lunes, 28 de agosto de 2023

Encuentros de los Papas con los Médicos/as, Enfermeras/os y demás Personal de la Salud

 Encuentros de los Papas con los Médicos/as, Enfermeras/os y demás Personal de la Salud


Contenido


Traducciones de Google/Word revisadas por mí.

1. Audiencia a los representantes de la Federación Nacional de las Órdenes de Técnicos en Radiología Médica y Profesiones Técnicas de Salud, Rehabilitación y Prevención (16 de enero de 2023).
2. Mensaje del Santo Padre a los participantes en el 60º Congreso Internacional de los Toxicólogos Forenses (27 de agosto de 2023).
3. Audiencia a los miembros de la Asociación de Otorrinolaringólogos Hospitalarios Italianos (AOOI) y de la Federación Italiana de Médicos Pediátricos (FIMP) (18 de noviembre de 2023).
4. Audiencia a los miembros de la Sociedad Italiana de Cirugía, 16 de octubre de 2.024.





1. Audiencia a representantes de la Federación Nacional de Órdenes de Técnicos en Salud en Radiología Médica y Profesiones Técnicas en Salud, Rehabilitación y Prevención, 16 de enero de 2023

 

[B0042]

 Traducción castellana

 


16 de enero de 2023

El siguiente es el discurso que el Papa Francisco dirigió esta mañana, durante la audiencia en el Palacio Apostólico Vaticano, a los representantes de la Federación Nacional de las Comunidades de Técnicos en Radiología Médica y Profesiones Técnicas de Salud, Rehabilitación y Prevención:

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Doy las gracias a la Presidenta por sus palabras de saludo. Representáis a miles de profesionales sanitarios: este encuentro, por tanto, me brinda la oportunidad de renovar mi cercanía y gratitud por lo que hacéis cada día. Me gustaría agradeceros vuestro compromiso y dedicación, especialmente cuando están ocultos.

Los profesionales sanitarios, en los últimos tres años, han vivido una experiencia muy particular, difícil de imaginar, la de la pandemia. Se ha dicho en otras ocasiones, pero no debemos olvidarlo: sin vuestro compromiso y vuestros esfuerzos muchos enfermos no habrían sido tratados. El sentido del deber animado por la fuerza del amor os ha permitido prestar vuestro trabajo al servicio del prójimo, incluso poniendo en peligro vuestra propia salud. Y con vosotros doy las gracias a todos los demás trabajadores de la salud.

En menos de un mes, el 11 de febrero, se celebrará la Jornada Mundial del Enfermo, que siempre invita a reflexionar sobre la experiencia de la enfermedad. Esto es tanto más oportuno, incluso necesario, hoy porque a menudo la cultura de la eficiencia y el desperdicio "nos lleva a negarlo. No hay lugar para la fragilidad. Y así, el mal, cuando irrumpe y nos ataca, nos deja en el suelo aturdidos. Puede suceder, entonces, que otros nos abandonen, o que nos parezca que tenemos que abandonarlos, para no sentir una carga hacia ellos. Así es como comienza la soledad". (Mensaje para la XXXI Jornada Mundial del Enfermo).

La cultura del cuidado, personificada por el buen samaritano (cf. Lc 10, 25-37), actúa en sentido contrario. No mira hacia otro lado, se acerca a los heridos con compasión y se preocupa por esa persona a la que otros habían ignorado. Esta parábola indica una línea precisa de comportamiento. "Nos muestra con qué iniciativas se puede reconstruir una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen suya la fragilidad de los demás, que no permiten construir una sociedad de exclusión, sino que se cierran y levantan y rehabilitan al hombre caído, para que el bien sea común" (Enc. Hermanos todos, 67).

Queridos amigos, vuestra profesión nace de una elección de valores. Con vuestro servicio contribuís a "levantar y rehabilitar" a tus pacientes, recordando que ante todo son personas. De hecho, la persona debe estar siempre en el centro, en todos sus componentes, incluido el espiritual: una totalidad unificada, en la que se armonicen las dimensiones biológicas y espirituales, culturales y relacionales, de planificación y ambientales del ser humano en el camino de la vida. Este principio, que está en la base de la Constitución ética de vuestra Federación, guía el camino y nos permite no ceder a la eficiencia estéril o a una aplicación fría de los protocolos. Los enfermos son personas que piden ser atendidas y sentirse cuidadas, y por eso es importante relacionarse con ellas con humanidad y empatía. Ciertamente con un alto nivel profesional, pero con humanidad y empatía.

Pero también vosotros, profesionales de la salud, sois personas, y necesitáis a alguien que os cuide, mediante el reconocimiento de vuestro servicio, la protección de unas condiciones de trabajo adecuadas y la implicación de un número adecuado de cuidadores, para que se reconozca el derecho a la salud para todos. Corresponde a cada país esforzarse por buscar "estrategias y recursos para que todo ser humano tenga garantizado el acceso a la atención y el derecho fundamental a la salud" (Mensaje para la XXXI Jornada Mundial del Enfermo). ¡La salud no es un lujo! Un mundo que descarta a los enfermos, que no ayuda a aquellos que no pueden pagar el tratamiento, es un mundo cínico y no tiene futuro. Siempre recordamos esto: la salud no es un lujo, es para todos.

