
[3] Küng lo analizará a partir, principalmente, de su obra Diplomacy (Nueva York, 1994).
[4] Continúa Küng: “Si entonces se la llamaba ‘razón de Estado’, ahora se la conoce como ‘seguridad nacional’ o ‘interés nacional’, con lo que se piensa poderlo justificar (casi) todo ‘maquiavelísticamente’ ”.
[5] Cursiva mía.
[6] “God’s own country puede ser tan nacionalista-autosuficiente como el Gott mit uns –Dios con nosotros- del ejército alemán en 1914”.
[7] “Tesis fundamental: En el sistema de Estados soberanos, tanto la superviviencia de los Estados como el conjunto del sistema, dependen de que se persiga inteligentemente el interés nacional y se pondere adecuadamente el poder de la propia nación y de las otras. Por otra parte, el interés nacional posibilita a los hombres de Estado y a los especialistas determinar con realismo los objetivos y las tareas de la política exterior. Por el contrario, las cruzadas ideológicas y religiosas ponen en peligro la estabilidad de los Estados y también del sistema. Todos los esfuerzos por conducir a las naciones al ideal de una recíproca confianza, entendimiento y colaboración solo pueden acabar en catástrofes”. Op.cit. p.54.
[8] En definición de Max Webwer: “toda posibilidad, dentro de una relación social, de imponer la propia voluntad, incluso frente a cualquier resistencia, e independientemente de la procedencia de esa posibilidad”, cit. Op.cit. p.65.
[9] Y, en este sentido, surgen preguntas claves: “¿Pero qué sucederá cuando la economía mundial, no solo su flujo de capitales, sino también su mercado laboral, funcione realmente sin fronteras nacionales, se convierta realmente en global? ¿Quiénes serán los ganadores y quiénes los perdedores en la competencia sin límites de las empresas, las regiones y las situaciones? ¿No nos encontraremos en un mundo ‘economizado’ y posiblemente inamistoso, antidemocráico y hasta inhumano en el que, por la globalización, capitularemos de la noche a la mañana en aras de una más alta productividad y rentabilidad?”, p.171.
[10] Si bien Küng insinuará el juego de poder que ello implica, su ambivalencia, su imprecibilidad, y, por no constituir un fenómeno natural, su gobernabilidad, olvida o no ve la base sangrienta que posibilitó tal desarrollo, dejando aún en el aire cierto tufo de naturalismo inevitable. Se centra, más bien, en sus actuales consecuencias sacrificiales, pero no acierta a señalar su aspecto impositivo y sacrificial. Sólo en este sentido el lenguaje de la conjura es válido.
[11] Ni parar ni retroceder, sino reformar, humanizar. Autores como Duchrow, plantean más bien la urgencia de un viraje en U. Inmediatamente taxativo Küng, no discute, hasta ahora, estas posiciones, por ejemplo.
[12] Para Küng, estos “quieren jugar de un modo totalmente racional”, y en este sentido, su defecto es que son, por un lado, demasiado egoístas, y por otro sólo se dejan controlar por el mercado. No postula Küng su “irracionalidad” -como más bien lo hará Hinkelammert- y en este sentido, su problema no es su racionalidad, sino su moral.
[13] Un pensado: Cuando las primitivas comunidades cristianas elevaban su capacidad de producción, lo hacían no en el ánimo de elevar tasas de ganancia, sino en el de colaborar con comunidades menos favorecidas. Este planteamiento, por el contrario, postula la elevación de ganancia y el derramamiento por exceso hacia los menos favorecidos.
[14] Cfr. Las trampas de la globalización, Hans-Peter Martín y Harald Schumann.
[15] De nuevo disculpa a los global players. Estos, cuando especulan desmesuradamente (¿existe una mesura para la especulación?) están sujetos a reacciones emocionales, no racionales.
[16] ¿Habría que contar…? Estas “severas crisis”, ¿no se vienen dando ya hace mucho tiempo? Y la impasibilidad de la sociedad en su conjunto, ¿no es más fácil de lo que supone?
