Encuentros de los Papas con Empresarios, Industriales, Comerciantes
Encuentro
del S. P. Francisco con Representantes de la Confederación Nacional de
Artesanía y de la Pequeña y Mediana Empresa (CNA) de Italia, 15.11.2024
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Con gusto les doy la bienvenida con ocasión de la Asamblea
anual de la Confederación Nacional de la Artesanía y de la Pequeña y Mediana
Empresa. Saludo al presidente y a todos los miembros de vuestra asociación
profesional, tan extendida por toda Italia.
El artesanado es una actividad muy querida por mí porque
expresa bien el valor del trabajo humano. Cuando creamos con las manos, al
mismo tiempo activamos la cabeza y los pies: el hacer es siempre el resultado
de un pensamiento y de un movimiento hacia los demás. La artesanía es un
homenaje a la creatividad. De hecho, el
artesano debe ser capaz de ver en la materia inerte una forma particular que
los demás no pueden reconocer. Y esto los hace colaboradores en la obra
creadora de Dios. Necesitamos vuestro talento para devolver el sentido a la
actividad humana y ponerla al servicio de los proyectos de promoción del bien
común.
Quisiera volver con vosotros a un famoso pasaje evangélico:
la parábola de los talentos (cf. Mt 25, 14-30). Un señor da a tres
siervos talentos para que los aprovechen. El que recibió cinco demuestra ser
emprendedor y gana otros cinco. El que ha recibido dos, hace lo mismo y se
procura dos más. Ambos son alabados por el maestro de la misma manera. No es la
cantidad lo que cuenta, sino el compromiso de hacer que los dones recibidos den
sus frutos. Justo lo que le falta al tercer sirviente, que, por miedo y pereza,
esconde su talento bajo tierra. Ha renunciado al ingenio porque no ha cultivado
una relación de confianza con su amo, con la vida y con los demás, una relación
de confianza con los demás.
Esta parábola es un canto a la confianza en Dios, y una
invitación a una "complicidad" sana y positiva —quisiera decir esta
palabra—, una "complicidad" con Dios, que nos hace partícipes de sus
bienes y cuenta con nosotros, cuenta con nuestra responsabilidad. Si quieres
crecer en la vida, debes abandonar el miedo y tener fe. A veces, especialmente
cuando aumentan los desafíos, nos sentimos tentados a pensar que el Señor es un
árbitro o controlador implacable en lugar de Aquel que nos anima a hacernos
cargo de la vida. Pero el Evangelio siempre nos llama a tener una mirada de fe.
No pensemos que lo que logramos es solo el resultado de nuestras habilidades o de
nuestros méritos. También es el resultado de la historia de cada uno de
nosotros, es el resultado de muchas personas que nos han enseñado a seguir
adelante en la vida, empezando por nuestros padres. El trabajo que hago es el
resultado de una historia que nos ha hecho capaces de hacer esto. También tú,
si eres un apasionado de tu trabajo, y si a veces te quejas con razón porque no
se te reconoce adecuadamente, es porque eres consciente del valor de lo que
Dios ha puesto en tus manos, no solo para ti sino para todos.
Todos necesitamos dejar de lado el miedo que paraliza y
destruye la creatividad. También podemos hacerlo en la forma en que vivimos
nuestro trabajo diario, sintiéndonos partícipes del gran plan de Dios, capaces
de sorprendernos con sus dones. Detrás de nuestras riquezas no solo hay
habilidad, sino también una Providencia que nos lleva de la mano y nos conduce.
La artesanía puede expresar bien todo esto, si se acompaña día a día de la
conciencia de que Dios nunca nos abandona, de que somos obras maestras de sus
manos, y por eso somos capaces de crear obras originales.
También me gustaría elogiar su trabajo porque embellece el
mundo. Vivimos en tiempos de guerra, de violencia. Cuando en todas partes las
noticias son así y parecen hacernos perder la fe en las capacidades del ser
humano, la mirada a sus actividades nos consuela y nos da esperanza. Embellecer
el mundo es construir la paz. Un economista me dijo que las inversiones que más
ingresos dan hoy, en Italia, son las fábricas de armas. Esto no embellece el
mundo, es feo. Si quieres ganar más, tienes que invertir para matar. Pensemos
en esto. No olvidéis – repito – que embellecer el mundo es construir la paz. La
encíclica Fratelli tutti definió a los constructores de paz como
artesanos capaces de iniciar procesos de recuperación y de encuentro con el
ingenio y la audacia (cf. n.
225). El mismo ingenio y la misma audacia que utilizas para crear las
muchas obras destinadas a enriquecer el mundo.
Y Dios llama a todos los hombres y mujeres a trabajar de
manera artesanal, como él, a trabajar en ese proyecto de paz que él tiene. Por
eso distribuye sus talentos en abundancia, para que sean puestos al servicio de
la vida y no sepultados en la esterilidad de la muerte y la destrucción, como
hacen las guerras, fomentadas por el enemigo de Dios.
Queridos amigos, gracias por lo que saben lograr a través
de su trabajo; Y gracias también por vuestro compromiso social: ¡este también
es un trabajo que requiere paciencia y planificación! Que San José el artesano
siempre os inspire a vivir vuestro trabajo con creatividad y pasión. Os bendigo
de corazón a todos, bendigo a vuestras familias. Y por favor, no se olviden de
rezar por mí. ¡Gracias!
Biodiversidad vs. homogeneidad y monotonía: entre la
legítima libertad, el pensamiento único y la inclusión.
Algunos desafíos genéticos,
vegetales, animales y culturales del momento presente. Un llamado desde la
esperanza.
A propósito de la XVI Conference of
the Parties under the Convention on Biological Diversity (COP 16 - Convenio sobre la Diversidad Biológica - CBD)
en Cali, Colombia (21 de octubre a 1º de noviembre de 2024).
Río Pance, uno de los ríos que nacen en los Farallones y atraviesan al municipio y distrito de Cali, Valle del Cauca. La foto es tomada de la Fundación Farallones.
La biodiversidad
biológica-genética y una “lectura” cultural. El caso del Valle del Cauca
La biodiversidad en los procesos
de hominización y de humanización. “Lecciones” de la historia colombiana,
vallecaucana y caleña
El problema, que es de todos, nos
concierne a todos
Aportes desde la consideración de
la justicia social y medioambiental
Un criterio previo: la “lectura de
los signos de los tiempos”
Esbozo de algunos desarrollos
teológicos, canónicos y magisteriales de este criterio
Asuntos (algunos) pendientes
Conclusión
Bibliografía
Observación
metodológica preliminar
En
este trabajo he querido prescindir al máximo del “aparato crítico” de modo que
se facilite la lectura seguida del texto, ya que sus eventuales lectores – con
las ayudas técnicas que tienen a su alcance: una IA cualquiera, p. ej. – muy
probablemente de inmediato sabrán (o podrán saber) a qué fuentes he acudido
para su elaboración, fuentes públicas o publicadas que, sin embargo, son
citadas en la bibliografía. Al mismo tiempo que invito a los bondadosos lectores a acudir provechosamente a los textos originales de dichas fuentes, agradezco a sus autores (y/o propietarios de sus derechos) el préstamo – que no cobro
ni compraventa – que hago de estos hallazgos y argumentos suyos (¡14%!). Lo demás es
de mi propia cosecha.
Como
ocurre en muchos temas, y este no es la excepción, las opiniones están
divididas: no sólo por la diversidad de posibles acercamientos a la cuestión
(científicos o no), sino, especialmente, porque los intereses que existen tras
la situación actual (delicada, urgente, compleja) y a su debate correspondiente
son inconmensurables, variados, poderosos y, en muchísimos casos (si no en todos) las
consecuencias que derivan de los hechos que la originan son aún imprevisibles. Veamos en un rápido vuelo.
Hay
quienes, con diversos matices y proporciones, se ubican en el extremo de negar
la existencia de este como un problema real (próximo o lejano, muchas veces
indiferenciado), o de considerar que todo consiste en – y habría que seguirlo
dejando en manos de – los automatismos de la naturaleza: bastaría dejarlos
actuar – ella es ¡sabia!, se dice – que, así como nos han traído hasta hoy,
poseen, en sí mismos los recursos necesarios y suficientes para arreglar
cualquier desastre que se pudiera presentar, inclusive el producido por los
propios seres humanos.
En
el otro extremo – porque también en ello existe “polarización” – se encuentran los
que asumen causas reivindicatorias, en algunos casos con perfiles apocalípticos,
terroríficos y espantosos, porque, lo que está en juego, dicen, y es inminente,
amenaza nuestro propio exterminio como género humano; o porque sugieren una
devastación universal para la que sólo unos pocos estarían preparados – por
diversos factores, genéticos, económicos, etc. –, o a la que, de hecho,
sobrevivirían.
A
otros, en esta “dialéctica” del proceso histórico, poco les interesa el
problema en sí mismo y su mejor (calificadamente humano y ético: alto, noble, consensuado,
integral y universal) tratamiento, porque, sean las que fueren las condiciones
y las respuestas, ellos “aprovecharán la situación”, “harán su negocio” (política,
económicamente) o, al menos, querrán e intentarán hacerlo.
Otros,
en fin, nada saben acerca de ello, o les vale o interesa (“todo”) un bledo …
Pero,
según el sentir de muchos, son inocultables los problemas que afectan
directamente la biodiversidad. Si nos referimos a los biosistemas terrestres, la afectan la erosión (desgaste de suelos), la desertificación (transformación de
tierras fértiles en terrenos de piedras y arena) y la deforestación (despoje y
destrucción de bosques), cuyo origen puede establecerse en forma precisa tanto
en fenómenos naturales como en agentes humanos que adoptan comportamientos
irracionales – antisociales – que siguen y atienden sólo a sus propios
intereses, que no asumen la decisión de ser una respuesta proporcional,
sanadora, inteligente y responsable a necesidades reales. En otros casos el
origen se ha de atribuir a la interacción de los fenómenos naturales con la
acción humana, como ocurre muchísimo en la contaminación de aguas y del aire, en
sequías o en inundaciones prolongadas, en la sobreexplotación de suelos, la urbanización,
el cambio climático local, regional y global, en prácticas agrícolas
insostenibles, monocultivos agroindustriales, minería irresponsable, etc.).
El
primer punto que deseo (intentar) tratar se refiere a puntualizar en qué
consiste el tema – y el problema – de la biodiversidad y su amplitud conceptual
(sentidos estricto y extenso): ¿En qué consiste, más técnicamente hablando, el asunto de la “biodiversidad”?
Ante todo, señalemos, desde el comienzo de la existencia de nuestro Planeta, se han sucedido numerosísimos y variadísimos seres vivos, siendo reemplazadas unas especies, géneros, familias, etc., por otras, originadas, en últimas, en un mismo “caldo” (o “sopa primordial”) vital (condiciones específicas de temperatura, niveles de oxígeno, agua y de otros elementos, moléculas favorables, etc.). Cada una de ellas posee las características propias que describen los biólogos quienes, para explicarse, se remontan a más de tres o cuatro mil millones de años, es decir, cuando comenzaron a existir las bacterias (cuyos “muchos complejos mecanismos bioquímicos comunes a todos los organismos vivos” dividen las opiniones entre quienes promueven la tesis documentada de la espontaneidad en su surgimiento, y la de quienes consideran que, por el contrario, provino, como sucedería también en otras partes del universo, de nuestro exterior planetario, como por “siembra”). De ellas, en cierto tiempo, modo y lugar, “toda” vida provino.