Os exhorto a considerar siempre los valores éticos como una referencia indispensable para vuestras profesiones. De hecho, los valores, si están bien asimilados y combinados con el conocimiento científico y las habilidades necesarias, permiten que las personas que se os confían os acompañen de la mejor manera posible.

Queridos hermanos y hermanas, que os acompañe la intercesión materna de la Virgen María, a quien el Evangelio nos presenta como una mujer solícita, que se apresura a ayudar a su pariente Isabel. Vele por vosotros y por vuestro trabajo. Os bendigo cordialmente a vosotros y a vuestras familias. Y os pido, por favor, que recéis por mí. ¡Gracias!



Texto original italiano:


Pubblichiamo di seguito il discorso che Papa Francesco ha rivolto questa mattina, nel corso dell’Udienza nel Palazzo Apostolico Vaticano, ai rappresentanti della Federazione Nazionale degli Ordini dei Tecnici sanitari di radiologia medica e delle Professioni sanitarie tecniche, della riabilitazione e della prevenzione:

Discorso del Santo Padre

Cari fratelli e sorelle, buongiorno e benvenuti!

Ringrazio la Signora Presidente per le sue parole di saluto. Voi rappresentate migliaia di professionisti sanitari: questo incontro, dunque, mi offre l’occasione di rinnovare la mia vicinanza e gratitudine per quanto fate quotidianamente. Desidero ringraziarvi per il vostro impegno e la vostra dedizione, specialmente quando sono nascosti. I professionisti sanitari, negli ultimi tre anni, hanno vissuto un’esperienza molto particolare, difficilmente immaginabile, quella della pandemia. È stato detto altre volte ma non bisogna dimenticarlo: senza il vostro impegno e le vostre fatiche molti malati non sarebbero stati curati. Il senso del dovere animato dalla forza dell’amore vi ha permesso di prestare la vostra opera al servizio del prossimo, anche mettendo a rischio la vostra stessa salute. E con voi ringrazio tutti gli altri operatori sanitari.

Tra meno di un mese, l’11 febbraio, ricorrerà la Giornata Mondiale del Malato, che sempre invita anche a una riflessione sull’esperienza della malattia. Ciò è oggi tanto più opportuno, anzi necessario, perché spesso la cultura dell’efficienza e dello scarto «spinge a negarla. Per la fragilità non c’è spazio. E così il male, quando irrompe e ci assale, ci lascia a terra tramortiti. Può accadere, allora, che gli altri ci abbandonino, o che paia a noi di doverli abbandonare, per non sentirci un peso nei loro confronti. Così inizia la solitudine». (Messaggio per la XXXI Giornata Mondiale del Malato).

In maniera opposta agisce la cultura della cura, impersonata dal buon Samaritano (cfr Lc 10,25-37). Egli non gira lo sguardo altrove, si avvicina al ferito con compassione e si prende cura di quella persona che altri avevano ignorato. Questa parabola indica una precisa linea di comportamento. «Ci mostra con quali iniziative si può rifare una comunità a partire da uomini e donne che fanno propria la fragilità degli altri, che non lasciano edificare una società di esclusione, ma si fanno prossimi e rialzano e riabilitano l’uomo caduto, perché il bene sia comune» (Enc. Fratelli tutti, 67).

Cari amici, la vostra professione nasce da una scelta valoriale. Con il vostro servizio contribuite a “rialzare e riabilitare” i vostri assistiti, ricordando che prima di tutto sono persone. Al centro infatti dev’esserci sempre la persona, in tutte le sue componenti, compresa quella spirituale: una totalità unificata, in cui si armonizzano le dimensioni biologiche e spirituali, culturali e relazionali, progettuali e ambientali dell’essere umano nel percorso della vita. Questo principio, che è alla base della Costituzione etica della vostra Federazione, orienta il cammino e permette di non cedere a sterili efficientismi o a un’applicazione fredda dei protocolli. I malati sono persone che chiedono di essere curate e di sentirsi curate, e per questo è importante relazionarsi a loro con umanità ed empatia. Certamente con un alto livello professionale, ma con umanità ed empatia.

Ma anche voi, professionisti sanitari, siete persone, e avete bisogno di qualcuno che si prenda cura di voi, attraverso il riconoscimento del vostro servizio, la tutela di condizioni adeguate di lavoro e il coinvolgimento di un numero appropriato di curanti, affinché il diritto alla salute venga riconosciuto a tutti. Spetta ad ogni Paese adoperarsi per ricercare «le strategie e le risorse perché ad ogni essere umano sia garantito l’accesso alle cure e il diritto fondamentale alla salute» (Messaggio per la XXXI Giornata Mondiale del Malato). La salute non è un lusso! Un mondo che scarta gli ammalati, che non assiste chi non può permettersi le cure, è un mondo cinico e non ha futuro. Ricordiamo sempre questo: la salute non è un lusso, è per tutti.

Vi esorto a guardare sempre ai valori etici come riferimento indispensabile per le vostre professioni. I valori infatti, se ben assimilati e uniti al sapere scientifico e alle necessarie competenze, permettono di accompagnare nel migliore dei modi le persone che vi sono affidate.