[17] Pero, sin mayores explicaciones, lo cual lo deja como moralista. Las dudas respecto a las políticas de reingeniería empresarial, las explica desde el impacto psicosocial del trabajo: “La pérdida del puesto de trabajo lleva muy frecuentemente consigo pérdida del sentido comunitario, desarraigo familiar y pérdida de la confianza en empresas y gobierno. La corriente continua de despidos, la congelación real de salarios y la creciente caída de ingresos pone en peligro la paz social. El mundo laboral parece traer a muchos de cabeza cuando quienes salen ganando de la alta productividad de los trabajadores son la cúpula dirigente y los accionistas, mientras los propios trabajadores han de contar con despidos”, p.189.
[18] Interesantes críticas ad intra de la economía. En términos similares, Faus (“El mito del mercado integrador”, en Fe en Dios y construcción de la historia), pero enfocadas a sus consecuencias sociales, ad extra.
[19] Hinkelammert irá más allá, y se preguntará por la eficiencia de la eficiencia y la racionalidad de lo racional.
[20] Esto hace recordar aquella referencia de Hinkelammert a propósito de la revolución: El mundo es como un tren que marcha veloz; los revolucionarios son aquellos que procuran frenar la velocidad del tren. Esto era dicho con relación a Rosa Luxemburgo, o a Trosky.
[21] The Commission on Global Governance, Our Global Neighbourhood, Oxford, 1995.
[22] Hoy, seis años después, estos problemas siguen estando pendientes de abordarse, con el peligro de su disolución gracias al modelo norteamericano, que se configura precisamente como Global Government.
[23] Las últimas tres citas, del Documento.
[24] Las últimas dos citas, del Documento.
[25] Report of the Eorld Commission on culture and Development, Our Creative Diversity, Paris, 1995.
[26] Con esto se critica la concepción de cultura dentro de parámetros simplemente económicos: si se identifica con ellos, “no tiene valor en sí misma, sino que se convierte en simple medio para promover y conservar el crecimiento económico”, p.238.
[27] Cita del Documento.
[28] InterAction Council, In Search of Global ethical Standars, Vancuver/Canadá, 1996, #13.
[29] Cita del Documento.
[30] De esto último, escribe Küng ingenuamente: “Donde se acumula de forma incontrolada poder y riqueza surgen muy pronto entre los desfavorecidos y marginados sentimientos de envidia, actitudes resentidas, un odio mortal e incluso tendencia a la rebelión”.
[31] Que implica preguntarse: “¿Bajo qué supuestos podrá la civilización humana hacer frente al tercer milenio? ¿Qué principio fundamental han de poner en práctica las fuerzas dirigentes de la política, de la economía, de la ciencia y también de las religiones para posibilitar un desarrollo sostenido? ¿Y qué hace falta para que también el individuo concreto pueda alcanzar una existencia lograda y plena?”, p.255.
[32] “Las leyes y fuerzas del mercado son líneas de comportamiento necesarias, pero no suficientes. Son también fundamentales la responsabilidad con respecto a la política y las actividades financieras y el respeto a la dignidad y los intereses de sus actores. Valores comunes, incluída la obligación de procurar el bien común, son importantes tanto para la comunidad global como para las comunidades locales”: Declaración de Caux.
[33] Declaración de Caux.
[34] De los seis stakeholders mencionados, Küng se detiene a considerar el caso de los trabajadores en detalle y a manera de ejemplo.
[35] Declaración de Caux.
[36] Dice la declaración de Caux: “Una empresa no debería aprobar tácitamente, y menos aun participar en sobornos, blanqueo de dinero u otras formas de corrupción; debería buscar una verdadera colaboración con otros para conseguir eliminarlas. No debería comerciar con armas ni con otros materiales utilizados para actividades terroristas, tráfico de drogas u otros crímenes organizados”.
[37] Así, en la tradición china –comenta Küng-, en el concepto yen lo humano es central, y puede actuar como fundamento en torno a un pensamiento de DDHH.
[38] Un empresario que se niega a apoyar una fusión por motivos ético-religiosos, un financiero que no da su voto a un encubrimiento, una empresa que se resiste a mecanismos de soborno.
[39] Una dirección incompetente “tiene en todos los afectados efectos deprimentes, desmoralizadores y desestabilizadores, mientras que una dirección competente resulta motivadora y estimula la creatividad”.
lunes, 27 de julio de 2009
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