Detengámonos en este punto, por un momento, para recordar la importancia que tuvo – y sigue teniendo – un componente esencial en este surgimiento y conservación de la vida: la radiación electromagnética, cuya energía es generada principalmente por el sol en nuestro sistema solar, pero cuyos efectos no sólo se pueden ver en el espectro visible sino en otros como la radiación infrarroja, la radiación ultravioleta, los rayos X y los rayos gamma). Por obra de la invención y de la acción humana se deben enumerar entre otras aplicaciones aquellas más conocidas como las ondas radiales y las microondas. ¿De qué manera influyeron, e influyen, las diversas especies de radiación electromagnética sobre diversos materiales minerales, en el surgimiento de la vida y en su preservación, en la diversificación, en la multiplicación y en la transformación de los seres vivos?
Demos la palabra en esto, una vez más, a los expertos que nos lo explican y refiramos a las obras de física y química en las que detalladamente se incluyen tales ilustraciones. De la misma manera, a las instituciones (como la OMS y otras que están en conexión con ella) que procuran advertirnos de las consecuencias beneficiosas y nocivas que se derivan de las leyes, teorías y principios físicos, químicos y biológicos involucrados. Recordemos, p. ej., los descubrimientos asociados con los vidrios y con los prismas en particular, de qué manera se llegó a reconocer la existencia de la luz infrarroja. Pero, así mismo, dado que una fuerte radiación no sólo calienta los vidrios – causando en ellos su dilatación y su contracción – sino que puede producir su ruptura o cambios en su estructura molecular, es necesario tomar las precauciones necesarias, p. ej., no introducir seres u objetos vivos en un microondas, ni calentar en estos agua en recipientes de vidrio, ni colocar dentro de ellos recipientes metálicos, como advierten siempre y perentoriamente los fabricantes de tales utensilios, cuyas instrucciones deben ser seguidas para operarlos con seguridad.
Habiendo sido cuestionada radicalmente la posibilidad de la “generación espontánea”, de nada sirve alegar que la vida proviene en nuestro Planeta de la llegada a ella de “compuestos orgánicos complejos” provenientes de fuera de él – que luego aquí se habrían reproducido –, pues se traslada a allá y a entonces la pregunta por sus orígenes: ¿Si el universo – dentro de la hipótesis científica del Big Bang en sus diversas formulaciones, robustecida y confirmada por el primer artículo de la fe, “creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra” – no es eterno, y, en consecuencia, en algún momento comenzó a existir en él la vida en sus primeras y virtuales innumerables formas posibles o realmente existentes: cuándo, dónde, y, sobre todo, cómo surgió entonces la vida?
De manera análoga se plantea la situación para nuestro caso terrestre. La mejor hipótesis, se señala, hasta el momento, consiste en que, indudablemente, por aquel lejano entonces, fueron fundamentales, esenciales, las condiciones atmosféricas reinantes (con abundante hidrógeno en diversas presentaciones, metano – carbono, nitrógeno, oxígeno –, amoníaco y agua), recreadas en varios intentos por sucesivos científicos. De ello existen varias hipótesis. Pero, cualquiera haya sido la composición de la atmósfera, fue necesario un detonante: esta acción se les atribuye a las descargas eléctricas producidas por los relámpagos y los rayos, seguramente más abundantes en ese instante. De esa manera se habrían producido aquellos elementos componentes y previos de aminoácidos y de alfahidroxiácidos, etc., precedentes de las proteínas, de los carbohidratos y de los ácidos nucleicos que se encuentran en todas las formas de vida terrestre.
Así como sucede con los minerales, la exposición de los seres vivos, plantas y animales, a las diferentes formas de radiación, así como han sido tan positivas en el sentido que lo hemos mencionado, también pueden llegar ser sumamente nocivas, mortales inclusive, si no se las considera inteligente, oportuna y precautelativamente: su calentamiento puede causarles daños, incluso la muerte, y su ionización puede trastornar o descomponer su estructura celular así como, directamente, interferir en las síntesis de las proteínas y en la comunicación de las células, interfiriendo sus procesos. De esta manera, la biodiversidad, sobre todo la que ya se encuentra en peligro de extinción, se ve – ya se ha visto – afectada (v. gr. por los residuos atómicos, por las “fugas radioactivas accidentales” o como resultado de las bombas nucleares). Más aún, ha sido detectado que una exposición prolongada de células de seres vivos a las radiaciones, y muy precisamente en los seres humanos, ha tenido como consecuencia que se produzcan en estos problemas en la reproducción, daño cerebral y, de manera especial, cáncer (carcinoma basocelular, carcinoma espinocelular y melanoma), como consecuencia de una sobreexposición al sol (radiación ultravioleta), aunque no exclusivamente en aquellas porciones de piel así expuestas.
Ahora bien, siendo tantos y tan variados los seres vivos, en la Tierra podemos
hablar, desde otro punto de vista y nivel de explicación, de la existencia de múltiples factores que apelan a un origen común y a
la coparticipación (al menos hasta cierto punto) de elementos comunes –
algunos, muchos de ellos, no sabemos todavía bien, son o parecen ser
“intercambiables” –.
Célebre
y válido, hasta el momento, fue el trabajo investigativo desarrollado por el
fraile Gregorio Méndel, quien a finales del siglo XIX estudió y describió las
“leyes de la herencia” biológica. Así la describen:
“La 1ª ley de Mendel o ley
de la uniformidad indica que cuando se cruzan dos líneas puras que
difieren en un determinado carácter, todos los individuos de la F1
presentan el mismo fenotipo independientemente de la dirección de cruce”. Para
demostrarlo, “Mendel cruzó plantas de dos líneas puras, la denominada
generación parental o P, unas que tenían las flores de color violeta con otras
que las presentaban blancas. La descendencia obtenida de estos cruces presentó
en todos los casos las flores de color violeta. Constituía la primera
generación filial o F1 que, por tratarse de descendientes de dos
líneas puras, Mendel los llamó también híbridos. Al carácter que se manifiesta
en los híbridos de la F1 lo denominó dominante y al que no se manifiesta
lo llamó recesivo. Para asegurarse de que el resultado era independiente del
sexo de los progenitores, Mendel llevó a cabo un cruzamiento recíproco, es
decir, si en el primer cruce había polinizado a las plantas de flores blancas
con el polen de plantas de flores de color violeta, obtuvo el cruzamiento
recíproco haciéndolo a la inversa. Los resultados fueron similares, todos los
descendientes seguían presentando las flores de color violeta.”
Ese factor o carácter fenotípico, dominante o recesivo, se puede advertir en los genes de las semillas, ciertamente, pero también en los de los animales y en los de los seres humanos (v. gr., entre los dominantes: "el pelo crespo, el grupo sanguíneo, la nariz aguileña, los labios gruesos, vellos en el antebrazo, hoyuelos en las mejillas, pestañas largas, cabellera abundante").
El
descubrimiento progresivo (durante casi un siglo hasta Watson y Crick) del ADN (ácido
desoxirribonucleico) y del ARN (ácido ribonucleico), en este terreno,
nos deja estupefactos, porque uno y otro participan, con las proteínas, en los
procesos biológicos esenciales de los seres vivos.
En
efecto, las investigaciones ambientales y biológicas nos permiten comprender
mejor las bases moleculares de la vida (“la secuenciación del
ADN significa determinar el orden de los cuatro componentes básicos
químicos, llamados "bases" – Adenina (A) siempre forma pareja con
timina (T); citosina (C) siempre forma pareja con guanina (G) –, que forman la
molécula de ADN. La secuencia les informa a los científicos la clase de
información genética que se transporta en un segmento específico de ADN”) y de
su evolución, al tiempo que nos brindan acceso a las posibles, probables o
mejores “formas de manipulación de estas, sobre todo en el campo de la salud, en
orden a lograr nuevas y mejores terapias y curas de enfermedades, pero también
en otros campos, como aquellos orientados a obtener nuevas fuentes energéticas
o a elaborar nuevos productos”. Esas investigaciones, igualmente, contribuyen a
cualificar los métodos “taxonómicos” en botánica y en otras ciencias biológicas,
“a revelar y a aminorar los riesgos que se presentan a especies amenazadas, a
hacer seguimiento al comercio ilegal, a determinar el origen geográfico de los
productos, y a hacer una planificación que permita una adecuada y eficiente
gestión de la conservación de estos”. Así mismo, cooperan enormemente a conocer
mejor los mecanismos presentes en la tensión salud-enfermedad, e, incluso,
forman parte de la atención médica, las nuevas tecnologías que emplean hoy en
día subdisciplinas de la genética y de la genómica como la “bioinformática”, mediante
la cual, gracias al computador (y a la IA) se recogen información y datos
biológicos (secuencias de DNA y de aminoácidos y anotaciones acerca de las
mismas), se los archiva (se los organiza y se les ubica en un índice), se los
analiza y luego se los disemina entre científicos y clínicos.
Con
todo, los mismos expertos y quienes manejan el problema en los más altos
niveles de la sociedad internacional “no logran concordar en lo que consistiría
una necesaria “información digital sobre secuencias” – uno de los temas sobre
los cuales se discutirán y precisarán los diferentes puntos de vista durante la COP16 – a la
cual pudieran acudir todos los países ni en los tipos, dimensiones y alcances que
deberían tener los intercambios de esa “información”, especialmente cuando ella
va a ser empleada en asuntos tan delicados como la salud humana, animal o
vegetal, en la salud alimentaria o en el medio ambiente”. Tales diferencias en
los planteamientos provienen de factores terminológicos tales como el material
mismo que se rotula, pero en ellas repercuten también factores tales como “el
acceso y la distribución de beneficios”. Sin embargo, la necesidad de alcanzar
una concertación satisfactoria deriva ante todo de “la importancia de poseer un
instrumento que permita la conservación y la utilización sostenible de los
recursos genéticos para la alimentación y la agricultura”. Por todo ello, crece
la conciencia de incrementar y ampliar el ámbito inter y transdisciplinar al
tratar esta cuestión. Ya son varios los organismos empeñados en este propósito
“analizando (todo) en el marco de diversos instrumentos, incluidos el Convenio
sobre la Diversidad Biológica, el Tratado
Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la
Agricultura, el Marco
de preparación para una gripe pandémica de la Organización Mundial de la Salud
(OMS) y laConvención
de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. En 2017
la Comisión estableció una nueva línea de trabajo relativa a la “información
digital sobre secuencias” en su Programa de trabajo plurianual”.
Pero
¿hasta qué punto estos magistrales descubrimientos nos acercan a, o nos alejan de,
los problemas reales relacionados con la biodiversidad?
De
otro lado, sin embargo, somos muchos los que nos alegramos de la
“biodiversidad” existente en nuestra Tierra, y, en particular, de aquella tanto
natural como humana de nuestra patria colombiana, así como la elogian y la disfrutan
numerosos nacionales y extranjeros. Así como, en la creación, “Dios vio que
esto era bueno” (Gn 1,10.12.18.21.25), también podemos afirmar que era
“bello”, y lo sigue siendo, con la bondad y la hermosura de la que participan
de su Creador. De esta manera, este universo – y más concretamente esta Tierra
nuestra, en la que nacemos, vivimos y morimos – no “está ahí” (como decía el
filósofo) sólo para ser conocido, aprovechado y, lamentablemente aún, explotado
(criterios “práctico-prácticos”), sino también – y, particularmente – para ser
disfrutado, “cultivado” y “cuidado” (cf. Gn 2,5.15).