Cari fratelli e sorelle, vi accompagni la materna intercessione della Vergine Maria, che il Vangelo ci presenta come donna premurosa, che si affretta ad aiutare la sua parente Elisabetta. Vegli su di voi e sul vostro lavoro. Di cuore benedico voi e le vostre famiglie. E vi chiedo per favore di pregare per me. Grazie!


El texto original se encuentra en:

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2023/01/16/0042/00080.html






2. Mensaje del Santo Padre a los participantes en el 60° Congreso Internacional de Toxicólogos Forenses (Roma, 27-31 de agosto de 2023), 27 de agosto de 2023


Traducción castellana


¡Queridos hermanos y hermanas!

Extiendo un cordial saludo a los participantes en el 60º Congreso Internacional de Toxicólogos Forenses que se celebrará aquí en Roma del 27 al 31 de agosto de 2023.

Me gustaría agradeceros el compromiso, el tiempo y la energía que dedicáis a la prevención y lucha contra las drogodependencias, también a través de jornadas de estudio y sensibilización cultural sobre el tema, en las que participan numerosos profesionales y algunos jóvenes investigadores.

El fenómeno del abuso de drogas y sustancias psicotrópicas sigue suscitando alarma y preocupación, especialmente por el crecimiento del consumo registrado entre adolescentes y jóvenes y, en consecuencia, por el aumento de la venta de drogas en las "plazas digitales" de la dark web. La adolescencia y la juventud, como sabemos, son fases especialmente delicadas en la vida de cada persona, caracterizadas por cambios significativos a nivel físico, emocional y social. A esto se suma el hecho de que nuestras sociedades actuales son frágiles en muchos aspectos y están marcadas por una inseguridad básica. Uno puede entonces verse arrastrado a la búsqueda compulsiva de nuevas experiencias por la necesidad de medirse con lo inédito, por el deseo de explorar lo desconocido, pero también por silenciar el miedo a sentirse excluido y la necesidad de socializar con los pares. Se trata de factores de alto riesgo, que pueden llevar a los jóvenes a elecciones y comportamientos peligrosos, como el uso de sustancias psicoactivas y el abuso de alcohol, o la posibilidad de toparse con situaciones extremas, tanto virtuales como reales.

Todo esto representa un terreno fértil para el uso de sustancias tóxicas. Entre ellas, las nuevas sustancias psicoactivas (NSP) representan un problema grave y complejo en el panorama actual de las adicciones, con un mercado en rápida expansión y efectos toxicológicos inciertos y graves consecuencias para la salud pública. La facilidad para modificar químicamente estas sustancias permite que el crimen organizado eluda los controles legales, lo que dificulta la identificación de compuestos ilícitos. Muchos adolescentes abusan de las NPS sin saber lo peligrosas que son. Por ello, es de fundamental importancia desarrollar técnicas de análisis, así como intervenciones preventivas encaminadas a frenar su proliferación y a fomentar planes terapéuticos adecuados.

También asistimos a un aumento de la difusión de sustancias dopantes, especialmente en el ámbito competitivo y deportivo. El uso de sustancias que mejoran el rendimiento en el deporte manifiesta una obsesión por alcanzar objetivos importantes y resultados de alto rendimiento a toda costa. Evidentemente, el fenómeno es un indicador de algo más arraigado, lo que implica la importancia de una reflexión sobre nuestra sociedad actual, impregnada de una cultura de eficiencia y productividad, que no permite vacilaciones ni fracasos. La necesidad de estar siempre a la altura de las expectativas, exhibiendo exteriormente una imagen de uno mismo bella y exitosa, desterrada de toda fragilidad y debilidad, se convierte en un obstáculo insuperable para la búsqueda del desarrollo humano integral.

Así, desorientados y a menudo sin puntos de referencia, muchos jóvenes persiguen la ilusión de encontrar en el consumo de drogas una suspensión de la angustia y de la falta de sentido: se trata de la "vana esperanza" de un aturdimiento que alivie el cansancio. de ser y existir, a menudo escondido bajo la apariencia de un deseo de evasión y diversión. Además, no podemos olvidar que detrás de cada adicción hay experiencias concretas, historias de soledad, desigualdad, exclusión, falta de integración. No podemos permanecer indiferentes ante estas situaciones. El Señor Jesús se detuvo, se acercó, curó las heridas. También nosotros estamos llamados a actuar al estilo de su proximidad, a detenernos ante las situaciones de fragilidad y de dolor, a saber escuchar el grito de la soledad y de la angustia, a inclinarnos para levantar y resucitar a los que caen en la esclavitud de las drogas.

Espero que los resultados de vuestro trabajo contribuyan a identificar vías educativas, terapéuticas y de rehabilitación capaces de prevenir y combatir el flagelo de las drogas, promover modelos culturales alternativos y fomentar la búsqueda de razones de vida en aquellos -especialmente entre los más jóvenes- que las han perdido. ¡Que vuestra labor científica y cultural dé los resultados deseados! Os encomiendo a la intercesión de María, Madre solícita, y os bendigo de corazón.

Francisco

Roma, San Juan de Letrán, 26 de agosto de 2023.