Bien
sabido es, de otro lado – y en esto acuda cada cual, una vez más, a su propia y
tan variada experiencia y a los conocimientos adquiridos desde la infancia que
nos permiten observar esta realidad que estamos describiendo desde nuestro
propio y personal punto de vista subjetivo – que, gracias a nuestros “cinco
sentidos”, podemos percibir los olores (olfato), los sabores (gusto), la luz,
los colores, las figuras, los movimientos (vista), los sonidos (oído), la
presión, la dureza, la textura, la temperatura (el tacto mediante nuestra piel),
que producen en nosotros no sólo sensaciones sino sentimientos que, a la vez
que nos evocan recuerdos y nos hacen proyectar ilusiones y creaciones, nos
permiten relacionarnos con los demás.
De
esta manera, dos nuevos y poderosos criterios – inclusive pedagógicos, a veces
tan olvidados – ingresan en la historia humana y en la formación “auténtica” de
los individuos y de los pueblos: el de la “contemplación” de la naturaleza y el
del “cuidado” (y “restauración”) de ella: criterios estéticos y de comunicación,
que en sus orígenes históricos tuvieron tanto qué ver con los ritos, con la
magia y con las religiones, y que, en la actualidad poseen indudables
expresiones en lo comercial, en lo pedagógico y en lo ornamental. Se trata
también, pues, de una cuestión y problemática que posee una vertiente peculiar
en la educación, la artística. Lamentablemente también, hay que ser conscientes
de ello y decirlo sin ambages, son todavía muchos, muchísimos, quienes, por
diversas causas, no tienen acceso ni pueden contemplar, alegrarse y disfrutar
de toda esta riqueza aérea, terrestre, marítima y fluvial.
Pensemos,
no más, en lo que gratuitamente nos ha sido dado por Dios a todos los hombres
del pasado, del presente y del futuro: en los “ecosistemas” marítimos y
terrestres, con sus innumerables especies de peces, mamíferos, aves, etc.
Se afirma, p. ej., que en el territorio colombiano la “biodiversidad”, ya no sólo genética sino por especies vegetales y animales, es sumamente significativa, especialmente cuando se la considera en forma comparativa con la que se
presenta en otras regiones y naciones. Demos algunos ejemplos y cifras: en
cuanto a especies animales, se habla de que existen en el momento (datos de
2022) 67.000 registradas, con la mayor diversidad mundial de aves (descuellan
el sirirí, con más de 146.000 registros, el gallinazo o chulo, con más de
140.000, y la tángara azuleja, con más de 131 mil registros) y mariposas; e,
igualmente, en cuanto a las especies vegetales, la mayor diversidad mundial de
orquídeas. Es el segundo más diverso en lo que se refiere a anfibios, peces de
agua dulce y reptiles, y en cuanto a los vegetales, de palmas y plantas. Es el
quinto en cuanto a mamíferos. Son 508 las especies de fauna y flora
consideradas exóticas o alóctonas (se destacan entre estas la garcita del
ganado, la paloma doméstica y el matarratón), de entre las cuales 22 son
consideradas invasoras. Y entre las endémicas se mencionan el carpinterito
colombiano (8.514 registros), la perdiz colorada (7.799 registros) y el chamicero
cundiboyacense (7.082 registros). Por el contrario, entre las especies en
peligro de desaparición se señalan el roble colombiano, con 8.097 registros, el
cedro americano, con 7.251 registros, y, entre las aves, la cacique candela,
con 7.046 registros.
En
el solo Valle del Cauca se pueden mencionar:
a)
de la región costera pacífica y su vertiente: los manglares (piñuelo, rojo, negro
o iguanero, nato y blanco o amarillo), la ballena jorobada o yubarta, los
cangrejos (ermitaño, fantasma y de manglar), la piangua y el caracol littorina,
la culebra perico verde, el escarabajo longicornio, la araña (de tela de
guardería), la tytira enmascarada, el zarapito común, la gaviota (común,
reidora y real), la tángara (diadema, barbirrufa, dorada y lacrada), el piquero
café, el chorlito semipalmeado, el pelícano común, el toche ejalmado, el
colibrí (collarejo, ermitaño leonado), el torito cabecirrojo, el clarinero
primavera, el mielero verde, y otras 57 especies más de aves;
b)
de la región andina: las orquídeas (de la paz, Pérez et E. Santiago), el
café, 243 especies de plantas (epífitas, hepáticas, líquenes y trepadoras
leñosas) y vasculares, 19 de helechos y 74 de orquídeas, aproximadamente, entre
las que cabe mencionar el árbol de corbón, la caspi, el laurel, el carbonero,
el cedro, el yarumo, el encenillo, el olivo de cera, el drago, el otobo, siete
cueros, jigua, roble, aguacatillo, lulomoco y arboloco de montaña, la bromelia,
y las lianas o bejucos, los musgos; y entre las aves, el tucancito rabirrojo,
el colibrí collarejo y el turpial montañero o dorsidorado, el carpintero (habado,
de los robles, chillón pardo), el torito cabecirrojo, el asoma candela, el
currucutú común, el gallito de roca, el barranquero andino, el pato torrentero,
el martín-pescador matraquero, la oropéndola, la tángara multicolor, el trogón
collarejo, el bien-parado común, el carpinterito punteado, el barranquero; más
26 especies de anfibios (una de ellos la rana rubí), de arácnidos y gusanos
(vermiformes y helmintos como los miriápodos) y reptiles, 41 especies de
mamíferos, sobresaliendo en este grupo la población de monos aulladores, el oso
(perezoso de tres dedos, hormiguero, de anteojos), el zorro cañero, la chucha
común, el ocelote, el puma, el perro de monte, la ardilla de cola roja;
c)
de los bosques secos y tierras extremas: de su fauna, la serpiente cazadora, la
iguana, la taira o hurón mayor, el cusumbo; diversas aves: la batará carcajada,
el saltátor pío-judío, el bichofué gritón, el chamón, los cucaracheros, el
guaraguaco común, el cuco ardilla, el coclí, la guacamaya cariseca, el
garrapatero mayor; y, entre los insectos, diversas especies de hormigas, el
escarabajo cerambícido, las avispas (negra); de su flora, el zapatillo, los
cactus (opuntia, melocatus, stenocereus humilis y otros), la callandria,
bromelias, diversas orquídeas, el bejuco trepador, el gualanday, el samán, el
balzo, el caracolí;
d)
de los páramos: sobresale el frailejón, y, con él, el romero de páramo y el
pegamosco, la esterilla y el mortiño, la piñuela de páramo o cardón o achupaya,
la bromelia quiche, si bien igualmente se encuentran en esas alturas orquídeas de
diversas especies así como pajonales, arbustales y matorrales, y en sus
estribaciones, la vainilla, azucenas, balsos, cedros, laureles, jiguas, cerezos
de monte, palmas, sietecueros y mortiños; y, entre su fauna, hay que mencionar el
abejorro polinizador, múltiples invertebrados, y, de entre sus aves, la tángara
roja, el colibrí zafiro coroniazul, la batará carcajada, el turpial amarillo,
la pigua, la reinita del Canadá, el bienparado mayor, y el colibrí oreja
violeta;
e)
del valle geográfico del Río Cauca se deben destacar: de su flora: aparte de
los cultivos de caña de azúcar se encuentran también, entre otras plantas, el
chamburo, el loto, y, de entre los frutales, el mango, la guayaba, el
mamoncillo, el zapote, el aguacate, el níspero, el cacao, el mamey, la papaya,
el madroño, la chirimoya, la guanábana, el guamo, el achiote y el pan de árbol;
de su fauna: además de aves como el zambullidor común, la iguaza careta, la
polla de agua, la polla azul y la gris, de ella forman parte especies de aves
acuáticas nativas, propias de humedales y de otros tipos semejantes de agua, tales
como el garzón azul, el avetoro, el buitre de ciénaga, las iguazas (maría o
bicolor, común y careta), el gallito de ciénaga, la chilacoa colinegra, el
caracolero común, el carrao, la variedad de patos (brasilero y aguja), el
cormorán tropical y el pelícano común”. “También hay registros del pato pico de
oro, una especie catalogada “en peligro” a nivel nacional y del pato canadiense”.
De entre los peces sobresale el bocachico. Y de “entre los mamíferos pequeños resaltan
los roedores y los voladores o murciélagos. El conjunto de datos presenta 96
especies distribuidas en 25 familias taxonómicas, aunque es de mencionar que
hay registros de especies ya extintas localmente. Los mamíferos medianos están
representados por chigüiro, nutria, zorro cañero, oso hormiguero, el gato pardo
o yaguarundí, único felino que aún persiste en estos ecosistemas. Es de
destacar que se presenta extinción local de grandes felinos como el jaguar y el
puma. El grupo de mamíferos pequeños está conformado por la chucha común o
zarigüeya, el conejo de monte, el mico nocturno, diversas clases de ardillas y el
armadillo. Entre las especies pequeñas se pueden mencionar diversidad de ratas
y ratones (no menos de trece). Así mismo, se registra diversidad de especies de
murciélagos (blanco, alienvainado, de hoja nasal peluda, frutero castaño,
frutero común, frugívoro común de dos especies - Sturnira lilium y Artibeus
jamaicensis -, frugívoro de Anthony, mastín casero y mastín casero guaira,
frugívoro grande, migratorio rojizo, migratorio amarillento y murciélago), lo
mismo que de vampiros (común, peludo)”.
¿Qué
sería del ser humano sin poder disfrutar de tantos seres que ha ido creando y
sosteniendo el querer amoroso y anticipatorio del Señor mediante las leyes de la
naturaleza, y que Él ha encomendado “a las obras de nuestras manos” (cf. Sal
90,17b; Rm 8,28-30)? Pero ¿estaremos a la “altura” de nuestra dignidad y de nuestra
responsabilidad?
Al llegar a este punto, sin embargo, no
queda suficientemente descrito el panorama. La biodiversidad, para ser completa, integral, "holística", debe considerar también a los seres humanos que también
la conformamos y las interacciones que establecemos con los otros “reinos de la
naturaleza”. Ello implica remontarnos en el tiempo, hasta los primeros momentos
de la hominización y a aquellos de la humanización, cuando nuestros antepasados
comenzaron a migrar, a desparramarse, a instalarse y a desarrollarse (inclusive con la creación "técnica" de objetos "tecnológicos") en los
cinco continentes y aún más allá: África, Asia, Europa, América, Oceanía y
Regiones Polares. Primitivos gobernantes de pequeños asentamientos dieron paso
a los grandes y primeros imperios de la antigüedad. Unos y otros se fueron
identificando por ser primordialmente pacíficos o guerreros, fuera gracias a los
sucesivos y esclavizantes sometimientos que realizaron de otros pueblos, e
incluso mediante la aniquilación de estos – el ingenio y la fuerza para la guerra
–, fuera porque, en algunos casos, gracias a los primeros tratados o sin ellos,
establecieron con ellos relaciones de “justo” intercambio económico y cultural. (Y algunos de sus “sucesores ecológicos” así han (hemos) seguido, primitivos, hasta el presente…). La combinación interracial, fuera ella lograda con la fuerza de la violencia o
mediante los atractivos del amor, se fue dando – se sigue dando –: las
migraciones actuales, forzadas o como ejercicio de un derecho humano
fundamental y legítimo, son un buen ejemplo de ello.
Refiriéndonos
más concretamente al caso colombiano, los asentamientos en nuestros variados territorios andinos de diversas Poblaciones Precolombinas, Indígenas u Originarias no han logrado
aún una explicación completamente satisfactoria: existen diversas teorías
referidas al conjunto del territorio americano, algunas de ellas opuestas o, al
menos, incompletas, pero que no impiden que se haga una constatación,
consideramos válida: la existencia de pueblos con características, costumbres, limitaciones
y necesidades, dedicación principal y condiciones de trabajo, posibilidades, formas
y niveles de organización social y de centralización política, lenguas, expansiones,
desarrollos, involuciones, productos y culturas propias, etc., poco o muy
distintas de las de sus vecinos cercanos o lejanos.
Así, al llegar los
conquistadores, encontraron en cada una de las comarcas pobladores tales como:
los
caribes (culturas Momil, Ciénaga de Oro y Alto Sinú hacia el Occidente y Arhuacos,
Koguis, Kanjuamos y Wiwas en la Sierra Nevada) en la costa atlántica;
los
muiscas en el altiplano cundiboyacense y en los Llanos orientales;
(¿restos
de?) la cultura San Agustín asentada en regiones huilenses y caucanas de las
vertientes del Río Magdalena, principalmente;
las culturas Guabas y Buga en las
vertientes del Río Cauca;
las culturas Tumaco y La Cholita en la costa pacífica
sur;
la etnia Cueva, procedente de Centroamérica, (culturas Embera, Tules o
Kunas, Epera–Sapidara, Chamí, Katío y Waunana o Noanama) en zonas del Chocó,
Córdoba y Antioquia en las cuencas de
los Ríos Atrato, Baudó, San Juan, pero también hacia el sur, a lo largo de la
Cordillera Occidental y la cuenca del Río Calima, en límites de territorios de
Risaralda, Valle del Cauca, Cauca y Nariño;
los Tucanos “occidentales” en
asentamientos que van desde el Putumayo y el Caquetá hasta el Río Amazonas;
y,
por el área que ocupan hoy los departamentos de Santander y de Norte de
Santander, se habían establecido, entre otros, los Guanes, Chitare y Laches en
la Cordillera Oriental, los Yariguíes y
Agataes en la región del Magdalena
Medio, los Chipataes alrededor de la población Chipatá y
los Motilones.
No podemos negar que a causa de su cercanía con centros urbanos y de otros factores se fue operando el “detrimento lingüístico nativo” y de otras particularidades culturales, así como la disminución de las poblaciones (nativas). Y, entre esos factores, las crónicas no dejan de mencionar, v. gr., que no faltaron por entonces "diversas formas de lucha por el poder", tanto al interior mismo de sus naciones, como al querer establecer relaciones con los recién llegados y con sus autoridades, p. ej., a fin de generar en estos una opinión favorable. Hay que mencionar entre esos factores, asimismo, la infección que se presentó por "nuevas" enfermedades (influenza, lepra, viruela, gripe, sarampión, varicela, sobre todo en América Central y del Sur, y peste bubónica, sobre todo en Norte América) que se combinaron con las ya existentes (sífilis, tuberculosis y disentería), así como gracias a la transmisión que se efectuó en animales de cepas supervivientes de la epidemia medieval de peste bovina. Todo ello contribuyó a diezmar las poblaciones aborígenes en muchos de sus miembros.
Los
conquistadores, por su parte, y posteriormente los colonizadores - y sus
familias cuando comenzaron a llegar con ellos - provenían principalmente de
diversas ciudades y regiones de España, tales como Granada, Sevilla y Córdoba,
Torrejoncillo del Rey, etc. Aunque no exclusivamente de allí: en la fundación
de Santafé de Bogotá, por ejemplo, además de Gonzalo Jiménez de Quezada,
principal fundador, estuvieron presentes Sebastián de Benalcázar – quien había
participado inicialmente en las comitivas de Pedrarias Dávila y Vasco Núñez de
Balboa (fundadores de Panamá), pero quien actualmente provenía del grupo enviado
desde Lima y Quito, en el Sur, por Diego de Almagro y Francisco Pizarro, fundando
Popayán y Santiago de Cali y, por medio de su compañero Jorge Robledo, Cartago –
y Nicolás de Federmán (Federmann) - nacido en Ulm, Alemania, quien había
penetrado en dos ocasiones por la costa venezolana hasta el Río Orinoco, y en la última, después de visitada la región de Riohacha, ascendió luego al Páramo de Sumapaz y a Fusagasugá
y Bosa, y llegó hasta la Sabana; él, sin embargo, dada su profesión de fe luterana, no
recibió nombramiento alguno por parte de la Corona, cosa que sí recibieron
compañeros suyos como los fundadores y encomenderos de Vélez, Tunja, Tocaima, Pamplona,
Ibagué, Mariquita, San Juan de los Llanos, etc.-.
La
biodiversidad latinoamericana se acentuó radicalmente a partir de 1510 cuando
comenzaron a llegar, tratadas como esclavos, las primeras personas africanas. Sus
asentamientos se efectuaron principalmente en aquellas zonas en las que había
explotaciones mineras - en búsqueda de oro y de otros minerales preciosos -, pero
también donde pudieran ser usados como “recursos” en zonas agrícolas, o en oficios
tales como “servicio doméstico, cocineros/as, ganaderos, cargueros y cargueras
por trochas y caminos”; en varios lugares fueron inducidos a trabajar como
artesanos. Llegaron primeramente a Santa María la Antigua del Darién y después
a Santa Marta, luego a los territorios del antiguo Cauca, de Nariño y de la
Meseta cundiboyacense, que se destacaron por entonces. Otros lograron
escaparse y fundaron poblaciones propias (palenques) en las selvas y en
regiones tanto de la Costa pacífica como de la atlántica.
No obstante ello, y a
pesar de las discriminaciones sociales – que subsisten hasta hoy – y de las prohibiciones legales que
existían por entonces, las mezclas de
descendientes de indígenas, africanos, españoles y de otras latitudes se fueron produciendo hasta
formar la actual situación étnica colombiana (otra "diversidad") compuesta por mestizos, castizos, moriscos,
cholos, mulatos, zambos…
Valga
la ocasión para reiterar al respecto una puntualización – y, al tiempo, un mea
culpa “proporcional” en nombre de nuestros antepasados, que toca tanto a
las poblaciones de origen indígena como africano y continúa impactando con sus
(crecientes) tensiones internas a la actual biodiversidad nacional –, en lo que
concierne no sólo a la evaluación que se ha hecho en nuestros tiempos de la conducta que
asumieron no sólo agentes pastorales y la “cultura” (conquistadora) de aquellos primeros tiempos, sino, sobre todo, de la enseñanza de la Iglesia de esas épocas en
relación con el fenómeno social de la esclavitud:
“Algunos estudiosos han
sostenido que la base de la llamada 'doctrina del descubrimiento' se encuentra
en diversos documentos papales, como las bulas Dum Diversas (del
Papa Nicolás V al rey Alfonso V de Portugal en 1452), Romanus
Pontifex (del mismo Papa Nicolás V al mismo rey Alfonso
V de Portugal en 1455) e Inter Caetera (del
Papa Alejandro VI a Fernando e Isabel, reyes de Castilla y Aragón en 1493) … La 'doctrina del descubrimiento' no forma parte de la enseñanza de la Iglesia
católica. La investigación histórica demuestra claramente que los documentos
papales en cuestión, escritos en un período histórico específico y relacionados
a cuestiones políticas, nunca han sido considerados expresiones de la fe
católica. Al mismo tiempo, la Iglesia reconoce que estas bulas papales no
reflejaban adecuadamente la igual dignidad y los derechos de los pueblos
indígenas – conocidos o no –. La Iglesia también es consciente del hecho de que
el contenido de estos documentos ha sido manipulado para fines políticos por
las potencias coloniales que competían entre sí, para justificar actos
inmorales contra las poblaciones indígenas, realizados algunas veces sin
oposición de las autoridades eclesiásticas. Es justo reconocer estos errores,
reconocer los terribles efectos de las políticas de asimilación y el dolor
experimentado por las poblaciones indígenas, así como pedir perdón. Además, el
Papa Francisco ha exhortado: «Que la comunidad cristiana no se deje contaminar
nunca más por la idea de que existe una cultura superior a otras y que es
legítimo usar medios de coacción contra los demás». El magisterio de la Iglesia
sostiene, en términos inequívocos, el respeto debido a cada ser humano. Por
tanto, la Iglesia católica repudia los conceptos que no reconocen los derechos
humanos intrínsecos de los pueblos indígenas, comprendida la que se ha dado a
conocer legal y políticamente como 'doctrina del descubrimiento'".
Junto
a esta toma de posición, que es expresión de nuestro momento actual, se han de recordar las fuertes invectivas, orales y escritas, que ya desde los primeros años se pronunciaron contra los
maltratadores de los indígenas, v. gr., por parte de los frailes Pedro de Córdoba, Antonio de Montesinos,
Bernardo de Santo Domingo y Bartolomé de las Casas OP (1484-1566), este
último quien acompañó a Cristóbal Colón probablemente en su tercer viaje; invectivas
a las que secundaron desde la academia autores como Francisco de Vitoria OP (1483-1546)
y Francisco Suárez SJ (1548-1617), primeros tratadistas que se refirieron jurídica
y políticamente a las relaciones entre los recién llegados y los naturales o
habitantes que existían ya en las tierras americanas.
Así mismo, sin ocultar
que fue aceptada la esclavitud, y concretamente la de los negros - como en la
práctica hasta entonces ello se había mantenido acríticamente por parte de
buena parte de la humanidad -, a lo que debe sumarse la falta de independencia de autoridades eclesiásticas en
relación con algunos detentadores de los regímenes monárquicos que se llamaban
cristianos y católicos pero que poco de ello tenían en sus decisiones y en sus
conductas, hay que tener en cuenta y reconocer la importancia que tuvieron las “bulas
alejandrinas” y las bulas del Papa Julio II Universalis
Ecclesiae Regiminis(“Patronato”) de 1508, y la ya mencionada Romanus
Pontifex(primeras tres diócesis en América: Santo Domingo, Concepción de la Vega y San Juan
de Puerto Rico) de 1511, las cuales ofrecieron los criterios para
lo que posteriormente fue denominado como el “Derecho Indiano” o “Leyes de
Indias”.