Texto original italiano:

Pubblichiamo di seguito il Messaggio che il Santo Padre Francesco ha inviato ai partecipanti al 60° Congresso Internazionale dei Tossicologi Forensi che ha luogo a Roma dal 27 al 31 agosto 2023:

Messaggio del Santo Padre

Cari fratelli e sorelle!

Rivolgo un cordiale saluto ai partecipanti al 60° Congresso Internazionale dei Tossicologi Forensi che si svolge qui a Roma dal 27 al 31 agosto 2023.

Desidero ringraziarvi per l’impegno, il tempo e le energie che dedicate alla prevenzione e alla lotta alle tossicodipendenze, anche attraverso giornate di studio e di sensibilizzazione culturale sul tema, che vedono coinvolte numerose figure professionali e alcuni giovani ricercatori.

Il fenomeno dell’abuso di stupefacenti e di sostanze psicotrope continua a destare allarme e preoccupazione, specialmente per la crescita del consumo che si registra tra gli adolescenti e i giovani e, di conseguenza, per l’incremento delle vendite di droga sulle “piazze digitali” del dark web. L’adolescenza e l’età giovanile, come sappiamo, costituiscono fasi particolarmente delicate nella vita di ogni persona, caratterizzate da notevoli mutamenti a livello fisico, emotivo e sociale. A ciò si aggiunge il fatto che le nostre attuali società sono per diversi aspetti fragili e segnate da una insicurezza di fondo. Si può essere allora trascinati nella ricerca compulsiva di nuove esperienze per la necessità di misurarsi con l’inedito, per il desiderio di esplorare l’ignoto, ma anche per tacitare la paura di sentirsi esclusi e il bisogno di socializzare con i coetanei. Si tratta di fattori altamente rischiosi, che possono indurre i giovani a scelte e comportamenti pericolosi, come l’uso di sostanze psicoattive e all’abuso di alcool, o all’eventualità di incorrere in situazioni estreme, sia virtuali sia reali.

Tutto ciò rappresenta un terreno fertile per l’uso di sostanze tossiche. Tra queste, le nuove sostanze psicoattive (NPS) rappresentano un problema grave e complesso nell’attuale panorama delle dipendenze, con un mercato in rapida espansione ed effetti tossicologici incerti e conseguenze serie per la salute pubblica. La facilità di modificare chimicamente tali sostanze consente poi alla criminalità organizzata di sottrarsi ai controlli legali, rendendo più difficile l’individuazione dei composti illeciti. Molti adolescenti abusano delle NPS senza conoscerne la pericolosità. Pertanto, è di fondamentale importanza sviluppare le tecniche di analisi, come pure gli interventi preventivi finalizzati ad arginarne la proliferazione e incentivare i piani terapeutici adeguati.

Si assiste anche all’incremento nella diffusione di sostanze dopanti, in particolare nell’ambito agonistico e sportivo. L’uso di sostanze dopanti nello sport manifesta l’ossessione di ottenere a tutti i costi traguardi importanti e risultati performanti. Il fenomeno, ovviamente, è indicatore di qualcosa di più radicato, che implica l’importanza di una riflessione sulla nostra società odierna, pervasa da una cultura dell’efficienza e della produttività, che non ammette esitazioni e fallimenti. La necessità di apparire sempre all’altezza delle aspettative, esibendo all’esterno un’immagine di sé che risulti prestante e vincente, da cui è bandita ogni fragilità e debolezza, diventa un ostacolo insormontabile al perseguimento di uno sviluppo umano integrale.

Così, disorientati e spesso privi di punti di riferimento, molti giovani inseguono l’illusione di trovare nel consumo di droghe una sospensione dall’angoscia e dalla mancanza di senso: si tratta della “speranza vana” di uno stordimento che sollevi dalla fatica di essere e di esistere, spesso celata sotto le mentite spoglie di un desiderio di evasione e di divertimento. Non si può dimenticare, poi, che dietro a ogni dipendenza ci sono vissuti concreti, storie di solitudine, disuguaglianza, esclusione, mancata integrazione. Di fronte a queste situazioni non possiamo essere indifferenti. Il Signore Gesù si è fermato, si è fatto vicino, ha curato le piaghe. Sullo stile della sua prossimità siamo chiamati anche noi ad agire, a fermarci davanti alle situazioni di fragilità e di dolore, a saper ascoltare il grido della solitudine e dell’angoscia, a chinarci per sollevare e riportare a nuova vita coloro che cadono nella schiavitù della droga.

Auspico che i risultati dei vostri lavori contribuiscano all’individuazione di percorsi educativi, terapeutici e riabilitativi, in grado di prevenire e contrastare la piaga della droga, favorendo modelli culturali alternativi e incoraggiando la ricerca di ragioni di vita in coloro – specialmente tra i più giovani – che le hanno smarrite. Che il vostro lavoro scientifico e culturale possa portare i frutti sperati! Vi affido all’intercessione di Maria, Madre premurosa, e vi benedico di cuore.

Francesco

Roma, San Giovanni in Laterano, 26 agosto 2023

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2023/08/27/0587/01278.html





3. Audiencia a los miembros de la Asociación de Otorrinolaringólogos Hospitalarios Italianos (AOOI) y de la Federación Italiana de Médicos Pediátricos (FIMP), 18 de noviembre de 2023


Traducción castellana:


"Queridos hermanos y hermanas, ¡bienvenidos!

Me alegra encontrarme con vosotros, como miembros de la Federación Italiana de Pediatras y de la Asociación Italiana de Otorrinolaringólogos de Hospitales, y expresaros mi aprecio por vuestro trabajo diario. De hecho, en vuestras diversas especializaciones, habéis optado por trabajar al servicio de las personas necesitadas de cuidados. ¡Qué bueno!

Ustedes, los pediatras, en particular, son puntos de referencia para las parejas jóvenes. Les ayudan en su tarea de acompañar a los niños en su crecimiento. Los hijos son siempre un don y una bendición del Señor: en los Salmos está esa hermosa imagen de la familia reunida alrededor de la mesa con sus hijos «como brotes de olivo» (Sal 128,3). Desafortunadamente, Italia es un país envejecido: esperamos que la tendencia pueda invertirse, creando condiciones favorables para que los jóvenes tengan más confianza y redescubran el coraje y la alegría de convertirse en padres. Tal vez no debería decir esto, pero lo diré: hoy preferimos tener un perrito que un niño. Su tarea es muy limitada, ¡pero la de los veterinarios está creciendo! Y eso no es una buena señal.

Ustedes, los otorrinolaringólogos, cuidan ciertos órganos que son necesarios para nuestras relaciones y nos mantienen en contacto con los demás y con la comunidad. En el Evangelio vemos a Jesús acercándose a personas sordomudas que vivían en soledad y aislamiento. Y observamos que al curarlos hace un gesto y pronuncia determinadas palabras. Creo que estos gestos y palabras pueden ser una inspiración para Ustedes, porque en ellos resplandece la compasión y la ternura de Dios por nosotros, especialmente por aquellos que están experimentando el cansancio de la relación.

Junto con los muchos profesionales de la salud, ustedes son uno de los pilares del país. El recuerdo de la pandemia sigue ardiendo: sin la dedicación, el sacrificio y el compromiso de los trabajadores de la salud, se habrían perdido muchas más vidas. Tres años después, la situación sanitaria en Italia atraviesa una nueva fase de criticidad que parece estar convirtiéndose en estructural. La escasez de personal es constante, lo que provoca cargas de trabajo inmanejables y la consiguiente huida de las profesiones sanitarias. La continua crisis económica afecta a la calidad de vida de pacientes y médicos: ¿cuántos diagnósticos precoces no se realizan? ¿Cuántas personas abandonan el tratamiento? ¿Cuántos médicos y enfermeras, desanimados y cansados, abandonan o prefieren irse a trabajar al extranjero?

Estos son algunos de los factores que perjudican el ejercicio de ese derecho a la salud que forma parte del patrimonio de la doctrina social de la Iglesia y que está sancionado por la Constitución italiana como un derecho de la persona, es decir, de todos -sin excluir a nadie-, especialmente de los más débiles, y como un interés de la comunidad, porque la salud es un bien común. La salud pública italiana se basa en los principios de universalidad, equidad y solidaridad, que, sin embargo, hoy corren el riesgo de no ser aplicados. Por favor, mantengan este sistema, que es un sistema popular en el sentido de servicio a la gente, y no caigan en la idea de que tal vez sea demasiado eficiente -algunos dicen "moderno"- sólo medicina prepagada o medicina pagada y nada más. No. Este sistema hay que cuidarlo, hay que hacerlo crecer, porque es un sistema de servicio al pueblo.

Luego hay otros dos fenómenos opuestos e igualmente peligrosos que se están extendiendo: por un lado, la búsqueda de la salud a toda costa, la utopía de la eliminación de la enfermedad, eliminando la experiencia cotidiana de vulnerabilidad y limitación; por otro, el abandono de los más débiles y frágiles, en algunos casos con la propuesta de la muerte como único camino. Pero una medicina que renuncia al tratamiento y se atrinchera detrás de procedimientos deshumanizados y deshumanizantes ya no es el arte de curar. Por otra parte, hay que acercarse al enfermo con la actitud del buen samaritano (cf. Lc 25-37), que no mira hacia otro lado, sino que se inclina hacia el hombre herido y alivia su sufrimiento, sin hacer preguntas, sin dejar que su corazón y su mente se cierren por prejuicios, sin pensar en su propio provecho. Esta parábola evangélica os ayudará a mirar siempre los rostros de los pacientes, jóvenes y mayores: a acogerlos y esperarlos, a escuchar sus historias, a sostenerlos cuando el camino se hace más difícil. La palabra clave es compasión, que no es lástima; no lástima, es compasión. ¡Es una herramienta de diagnóstico insustituible! Después de todo, Jesús es el médico por excelencia, ¿no es así? Hay tres rasgos de Dios que siempre nos ayudan a seguir adelante: cercanía, compasión y ternura. Me gusta pensar que todos los trabajadores de la salud, nosotros, los trabajadores de la salud, ustedes, de la salud física y también de la salud mental y espiritual en alguna medida, debemos tener estas tres actitudes: cercanía, compasión y ternura. Y esto ayuda mucho, esto construye sociedad. Os deseo esto: que seáis cercanos, compasivos y tiernos.