Es
necesario traer a hoy todo ese complejo biodiverso. Hay que recordar que, en el asentamiento original de los indígenas así como en los posteriores de sus descendientes y de los recién llegados, aseguran las fuentes consultadas, mucho incidió la orografía del territorio, verdadera “barrera” para la migración. También lo es hoy. Así, se
calcula que el número de miembros pertenecientes a “Comunidades étnicas
originarias” en todo Colombia ronda casi el millón y medio personas. Otros proponen cifras más altas. La Constitución política
de la República de 1991 las menciona en diecisiete lugares, cuando se refiere a
la nacionalidad de aquellas familias indígenas que se asientan en otro País al
mismo tiempo que en el nuestro (art. 96, 2.c); cuando señala que deben tener
representación en el Senado (art. 171); cuando establece “los territorios
indígenas” como entidades territoriales diferentes de los departamentos, los
distritos y los municipios (art. 286) pero, al tiempo, como susceptibles de
entrar a formar parte de una provincia, si esta ha sido constituida “entidad
territorial” (art. 321); y, sobre todo, el art. 246 que estableció un régimen jurisdiccional
especial para estas comunidades, aplicable dentro de cada uno de los
territorios según sus propias usanzas, “mientras no sean contrarios a la
Constitución y a las leyes de la República”, y dejando en manos de leyes
particulares la “coordinación” de tales usos y tradiciones con el sistema
judicial y jurisdiccional general de la nación. En este último caso, dos artículos
precisan los anteriores. Señala el art. 329 en primer lugar que:
“La conformación de las
entidades territoriales indígenas se hará con sujeción a lo dispuesto en la Ley
Orgánica de Ordenamiento Territorial, y su delimitación se hará por el Gobierno
Nacional, con participación de los representantes de las comunidades indígenas,
previo concepto de la Comisión de Ordenamiento Territorial. Los resguardos son
de propiedad colectiva y no enajenable. La ley definirá las relaciones y la
coordinación de estas entidades con aquellas de las cuales formen parte. Parágrafo.
En el caso de un territorio indígena que comprenda el territorio de dos o más
departamentos, su administración se hará por los consejos indígenas en
coordinación con los gobernadores de los respectivos departamentos. En caso de
que este territorio decida constituirse como entidad territorial, se hará con
el cumplimiento de los requisitos establecidos en el inciso primero de este
artículo.”
La
Asamblea Nacional Constituyente, a este respecto, ordenó que
“Artículo transitorio 56.
Mientras se expide la ley a que se refiere el artículo 329, el Gobierno podrá
dictar las normas fiscales necesarias y las demás relativas al funcionamiento
de los territorios indígenas y su coordinación con las demás entidades territoriales.”
El
art. 330 constitucional, por su parte, prescribe que
“De conformidad con la
Constitución y las leyes, los territorios indígenas estarán gobernados por
consejos conformados y reglamentados según los usos y costumbres de sus
comunidades y ejercerán las siguientes funciones: 1. Velar por la aplicación de
las normas legales sobre usos del suelo y poblamiento de sus territorios. 2.
Diseñar las políticas y los planes y programas de desarrollo económico y social
dentro de su territorio, en armonía con el Plan Nacional de Desarrollo. 3.
Promover las inversiones públicas en sus territorios y velar por su debida
ejecución. 4. Percibir y distribuir sus recursos. 5. Velar por la preservación
de los recursos naturales. 6. Coordinar los programas y proyectos promovidos
por las diferentes comunidades en su territorio. 7. Colaborar con el
mantenimiento del orden público dentro de su territorio de acuerdo con las
instrucciones y disposiciones del Gobierno Nacional. 8. Representar a los
territorios ante el Gobierno Nacional y las demás entidades a las cuales se
integren, y 9. Las que les señalen la Constitución y la ley.
Parágrafo.
La explotación de los recursos naturales en los territorios indígenas se hará
sin desmedro de la integridad cultural, social y económica de las comunidades
indígenas. En las decisiones que se adopten respecto de dicha explotación, el
Gobierno propiciará la participación de los representantes de las respectivas
comunidades.”
Finalmente,
el art. 357 determina que
“Los municipios participarán
en los ingresos corrientes de la Nación. La ley, a iniciativa del Gobierno,
determinará el porcentaje mínimo de esa participación y definirá las áreas
prioritarias de inversión social que se financiarán con dichos recursos. Para
los efectos de esta participación, la ley determinará los resguardos indígenas
que serán considerados como municipios”.
La
Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional, en una de sus decisiones
más recientes, ha dictado una Sentencia en relación con los derechos de los pueblos
indígenas en general y de los asentados en la Amazonía, en particular. Tal
Sentencia
“refuerza el derecho de las
comunidades indígenas en Colombia, particularmente en la Amazonía, a decidir
sobre la implementación de proyectos de Reducción de Emisiones por
Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD+). Mediante la sentencia
T-248 de 2024, la Corte protegió los derechos a la libre
determinación, autonomía, autogobierno, territorio, identidad, integridad
física y cultural, y consentimiento libre, previo e informado de las
comunidades indígenas del Consejo Indígena del Pira Paraná y la Asociación de
Autoridades Tradicionales Indígenas del Río Pira Paraná. (…) La Corte ordenó a
las empresas involucradas, incluyendo la Corporación para el Manejo Sostenible
de los Bosques (Masbosques), que se abstengan de intervenir o influir en el
proceso de toma de decisiones de la población indígena sobre el proyecto REDD+.
Asimismo, dispuso que el Ministerio del Interior facilite un espacio de diálogo
para mediar y alcanzar un acuerdo con las comunidades sobre la implementación
del proyecto, en caso de que no haya una decisión de la población indígena en
tres meses. Desde una perspectiva general, la Corte insistió en que los
proyectos REDD+ son importantes en el contexto del cambio climático y sus
efectos en el medio ambiente y las condiciones de vida de la población
beneficiaria. No obstante, el Estado colombiano debe adoptar y aplicar un
enfoque étnico que respete y proteja integralmente los derechos fundamentales
de las comunidades indígenas. Para ello, se ordenó al
Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible coordinar la creación de un
protocolo con perspectiva étnica para la ejecución de proyectos REDD+ en
territorios colectivos, de acuerdo con la Resolución 1447 de 2018, y adoptar
estrategias integrales de seguimiento y acompañamiento a estas iniciativas con
propósitos climáticos.”
Circula
en el momento presente (2024) un proyecto de ley que refuerza el carácter
territorial y autónomo de estos grupos tendiente a establecer los tiempos,
lugares y modos mediante los cuales se ha de llevar a cabo la mencionada
“coordinación”, asunto que tiene muy variadas aristas y complejidades, sobre
todo, por ejemplo, cuando se trata de casos vinculados con tipos definidos por
el derecho común penal tales como la “violencia intrafamiliar”, la “violencia
sexual” o la “violencia de género”, que apenas si tienen resonancia en las
tradiciones de estos pueblos ancestrales y en sus jurisdicciones (más de 115),
así como ocurre con los relativamente pocos los casos de homicidio. Suelen ser
desestimados o refundidos. Por el contrario, alcanzan mucho realce entre ellos
los casos por “robo”. Con todo, se afirma por parte de expertos que las
instituciones indígenas (que emplean como castigos el uso del fuete, del cepo o
la realización de trabajos comunitarios) no son menos justas y eficaces al
guiarse por sus principios y prácticas tradicionales.
En
lo que concierne a la presencia actual en el Valle del Cauca de los descendientes
de los grupos étnicos indígenas caracterizados, de acuerdo con el resultado de
una investigación sobre la “Estructura Genética en Indígenas del Occidente
Colombiano”, debe anotarse que “se confirma el sesgo de apareamiento que tiende
a relacionar cromosomas Y no amerindios con ADN mitocondrial amerindio en la
parte mezclada de los grupos indígenas analizados, excepto con Emberá duma
donde ocurre lo contrario”.
Si atendemos a la idiosincrasia y a la manera usual
o general de comportarse estos grupos localizados en el departamento, hay que
notar que han sido pacíficos y, salvo excepciones, han rechazado llevar a cabo acciones más o
menos violentas, a diferencia de lo que ocurre en otros de sus vecinos. Han
resistido así la influencia proveniente de movimientos endógenos (y en
ocasiones exógenos que les “ofrecen” protección o los estimulan) cuando se ha
tratado de reclamar y reivindicar reales o presuntos derechos anexos al
reconocimiento de su identidad propia y de su propia autonomía territorial, cultural, social
económica y, aún, política. Podemos destacar algunos datos acerca de ellos:
“Las comunidades indígenas
asentadas en el Valle del Cauca se dividen en:
·Embera
Chami: Localizados en los municipios de Alcalá,
Ansermanuevo, Argelia, Bolívar, Bugalagrande, Caicedonia, Calima Darién, El
Águila, El Cairo, El Dovio, La Victoria, Obando, Restrepo, Sevilla, Trujillo,
Tuluá, Versalles, Vijes y Yotoco. Se han garantizado su supervivencia a través
de la caza, la agricultura y la pesca. Conservan su lengua nativa. Su carácter
seminómada se debe en gran medida a sus problemas de venganzas entre ellos
mismos o por confrontaciones entre jaibanás y por su constante búsqueda de
mejores condiciones de tierra, las que cada vez son más escasas por la invasión
de los colonos. Guardan su organización sociopolítica tradicional.
·Nasa o
Páez: Localizados en los municipios de El Dovio,
Buenaventura, Cali, Dagua, Florida, Ginebra, Jamundí, Pradera y Yumbo. Son
conocidos también como Paeces. Llegaron al Valle del Cauca por migración
forzosa a comienzos del siglo XX por guerras de territorios. Informaciones de prensa de último momento, aun
sin confirmación oficial, señalan que aquellas comunidades Nasa, Kiwe y
Yu’zxicxkwe, instaladas en el corregimiento La Delfina, van en vía de recibir la adjudicación de
territorios propios. Son agricultores
que viven en pequeños asentamientos. Sus excedentes agrícolas los venden en el
mercado local.Las personas
mayores son la que manejan los saberes sobre la magia, ritos, lengua, mitos y
herbología.
·Wounaan o
Noanamá: Localizados en Buenaventura y sus alrededores, y en Sevilla. Hablan un dialecto Embera y poseen su propia mitología. Su actividad
artesanal es una fuente de ingresos significativa debido a las formas y
acabados de los objetos de cestería y los trabajos de madera. Estos elementos
tienen usos decorativos y domésticos. Dentro de su gastronomía se encuentran:
el viche (bebida alcohólica), la chicha de maíz, los envueltos, la colada de
maíz, mazamorra, tapao, murriaga, entre otros. Sus ritmos musicales están
relacionados con las rogativas, los que consisten en bailes y danzas que hacen
los indígenas a su dios Ewandan solicitando salud, protección contra males,
enfermedades, y la destrucción del mundo.
·Pasto: Localizados
en el municipio de Florida y sus alrededores. Se considera que su lengua
aborigen es una lengua extinta, «y sus raíces, que poco tienen en común con los
demás grupos indígenas asentados en la región, presumiblemente están más
vinculadas con los pueblos incas precolombinos».La medicina tradicional y el respeto ante la
naturaleza los caracteriza, pues su cultura está basada principalmente en esto.
Viven principalmente de la agricultura y de las actividades pecuarias
orientadas a la producción de leche y ganado lanar. En sus tierras, a la
manera de shagra, producen diversos tubérculos como la papa, la oca, la
arracacha, y otros vegetales como el maíz, la calabaza, los guineos, la quinua,
varias hortalizas, frutas, plátano, café, caña de azúcar y especies menores.
Dependen principalmente de la mano de obra familiar y del trabajo comunitario.