Lo último. Quien está llamado a cuidar de los demás no debe dejar de cuidarse a sí mismo. En los últimos años, se ha puesto a prueba la resiliencia de médicos, enfermeras y profesionales de la salud. Las intervenciones son necesarias para dignificar su trabajo y fomentar las mejores condiciones para que se lleve a cabo de la manera más eficaz. ¡Cuántas veces sois víctimas!

Os agradezco también vuestro compromiso asociativo: es importante. Animo a los jóvenes a seguir esta carrera, que es una forma exigente de trabajar mientras se cuida de los demás.

Queridos hermanos y hermanas, que la intercesión materna de la Virgen María os acompañe. Os bendigo de corazón, junto a vuestras familias. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias." .


https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2023/11/18/0806/01756.html


Cari fratelli e sorelle, benvenuti!

Sono contento di incontrarvi, quali membri della Federazione Italiana Medici Pediatri e dell’Associazione Otorinolaringologi Ospedalieri Italiani, e di esprimervi il mio apprezzamento per il vostro lavoro quotidiano. Infatti, nelle vostre diverse specializzazioni, avete scelto di lavorare al servizio delle persone bisognose di cure. È bello, questo!

Voi pediatri, in particolare, siete punti di riferimento per le giovani coppie. Li aiutate nel loro compito di accompagnare i bambini nella crescita. I figli sono sempre un dono e una benedizione del Signore: nei Salmi c’è quella bella immagine della famiglia riunita intorno alla mensa con i figli «come virgulti d’ulivo» (Sal 128,3). L’Italia purtroppo è un Paese che invecchia: speriamo che si possa invertire la tendenza, creando condizioni favorevoli perché i giovani abbiano più fiducia e ritrovino il coraggio e la gioia di diventare genitori. Forse questo non dovrei dirlo, ma lo dico: oggi si preferisce avere un cagnolino che un figlio. Il vostro compito è molto limitato, ma cresce quello dei veterinari! E questo non è un buon segnale.

Voi, medici otorinolaringoiatri, curate alcuni organi che sono necessari alle nostre relazioni e ci tengono in contatto con gli altri e con la comunità. Nel Vangelo vediamo Gesù accostarsi a persone sorde, e mute, che vivevano nella solitudine e nell’isolamento. E osserviamo che nel guarirle compie un gesto e pronuncia parole particolari. Penso che questi gesti e queste parole possano essere di ispirazione per voi, perché in esse traspare la compassione e la tenerezza di Dio per noi, specialmente per chi vive la fatica della relazione.

Insieme ai tanti professionisti della sanità, voi costituite una delle colonne portanti del Paese. È ancora bruciante il ricordo della pandemia: senza la dedizione, il sacrificio e l’impegno degli operatori sanitari, molte più vite sarebbero andate perdute. A distanza di tre anni, la situazione della sanità in Italia si trova ad attraversare una nuova fase di criticità che sembra diventare strutturale. Si registra una costante carenza di personale, che porta a carichi di lavoro ingestibili e alla conseguente fuga dalle professioni sanitarie. La perdurante crisi economica incide sulla qualità della vita dei pazienti e dei medici: quante diagnosi precoci non vengono fatte? Quante persone rinunciano a curarsi? Quanti medici e infermieri, sfiduciati e stanchi, abbandonano o preferiscono andare a lavorare all’estero?

Sono questi alcuni dei fattori che ledono l’esercizio di quel diritto alla salute che fa parte del patrimonio della dottrina sociale della Chiesa e che è sancito dalla Costituzione italiana quale diritto dell’individuo, cioè di tutti – nessuno escluso –, specialmente dei più deboli, e quale interesse della collettività, perché la salute è un bene comune. La sanità pubblica italiana è fondata sui principi di universalità, equità, e solidarietà, che però oggi rischiano di non essere applicati. Per favore, conservate questo sistema, che è un sistema popolare nel senso di servizio al popolo, e non cadete nell’idea forse troppo efficientista – alcuni dicono “moderna” –: soltanto la medicina pre-pagata o quella a pagamento e poi nient’altro. No. Questo sistema va curato, va fatto crescere, perché è un sistema di servizio al popolo.

Ci sono poi altri due fenomeni opposti e ugualmente pericolosi che si vanno diffondendo: da un lato, la ricerca della salute a tutti i costi, l’utopia dell’eliminazione della malattia, rimuovendo l’esperienza quotidiana della vulnerabilità e del limite; dall’altro, l’abbandono di chi è più debole e fragile, in alcuni casi con la proposta della morte come unica via. Ma una medicina che rinuncia alla cura e si trincera dietro procedure disumanizzate e disumanizzanti non è più l’arte del curare. La persona malata va invece accostata con l’atteggiamento del buon samaritano (cfr Lc 25-37), che non si volta dall’altra parte, ma si china sull’uomo ferito e lenisce la sua sofferenza, senza farsi domande, senza lasciarsi chiudere il cuore e la mente da pregiudizi, senza pensare al suo tornaconto. Questa parabola evangelica vi aiuterà a guardare sempre i volti dei pazienti, piccoli e grandi: a dare loro accoglienza e speranza, ad ascoltare le loro storie, a sostenerli quando il cammino si fa più arduo. La parola-chiave è compassione, che non è compatimento, no, compassione, è un con-patire. È uno strumento diagnostico insostituibile! Del resto, Gesù è il medico per eccellenza, non è vero? Sono tre i tratti di Dio che ci aiutano sempre ad andare avanti: la vicinanza, la compassione e la tenerezza. A me piace pensare che tutti noi curatori della salute – noi, curatori della salute spirituale, voi, della salute fisica e anche psichica e spirituale in parte – dobbiamo avere questi tre atteggiamenti: vicinanza, compassione e tenerezza. E questo aiuta tanto, questo costruisce la società. Vi auguro questo: che siate vicini, compassionevoli e teneri.

L’ultima cosa. Chi è chiamato a prendersi cura degli altri, non deve trascurare di avere cura di sé. In questi ultimi anni, la resistenza dei medici, degli infermieri, dei professionisti sanitari è stata messa a dura prova. Sono necessari interventi che diano dignità al vostro lavoro e favoriscano le migliori condizioni perché possa essere svolto nel modo più efficace. Tante volte voi siete vittime!

Vi ringrazio anche per il vostro impegno associativo: è importante. Incoraggio i giovani a intraprendere questa strada professionale, che è un modo esigente di lavorare prendendosi cura del prossimo.

Cari fratelli e sorelle, vi accompagni la materna intercessione della Vergine Maria. Vi benedico di cuore, insieme alle vostre famiglie. E per favore non dimenticatevi di pregare per me. Grazie.



4. Audiencia a los miembros de la Sociedad Italiana de Cirugía, 16 de octubre de 2.024.

 

Esta mañana, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los miembros de la Sociedad Italiana de Cirugía y se ha dirigido a ellos con el siguiente discurso:

 

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Me alegra encontrarme con vosotros con ocasión del 126.mo Congreso Nacional de la Sociedad Italiana de Cirugía, titulado "El futuro del cirujano, el cirujano del futuro", celebrado aquí en Roma. Saludo cordialmente al presidente de la Sociedad, a los miembros del Consejo de Administración y a todos vosotros.

Los que hablan de futuro, hablan de esperanza, de proyecto, de compromiso. ¡Has desarrollado un hermoso tema! Y en este sentido, vuestro trabajo es precioso para el hombre, que es una criatura bella y frágil, una criatura ávida de vida y de futuro y al mismo tiempo muy vulnerable. Por eso, es importante que vuestro estilo sea siempre humano y profesional, propio de quien se ocupa de los que sufren, para que ante todo los toméis en serio, combinando competencia y ética en todas vuestras intervenciones, de acuerdo con la cultura de la salud, que es un servicio a la persona en su integridad. Pensemos en el futuro del cirujano a partir de una cultura de dedicación a su hermano, especialmente si es pobre y marginado. Es siempre el hombre el que vive y muere, el que sufre y sana, no sólo sus órganos o tejidos.

Por el contrario, se corre el riesgo, incluso para los médicos, de perder su vocación, colocándose fuera de esa alianza terapéutica, que pone en el centro a los enfermos o heridos. La medicina moderna, de hecho, a veces tiende a centrarse mucho en la dimensión física del hombre, en lugar de considerarlo en su totalidad y singularidad. De esta manera, sin embargo, el cuerpo se convierte en un objeto desnudo de investigación científica y manipulación técnica, en detrimento del paciente, que pasa a un segundo plano. En cambio, la ciencia es para el hombre, no el hombre para la ciencia. Una ciencia humana.

Hoy en día, en una época en la que la cirugía hace uso de muchas nuevas tecnologías, incluida la inteligencia artificial, es bueno no olvidar nunca que nada puede prescindir de la "mano" del cirujano. Cirugía significa "trabajo hecho con la mano", "operación de la mano". Y así es exactamente: para curar, los cirujanos tienen que herir, cortar, cortar. Por eso, cuando tengáis en vuestras manos el cuerpo humano, creado a imagen de Dios, actuad como "artesanos de la salud", trabajando para los demás con el mismo cuidado con el que os gustaría ser tratados. Reflexiona tú sobre los gestos que, como profesional, puedes poner en práctica, y junto, en equipo con tus cooperantes, no tengas miedo de promover, especialmente entre los jóvenes, una formación humana, científica, tecnológica y psicológica: de ahí vendrán las mejores características de los futuros cirujanos.

Vuestro trabajo y vuestra misión serán siempre muy importantes: por tanto, os invito a ser guardianes de la vida de los que sufren, guardianes de la vida de los que sufren. Sin embargo, incluso cuando una persona no puede recuperarse, siempre puede curarse, de modo que nadie sea considerado o se sienta como un desperdicio.

Y a este respecto, estimados cirujanos, quisiera concluir ofreciéndoos un icono que puede inspirar el futuro de vuestra profesión: el icono de Jesús, médico de las almas y de los cuerpos, es decir, de todo el hombre, narrado en la parábola del buen samaritano (cf. Lc 10, 30-37). En ella, el que se preocupa ve y se detiene sin prisa: se compadece de los que encuentra,  se acerca a él y venda sus heridas. Él ve, tiene compasión, se acerca y venda sus heridas. Estas son las actitudes que les recomiendo: ver con amor, sentir compasión, estar cerca y cuidar. Así es como todo buen médico se convierte en el prójimo del paciente.