Para la venta producen quesos y otros derivados de la leche, dulce de caña y
productos de la lana como cobijas y canastos de bejuco chilán.
·Yanaconas: Localizados
en el municipio de Alcalá. No conservan su lengua ancestral. Mantienen la forma
de trabajo tradicional a través de la minga, entendida ésta, no solo como el
trabajo colectivo o de brazo prestado sino como una práctica económica, social
y cultural que ayuda a mantener los lazos de unidad, integración e intercambio.El control de la salud está en
manos de personas que tienen poderes especiales: el yerbatero, el sobandero,
las parteras y el curandero. Cultivan una gran variedad de productos.
·Inga: Localizados
en el municipio de Buenaventura. La lengua quechua inga (ingano) se habla. Tienen
una tradición viajera y un espíritu comerciante. Son médicos tradicionales por excelencia y poseedores
de un gran conocimiento de las plantas. El yagé, planta que manejan en
diferentes formas, es considerado como el medio a través del cual se revela el
mundo terrenal y espiritual de la inga. Su economía se sustenta en la
agricultura, especialmente en los cultivos de maíz, fríjol, papa, hortalizas y
frutales. En función de estas actividades se sitúan en centros urbanos del todo
el país”.
En
lo que corresponde a los Afrodescendientes en Colombia, negros, mulatos, pardos
y zambos, más los raizales sanandresanos y palenqueros, suman, según el censo
de 2018, casi cinco millones, pero, de acuerdo con cálculos de buena
estimación, podrían sobrepasar los siete millones y medio de personas,
principalmente ubicados hoy en día en zonas urbanas. En relación con otros
grupos étnicos, en el Chocó siete de cada diez personas son Afrodescendientes; seis
de diez, en el Cauca y en Bolívar; cinco de cada diez, en Antioquia y en San
Andrés y Providencia; cuatro de cada diez, en Córdoba, Sucre, Magdalena y
Santander; tres punto cinco de cada diez, en Atlántico y Valle del Cauca; en los
demás departamentos, la proporción en relación con el resto de la población
disminuye: a 2 en Tolima y Risaralda, a 1,8 en Nariño, a 1,7 en Caldas, a 1,5
en Bogotá D. C.; y a 1,3 en el Meta.
En
lo que toca con el Valle del Cauca, según el DANE, la proyección de la población general para 2024 asciende a 4’605.600 habitantes, de los cuales el 49,1% (unos 2’280.000)
se asientan en Cali y en sus alrededores. Cuando se trata de precisar la
información referente a los Afrodescendientes que se han establecido en Cali, las
estadísticas no son unánimes y concordes, pues hay quienes estiman que, por
ejemplo, el 50% de la población caleña se considera perteneciente a las
comunidades negras o comunidades Afro, mientras otros cálculos basados en “hallazgos
empíricos” hablan sólo de un 25%, de un 32 %, o de un 26,5%. Lo que sí es
constatable es que estas comunidades, en efecto,
“se han localizado
especialmente en Cali, Buenaventura, Buga, Candelaria, Cartago, Dagua, El
Cerrito, Florida, Guacarí, Jamundí, Palmira, Pradera, Riofrío, Tuluá, Yumbo y
Zarzal. Es especialmente destacable esa parte de la población que se asienta en
la costa pacífica y se dedica a la producción de objetos artesanales. Los
oficios más frecuentes son la tejeduría en sus diferentes versiones (cestería,
crochet, tejido de punto o en red macramé), trabajos en madera con técnicas de
calado, lijado, acabado con esmeril y motor, que actualmente se aplican también
a cáscaras como el coco o el totumo, y el moldeado a mano en jicrilla o
cabecinegro. Celebran a los santos patronos en los pueblos, aunque no está
ausente en sus manifestaciones culturales cierto sincretismo en el que se
articularon las deidades africanas con los santos católicos traídos por los
españoles. En sus alabados, jugas, arrullos, currulao, chigualo (ceremonia
fúnebre para niños), entre otros, se pone de manifiesto toda la adoración, las
alegrías, frustraciones, anhelos de la comunidades negras y afrodescendientes.
Comidas propias son, entre otras, la preparación de mariscos, animales de
monte, frutos tropicales propios de la región en la forma de pusandado,
birimbí, jaiba, tortuga, huevos de tortuga, chaupiza, tapao de pescado, seviche
de piangua, atollados con mariscos, empanadas de camarones, casabe, chuculas,
quebrados, piacuil, pateburro, almeja, cangrejo azul y rojo entre otros.
Disfrutan frutas como el pepepan, los chontaduros, caimitos, borojó, naidí,
corozo, mamey, coco, chivirito, caña dulce y agridulce, zapote y guaba. Beben
viche, arrechón, caigamos juntos, guarapo, crema de viche, tomaseca, agua de
coco, en botellas curadas. Como medicinas emplean plantas de suelda con
suelda, matarratón, yanté, galbe, pringamosa, chivo, palo de guayabo (para
ombligar), aceite de tiburón, el palo santo, y, además, manteca de gallina y
cebo. Entre los mitos y leyendas de estas comunidades se encuentran; la Tunda,
el Riviel, el Duende, la Madre de Agua y la Mula. Su vestuario, peinados y
adornos son característicos”.
Es
necesario destacar, entre otros aspectos relacionados con el creciente y cada
día más cualificado conocimiento de la biodiversidad del Pacífico y con la
difusión de este entre nacionales y extranjeros, la actividad que han
emprendido jóvenes de diversos municipios de la región (ubicados en el Chocó,
Valle del Cauca, Cauca y Nariño) y se ha denominado un
“turismo de base comunitaria”, esto es, aquella “herramienta (empleada) para
que las comunidades logren defender sus territorios de amenazas como por
ejemplo, la especulación inmobiliaria y la descaracterización cultural. Con
este turismo ha sido posible, la generación de trabajo y renta, proteger la
biodiversidad y la identidad cultural, conservando modos de vida de comunidades
rurales e indígenas”. El turismo, en efecto, así como otras formas de
intercambio (educativo, p. ej., de estudiantes y de maestros) es un recurso muy
conveniente por muchos motivos, mas no se han de olvidar también los riesgos
medioambientales asociados que tiene, sobre todo cuando la infraestructura que requiere
no toma suficientemente en cuenta que el hábitat - muchas veces frágil - en el que se encuentran formas
de vida acuática y terrestre, como la flora, se ven impactados por la
interacción con los visitantes, en especial cuando son numerosos y poco atentos
a las medidas de cuidado que se deben tener para con ellas.
Con
todo, se debe advertir que procedentes de esas regiones costeras, pero también
de las más interiores – así como de comarcas tradicionalmente campesinas de
otras partes del País –, ha habido migraciones hacia las ciudades más populosas
de Colombia, y hacia Cali, en particular, originadas o no en violencias
políticas y de otros tipos. Resultado de ello ha sido que, sobre todo a partir
de los años 1940 y siguientes, se ha ido conformando en Cali y en sus
inmediaciones una composición racial sumamente característica y encantadora, no
libre empero de tensiones y de conflictos. Hasta entonces, la ciudad capital
del nuevo departamento conservaba muchos rasgos de un “pueblo grande”, como se
dice popularmente, caracterizado, como afirmaban nuestros abuelos, por “adormilados”
acordes de zarzuela, ópera y opereta, de polifonías clásicas, de tangos y de fox que reproducían, entre otros, la radio naciente, los primeros discos que aquí
se trajeron, el recién construido Teatro Municipal (hoy, Teatro Municipal
Enrique Buenaventura) y el constituido Conservatorio de Cali-Escuela
Departamental de Artes (Antonio María Valencia Zamorano). Pero, acogedora como
ninguna, ofreció desde entonces sus riquezas fluviales, sus verdes montañas, colinas
y llanuras, su clima cálido, sus tardes aireadas por la brisa deliciosa del
Pacifico y su fácil acceso a todo el País con su industria, su banca y su
comercio, a muchos que representaban diversos movimientos musicales,
orquestales y dancísticos de muy distinta y lejana procedencia, varios de los
cuales ya habían comenzado a entrecruzarse: de África con sus ritmos
trasplantados y luego diversificados; de Europa, con los suyos y con sus
melodías; de Cuba con su son, su bolero multifacético, su guaracha y su
guaguancó; de Puerto Rico, con la bomba, de estilo musical afro puertorriqueño,
la plena, la música campesina y la danza puertorriqueña; de Brasil con su
samba; de los Estados Unidos de América con el jazz y sus negros espirituales; de
las Antillas, con la bachata de República Dominicana y con el mento, el ska, el
rock steady, el reggae, el dub y el dancehal de Jamaica; de Cuba, de nuevo, y de
México, con el mambo; de Colombia entera, con la cumbia, el merecumbé, el porro y con otros ritmos
autóctonos como el bambuco, el pasillo, el torbellino, el pasaje y la guabina;
etc.). La adopción de los ritmos antillanos fue plena a partir de entonces, y al
conjunto de ritmos cuya mezcla e interfecundación se fue gestando e inculturando aquí se lo comenzó a denominar “salsa”. Este conjunto ha llegado a cohesionar y a
unir a amplios sectores de la población, así como a identificar a los caleños. De
esta manera, la imagen de ciudad salsera, rumbera y alegre ha llegado a ser el
resultado de una irrepetible combinación de características sociales,
antropológicas, étnicas y culturales. ¡Toda una “biodiversidad”!
Reiteremos,
entonces, nuestra pregunta, en relación con la toma de conciencia de que
formamos parte de ese mosaico vivo que conformamos con tantos seres, y sobre si
verdaderamente lo contemplamos, lo cuidamos, nos sorprendemos, y lo disfrutamos;
pero, igualmente, si, en relación con él, estamos a la altura de nuestra
dignidad humana y de nuestra responsabilidad.
¿Cómo atender hoy el problema de la biodiversidad?
Como hemos podido observar, no es suficiente una sola
disciplina para intentar resolver esta pregunta. Hemos tenido – y tendremos –
que llamar, en efecto, a diversas ciencias y saberes. Pero lo que sí es seguro es
que sería muchísimo lo que cada persona, cada pueblo y nación perdería, debida
y cumplidamente, si su presencia y sus aportes no fueran aceptados o no se los
tuviera en cuenta, inclusive mediante la metódica “experimentación” o la
“experiencia”: como sucede con la presencia
y las contribuciones de los “grandes”. Pero, así mismo, cuánto se
desaprovecharíasi ese aporte no
fuera dado, o si fuera silenciado o no fuera debidamente considerado: al menos, a manera de
“propuesta” – y, ciertamente, proporcionalmente a las capacidades reales,
incluso económicas, que cada Estado pueda ofrecer a sus ciudadanos –. Grava
sobre todos en la humanidad, chicos y grandes, y especialmente sobre
quienes están constituidos en autoridad y dirección política y económica, una
responsabilidad cierta en relación con la biodiversidad. Cuando en medio de los
diversos antagonismos y polarizaciones, considerados por muchos
“irreconciliables” (“los ganadores, los triunfadores escriben la historia”),
¿por qué no proponernos este como uno de los puntos en los que “todos salimos
victoriosos”?
De
la anterior (y seguramente incompleta o no suficientemente actualizada) aproximación
panorámica “cósmica”, “biológica” y “sociocultural” de la biodiversidad
avancemos a considerar otros aspectos. Describamos
en un imprescindible segundo nivel de acercamiento y de profundidad de nuestro
análisis, algunos asuntos ligados con el problema de la biodiversidad en sus
causas y en sus consecuencias, en los que despuntan elementos “éticos” y
“morales”.