Gracias por todo lo que hacéis, incluso con tanto sacrificio. Os animo a dedicaros apasionadamente a la humanidad que sufre, de la que todos formamos parte.

Que María, salud de los enfermos, acompañe vuestro servicio, consolándoos en las dificultades del trabajo y de la investigación. Bendigo a cada uno de vosotros, a vuestras familias y a todos los agentes sanitarios que colaboran con vuestra Sociedad. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí: pero recen a favor... ¡Gracias!



Udienza ai Membri della Società Italiana di Chirurgia, 16.10.2024



Questa mattina, il Santo Padre Francesco ha ricevuto in Udienza i Membri della Società Italiana di Chirurgia e ha loro rivolto il discorso che pubblichiamo di seguito:

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Cari fratelli e sorelle, buongiorno.

Sono lieto di incontrarvi in occasione del 126.mo Congresso nazionale della Società italiana chirurgia, dal titolo “Il futuro del chirurgo – il chirurgo del futuro”, svoltosi qui a Roma. Saluto cordialmente il Presidente della Società, i membri del Consiglio e tutti voi.

Chi parla di futuro, parla di speranza, di progetto, di impegno. Avete sviluppato un bel tema! E in questo senso la vostra opera è preziosa per l’uomo, che è una creatura bella e fragile, una creatura desiderosa di vita e di futuro e al tempo stesso tanto vulnerabile. Per questo è importante che il vostro stile sia sempre umano e professionale, di chi si prende cura dei sofferenti, perché anzitutto se li prenda a cuore, coniugando in ogni vostro intervento competenza e deontologia, secondo la cultura della salute, che sia servizio alla persona nella sua integrità. Pensate al futuro del chirurgo a partire da una cultura della dedizione al fratello, soprattutto se povero ed emarginato. È sempre l’uomo che vive e che muore, che patisce e guarisce, non solo i suoi organi o tessuti.

All’opposto c’è il rischio, anche per i medici, di smarrire la propria vocazione, collocandosi fuori da quell’alleanza terapeutica, che pone al centro chi è malato o ferito. La medicina moderna, infatti, a volte tende a concentrarsi molto sulla dimensione fisica dell’uomo, piuttosto che considerarlo nella sua totalità e unicità. Così, però, il corpo diventa un nudo oggetto d’indagine scientifica e di manipolazione tecnica, a scapito del paziente, che va in secondo piano. Invece la scienza è per l’uomo, non l’uomo per la scienza! Una scienza umana.

Oggi, in un tempo in cui la chirurgia si avvale di molte nuove tecnologie, tra cui l’intelligenza artificiale, è bene non dimenticare mai che nulla può prescindere dalla “mano” del chirurgo. Chirurgia significa “opera fatta con la mano”, “operazione della mano”. Ed è proprio così: per curare, i chirurghi devono ferire, incidere, tagliare. Quando dunque avete tra le mani il corpo dell’uomo, creato a immagine di Dio, agite come “artigiani della salute”, operando gli altri con la stessa cura con cui vorreste essere trattati voi. Riflettete sui gesti che, da professionisti, mettere in pratica, insieme, in squadra coi vostri cooperatori, e non abbiate paura di promuovere, specialmente tra i giovani, una formazione umana, scientifica, tecnologica e psicologica: verranno da qui le migliori caratteristiche dei futuri chirurghi.

Il vostro lavoro e la vostra missione saranno sempre importantissimi: vi invito perciò a essere custodi della vita di chi soffre – custodi della vita di chi soffre. Anche quando una persona non può guarire, può però sempre essere curata, perché nessuno sia mai considerato o si senta uno scarto.

E a questo riguardo, stimati chirurghi, vorrei concludere consegnandovi un’icona che può ispirare il futuro della vostra professione: l’icona di Gesù medico delle anime e dei corpi –  ossia di tutto l’uomo – narrata nella parabola del buon Samaritano (cfr Lc 10,30-37). In essa, colui che si prende cura vede e si ferma senza fretta: ha compassione di chi incontra, gli si fa vicino e ne fascia le ferite. Vede, ha compassione, si fa vicino e ne fascia le ferite. Sono questi gli atteggiamenti che io vi raccomando: vedere con amore, provare compassionefarsi vicino e prendersi cura. È così che ogni buon medico diventa il prossimo del paziente.

Grazie per tutto quello che fate, anche con tanto sacrificio. Vi incoraggio a dedicarvi con passione all’umanità che soffre, della quale tutti facciamo parte.

Maria, salute degli infermi, accompagni il vostro servizio, confortandovi nelle fatiche del lavoro e della ricerca. Benedico ciascuno di voi, le vostre famiglie e tutti gli operatori sanitari che collaborano con la vostra Società. E, per favore, non dimenticatevi di pregare per me: ma pregare a favore … Grazie!

Texto original en: 

https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2024/10/16/0799/01588.html

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