Hablábamos
de los conocimientos sobre el ADN y de sus posibles empleos en la industria, en
la medicina, etc. De hecho, algunos, ante el hecho de que existen plantas y
animales que son más susceptibles de adquirir enfermedades, p. ej., promueven
el “mejoramiento” de “sus” (elegidas por ellos) semillas y de la calidad del
semen, en aras de confeccionar variedades y razas más resistentes, o
proporcionarles otras características consideradas más beneficiosas
(económicamente, p. ej.). Una consecuencia, inmediata y grave del asunto
consistiría, entonces, en que otras “variedades” no elegidas, probablemente
menos productivas, lucrativas o útiles (sobre todo en el mundo de los negocios)
estarían condenadas a desaparecer, o cuyas muestras se confinan en unos
matraces u otros frascos y recipientes en (refrigeradores de) laboratorios, a la manera de aquellas vasijas en las que se han descubierto semillas enterradas
por (o junto con) nuestros predecesores históricos y prehistóricos … Se uniforman
tales simientes en pos de un cierto criterio, pero su variedad, en la medida
que no es conveniente o deseable, estaría llamada a desaparecer. Y, por
supuesto, habrá alguien que monopolice esos mercados. De hecho, en
nuestro territorio colombiano, desalentadas incluso por las necesidades de
sobrevivencia de nuestros campesinos, muchas variedades frutales ya,
prácticamente, han desaparecido del mercado, o aparecen sólo en muy reducidas
cantidades, durante sus breves épocas de cosecha (v. gr., la llamada
“granadilla del quijo”).
Dejadas
de lado las eventualidades incontrolables, impredecibles, asociadas con
fenómenos de la naturaleza (lluvias o sequías inclementes que ocasionan
inundaciones o incendios forestales, terremotos y maremotos, etc.), la
problemática medioambiental y antibiodiversa más grave, quizás, se evidencia debido a su dimensión o afectación
“antrópica”, esto es, de la actividad, sea directa, sea indirecta, que las
personas y las sociedades provocan u ocasionan en la fauna y en la flora y en el
conjunto de los seres vivos (“biota”). Si bien numerosas actividades, sin duda,
preservan, cuidan, mejoran, hacen lucir y engrandecen la naturaleza, otras,
quizás muchas veces más abundantes y poderosas – al parecer –, la lastiman, la
hieren, la empobrecen, la deslucen, la destruyen… La “biodiversidad” de la que
tanto nos preciamos y de la que formamos parte, se ve atacada tremendamente, trágicamente… El asunto se conecta, sin embargo, a otro no menos complejo: el de la
“sustentabilidad” o “sostenibilidad” (económica, social, ambiental) del
Planeta.
Hablamos,
por ejemplo, de nuestro País, considerado por muchos uno de los diez más
“biodiversos” (así son considerados aquellos que poseen mayor “cantidad y
calidad de bosques, así como de seres vivos”) no sólo de América Latina (junto
con Brasil, Ecuador, México, Perú, Venezuela) sino del mundo (con los Estados
Unidos de América, China, Indonesia, India, Filipinas y Malasia, Madagascar,
República Democrática del Congo y Suráfrica, Australia y Papúa-Nueva Guinea).
En su total, entre todos estos territorios – que ocupan apenas el 10% de la
superficie del Globo –, se afirma, se concentra el 70% de la biodiversidad planetaria.
Como
hemos señalado, las diversas formas de contaminación (inclusive atómica), con
sus sustancias y elementos dañinos, afectan esta biodiversidad. Suelos, aire y
aguas se ven estropeados – gradualmente intoxicados y hasta dañados (irremediablemente) – por actividades
descontroladas, principalmente humanas, que generan una “polución” que los llena
de impurezas y suciedades y llegan a afectar su trasparencia, su calidad (factores
organolépticos: olor y/o sabor) y cantidad (de oxígeno O), pero también
su proporción con otros elementos (O2 y CO2,
metanoCH4
y el óxido
nitrosoN2O), p. ej., o su
potabilidad (parámetros físico-químicos y microbiológicos), sus compuestos y
nutrientes (el humus del suelo, p. ej., considerado no sólomacroscópicamente
en los restos de los animales, de las ramas y de las hojas que se depositan en
él, sino microscópicamente, en las sustancias orgánicas que lo componen, tales como el nitrógeno
y sus compuestos, hidrocarburos, etc., pero también como resultado de la destrucción y
acumulación durante siglos de rocas y de otros materiales, así como de la
presencia de lluvias y de aguas subterráneas en él). Entre tales actividades se deben mencionar especialmente: el humo que producen
numerosas fábricas de diverso tipo así como muchos vehículos de transporte y que se mezcla con la atmósfera (“lluvia ácida”); los
compuestos químicos derramados que alteran los suelos de las áreas cultivables; los demás contaminantes
(entre ellos basuras, jabones, químicos), que son vertidos en las aguas y suelos, etc.; el empleo abusivo, desmedido, de tantos
y tantos – sucesivos o no – “productos desechables” (como si las materias
primas con los que construyen fueran infinitas y, especialmente, carentes de
efectos perjudiciales). Etc.
Añádase
a ello que estas actividades dañinas de la biodiversidad no son consciente, debida
y suficientemente compensadas por otras de signo contrario, que intenten, al
menos, remediar cuando no restablecer las condiciones originales (y mejor aún, hermosearlas) y enmendar los daños ocasionados, con lo cual el problema, debido
a las nuevas interacciones, se acrecienta, más aún, se potencia no aritmética
sino geométricamente, y, así mismo, los perjuicios y los costos que de allí se
originan.
Los
efectos que tienen esas prácticas en los seres humanos, individualmente
considerados y en sus diversas colectividades, son evidentes, local o
globalmente mirados: disminución de la visibilidad, irritación de los ojos, tos,
diversos problemas de salud vinculados con la respiración o que afectan la piel,
gracias a la contaminación aérea; verduras y frutas infectadas debido a la
contaminación de las aguas, las cuales, a su vez, impiden su empleo en la
cocina, en la bebida y hasta en la higiene personal. Muy grave es en este
contexto la ingestión de productos que han sido consumidos por animales, o
aplicados a plantas, y han estado expuestos a plomo o mercurio, pero también a
cadmio, arsénico y cromo. Los expertos señalan que las poblaciones amazónicas
serían las más amenazadas por esta situación, pero, en realidad, muchos
consumidores de productos tales como el atún (enlatado o no), lo serían
igualmente. La falta de estudios sobre este particular no impide que se haya
detectado y denunciado el hecho. Este tipo de contaminantes mucho tiene que ver
con el depósito final de residuos electrónicos, de reciclaje de baterías o de
la elaboración de cerámica vidriada, pero, igualmente, con una mala gestión de
la basura y con el desarrollo de actividades industriales, tanto en el campo como en las ciudades. Afirman los expertos
que
“el plomo se asocia en
estudios de América Latina a discapacidad cognitiva en niños y alteraciones
metabólicas, inmunes e incluso genéticas. Si bien el mercurio tiene efectos
neurotóxicos, los autores advirtieron sobre la falta de información sobre los impactos
de este contaminante, en especial, en comunidades étnicas. La exposición a
estos metales tóxicos es prevenible, pero lamentablemente las comunidades
expuestas reciben poca o nula atención estatal para contrarrestar el
problema. Y si a esto le sumamos la corrupción ligada a estos procesos, en
especial en la minería, la solución está lejos de ser alcanzada”.
Desde
este punto de vista, como vimos, algo similar ocurre con los suelos, aunque sus
complejidades, volúmenes y amplitud de expansión son mayores. Por ejemplo, la edificación de viviendas
cercanas a quebradas y ríos se encuentra en inminente peligro de abatimiento y
destrucción si no se toman las medidas de precaución necesarias ante un
desbordamiento o una avalancha, pues los cimientos sobre los que ellas son
construidas, o son mínimos o son deleznables, y/o a los materiales de
construcción empleados en ellas les falta la fortaleza o la resistencia para hacer
cara a tan sorpresivos embates. Las zonas dedicadas a la agricultura y a la
ganadería, así mismo pueden verse perjudicadas a causa de fenómenos semejantes.
Y si se consideran “macro construcciones”, como una carretera, un puente, etc.,
así mismo, se ven socavadas por los ríos, o también quedan minados sus drenajes,
cunetas, bases, subbases y subrasantes (de una vía, p. ej.) cuando los suelos
mismos sobre los que se levantan se saturan de agua que se retiene y copa todos
los espacios intersticiales. Así, aguas que podían ser útiles para ser aprovechadas
por las raíces de las plantas, dejan de serlo, mientras las avenidas, en tales
eventualidades, son monumentales, muchas veces trágicas. Y todo ello afecta la
biodiversidad.
En
relación con los mares y océanos, en los que la profundidad juega un papel
decisivo (acceso de luz, temperatura, etc.), y con masas de agua dulce tales
como lagunas, lagos y ríos, la biodiversidad es igualmente enorme y llamativa
tanto en flora como en fauna (invertebrados, vertebrados y microorganismos). Si
nos referimos a las masas de agua salada, p. ej., se distinguen en estas aquellas más
próximas a las costas, aquellas que consisten en zonas aledañas a sus islas, y aquellas que se encuentran en el mar abierto y profundo. De todas ellas, las segundas, compuestas por corales (tropicales), poliperos y arrecifes, así como son las más expuestas al cambio
climático (asociado y potenciado por el calentamiento o por el enfriamiento del
Océano Pacífico, de los cuales se originan los fenómenos de “El Niño” y su
contrario, “La Niña”), a la evaporación, como está ocurriendo al “lago
más grande del planeta”, el mar Caspio, y al impacto de los micro plásticos, resultando afectadas en sí mismas y las miles de especies de peces y de tortugas que allí se hospedan (su "hábitat" natural), entre otros vivientes, son consideradas por parte de especialistas, sin embargo, "refugio crucial" para las diversas especies.
“La plenaria de la COP16 logró adoptar una decisión sobre las
‘áreas marinas ecológica o biológicamente significativas’ (EBSA, por sus siglas
en inglés),vital
para implementar el Marco Global de Biodiversidad para el océano, un paso
histórico hacia la consecución del objetivo de protección del 30 % para 2030. Para
identificarlas se tienen como base siete criterios científicos, como su
singularidad o rareza y su diversidad biológica, con los cuales los países y
regiones tengan argumentos para gestionar porciones del océano, ya sea con
zonas marinas protegidas o evaluaciones de impacto ambiental que podrán ayudar
a los responsables a decidir dónde desplegar áreas protegidas y medidas de uso
sostenible para detener e invertir la pérdida de biodiversidad. Complementa el
Tratado de Alta Mar que busca proteger las áreas y especies marinas que están en
peligro de extinción por el cambio climático, la contaminación y la sobrepesca”.
Redacción Ambiente: “Tras 8 años de discusiones, la COP16 logró un gran paso
para proteger los océanos”,El Espectador, 1º de noviembre de
2024, consulta de la fecha, en: https://www.elespectador.com/ambiente/ruta-a-la-cop16/tras-8-anos-de-discusiones-la-cop16-logro-un-gran-paso-para-proteger-los-oceanos/
Y
si hablamos de los ríos y de las demás “aguas dulces”, también debemos afirmar que la
biodiversidad es también enorme. Pero, de otra parte, ella se ve afectada por
una contaminación que es muchas veces intangible a nuestros sentidos, aunque realmente
existe, y llega a pasar hasta a los mismos seres humanos: “bacterias, virus,
parásitos, fertilizantes, pesticidas, fármacos, nitratos, fosfatos, plásticos,
desechos fecales y hasta sustancias radiactivas”. Piénsese, por ejemplo, en
que, por lo menos desde 1998, que yo recuerde, quizás desde antes, grupos insurgentes han roto tramos
de oleoductos haciendo detonar cargas explosivas en puentes sobre ríos o en cercanías de estos, de modo
que miles de barriles de petróleo no sólo se derraman en la fuente sino que, en
algunos casos, sus “bolas de fuego” llegan a alcanzar a los pueblos vecinos,
con las consecuencias de que ello derivan. O en el hallazgo de cantidades
significativas de compuestos consumidos como drogas y son metabolizados por las
personas, que luego son excretados en la orina y llegan a las “aguas servidas”
o “residuales” de nuestras ciudades y luego a los ríos principales de la nación. O, aún, en el vertimiento en estos caudales de los llamados “precursores
químicos” de la producción de cocaína, o de los productos del mismo género empleados
en las diversas formas de explotación minera (extracción, procesamiento,
fundición, refinación), que, junto con la deforestación y la tala de bosques, la
erosión y la degradación del suelo (incapacidad para sostener la vida),
ocasionan contaminación de tales fuentes. O en aquel mínimo contacto con
fuentes contaminantes tan heterogéneas al que están expuestos especímenes
o productos vegetales y animales debido, en un primer caso, a la absorción de
agua y a la captación de nutrientes por las raíces, y, en un segundo, a la ingestión
y asimilación de sus bases alimenticias por parte de herbívoros, carnívoros, insectívoros,
omnívoros, en cuyo caso alteran perjudicialmente la salud y la vida de los seres
humanos que los consumen - como ya hemos visto - (peces, u otras especies, contaminados con mercurio,
plomo o arsénico, p. ej., como se ha encontrado en algunos ríos así como en
bahías y en alta mar, aunque no sólo allí). Todo ello afecta la biodiversidad
y, ciertamente también, a las poblaciones humanas más vulnerables y
empobrecidas.
En
relación con los efectos negativos que estamos mencionando recordemos y destaquemos procesos biológicos básicos y generales en relación con alguno de estos
puntos, y en qué manera un mejor conocimiento de ellos produce, por el
contrario de lo que venimos diciendo, un resultado positivo.
En efecto, los
microorganismos del suelo requieren una energía que ellos toman del agua y de
la atmósfera, de azúcares, de nitrogenados y de otras sales minerales, de
minerales o de materia orgánica en descomposición. Y lo que ellos ya no requieren
para su subsistencia (alrededor del 80%) lo liberan, de modo que queda a disposición
de las raíces de las plantas. Pero un sobrepastoreo deteriora los suelos, así
como el empleo de muchos “fertilizantes”, “pesticidas”, “fungicidas”, “bactericidas”
tiene como “efecto colateral” la muerte de los microorganismos. Muchos, de otra
parte, señalan la ganadería como una de las principales fuentes contaminantes
del aire (introducción
de “gases invernadero”: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4)
y óxido nitroso (N2O), “que contribuyen de manera importante al
cambio climático”). Teniendo en cuenta estos factores, no sólo los
suelos y el aire deben ser cuidados y, en la medida de su deterioro, recuperados, sino
los pastos y todas las plantas, en orden a preservarlos de estos y de otros
perjuicios que pudieran ocasionar los demás eventuales fenómenos antes
mencionados.
En resumen, las consecuencias que los factores “antrópicos” (otros prefieren el
concepto de “antropocéntricos” por sus connotaciones) tienen sobre el hombre
mismo y sobre otros seres vivos en su biodiversidad y en su supervivencia misma,
como se ve, son innumerables, incalculables, complejas y, sobre todo,
terribles. Y, a propósito de tales factores, ¡qué decir sobre las relaciones cada
vez más numerosas entre las personas y sus “animales (y plantas) de compañía” (“mascotas”),
tantas veces “humanizados” (en sus emociones y en sus comportamientos), que día
a día se hacen más intercambiables e intercambiados con desmedro de los hijos
(responsablemente asumidos)! Súmense a dichos factores aquellos provenientes de
las mismas fuerzas de la naturaleza.
Atender
oportuna, cualificada y justamente todas estas problemáticas – todas ellas
urgentes y necesarias – representa costos altísimos, cada vez mayores, inclusive
considerados los solos aspectos económicos y financieros. Por todos los frentes se quiere emprender, se están emprendiendo, aunque falta, sin duda, una mayor decisión en ello, una acción más total, más integral, que responda a estos retos y a los peligros inminentes. Dese el caso de lo que ocurre, con la mejor conciencia adquirida de todo ello, con la llamada ganadería “regenerativa”, desarrollada con un criterio “holístico”
y mediante el mejor aprovechamiento de los “ciclos naturales” (períodos más
largos) de los pastos, que busca establecer la mejor nutrición posible de suelos “sanos
y vigorosos”, tratar de que su “huella de carbono” sea de “impacto cero”, y de que
sus procesos y emprendimientos caminen sensata y equilibradamente y al paso con los factores sociales y
financieros.
Sin
embargo, algunos se oponen a ello en mayor o en menor grado.
De
una parte están quienes, dada la necesidad y, más aún, la urgencia de emprender
soluciones oportunas, convenientes y proporcionadas a tales problemáticas,
proponen emprender acciones orientadas a su solución mediante trabajos conciliatorios,
planificados y transicionales, pero efectivos, por cuanto estos suelen
contribuir más adecuadamente, inclusive por razones pedagógicas, a que la
sociedad en su conjunto tome mayor conciencia de dichas problemáticas y a que
una mayor concientización social repercuta en una irrigación capilar de este
valor simultáneamente ético y jurídico que se transforme en ejercicios
individuales y colectivos que potencien las soluciones (técnicas) de fondo. Quienes
optan por este tipo de soluciones no necesariamente son poseedores de medios de
producción de bienes y de servicios sino usuarios de los mismos, pero, a
sabiendas de que deben enfrentar las problemáticas señaladas vinculadas con el
perjuicio o con la destrucción de la biodiversidad, con vistas al bien común, con honda conciencia social y precautelativa, se determinan a disminuir el impacto de su directa e
indirecta actuación industrial o de consumo sobre los ecosistemas en general,
para lo cual contratan o reciben gratuitamente asesorías, o emplean personal
muy calificado en la materia, o dedican sus paupérrimos, o ingentes, recursos
financieros como parte sustancial de la implementación de sus políticas, de sus estrategias y de sus actividades puntuales, sean estas empresariales y organizacionales como privadas.
Algunos
otros, por el contrario – nos informan también de ellos los medios de
comunicación –, minusvaloran y desacreditan cualquier esfuerzo conciliatorio y
de transición. Más aún, algunos consideran que sus propios criterios
ideológicos deberían primar también en esta materia, sea porque consideran que
“la libertad” (“su libertad”) es un bien preciosísimo, más aún, el principal
valor que se debe cuidar y según el cual se debe proceder. En consecuencia, cualquier
traba, cualquier obstáculo que se quisiera oponer a la “libertad de
emprendimiento”, al “uso libre del capital”, debe ser considerado negativo y,
positivo, por el contrario, todo aquello que las habilite y potencie. Inclusive
hay quienes, como se ha dicho, cuyo propio criterio los enceguece hasta el
punto de llegar a negar la existencia misma de un problema relacionado con la biodiversidad
y con el medio ambiente.
Otros
más, igualmente, juzgan y actúan desde el extremo opuesto, pues se radicalizan
hasta el punto de contraponer, de manera absoluta y general, actividades
humanas – y, por ende, a personas y grupos – vinculadas necesariamente con la
biodiversidad, tan valiosas desde el punto de vista histórico-social (piénsese
en la economía, en la ciencia y en la guerra) y desde el punto de vista de la
cultura y de las culturas (porque ellas han sido no sólo un medio que permite
expresar la propia identidad, realizar su culto e, incluso, embellecerse), pero valiosas también por cuanto son (únicos) “medios de subsistencia” – esenciales para algunas culturas –. Ocurre
ello, v. gr., en relación con la economía de las naciones y con el derecho a su
legítimo e indispensable desarrollo en todas las dimensiones y aspectos de su
existencia (el industrial, p. ej.), pero también en lo que toca con el
desenvolvimiento de las capacidades personales (el arte y la creatividad de las
personas).
Citemos entre estas actividades, en primer lugar, la minería en
todas sus expresiones (“legales e ilegales”, que alcanza, según expertos, hasta un 1% del territorio nacional; pensemos no sólo en la explotación
de la piedra
caliza y el yeso, en la del uranio, del plomo y los
diamantes, la del asbesto, la del carbón y la del petróleo y sus derivados,
sino también en otras tales como la de la sal tanto marina como terrestre, la
de las esmeraldas, el níquel, el hierro, el cobre, el platino, el azufre, el
coltán rico en columbita – niobio – y tantalita – tantalio –, la dolomita, la
barita, el feldespato, la arcilla, la magnetita y el platino, la mica, el
talco, la roca fosfórica, las diversas rocas ornamentales y el mármol,
para no citar sino minerales comunes, algunos de ellos más abundantes y tradicionales
y económicamente más significativos en Colombia): se la “sataniza”, se la
“demoniza”, como se habla de algo a lo que se le otorga (se le debe otorgar)
una atribución perversa y diabólica.
Son ellas, ciertamente, actividades que, sin duda, han afectado y afectan el
entorno rural y urbano en su medio ambiente y en su biodiversidad, pero que han acompañado al hombre desde cuando es hombre – y han sido desarrolladas por él, convirtiéndose en una innegable expresión de nuestra “cultura” (entendida esta como la
explica el Concilio Vaticano II) -:
“Con la palabra cultura se
indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y
desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura
someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana
la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el
progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo
expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y
aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género
humano” (GS 53b).
Pero…
no podemos olvidar que existen intereses, y algunos de sus partidarios también
son recalcitrantes defensores de una minería en la que, para nada admiten limitaciones,
directrices, ni la más mínima interferencia – cualesquiera fueran las razones:
biológicas, culturales, jurídicas, políticas y ni aún siquiera económicas – en
sus decisiones, en hacer efectivo su propio poderío.
El
problema medioambiental en todo su conjunto y en particular en lo que se
refiere a la biodiversidad todavía puede ser tratado, nos lo dice la esperanza.
Pero es necesario, también ella nos lo recuerda, lo insiste y lo grita, aún,
reclamando medidas necesarias y urgentes que, inteligente, decididamente, lo
detengan, lo lleven – lo regresen – a la normalidad “ecosistémica”. Porque
junto con las acciones destinadas a la atención y al cuidado que se ha de hacer
de la biodiversidad, deben emprenderse más profundas, completas, universales y
valientes acciones orientadas a la restauración de la biodiversidad perdida, e,
incluso a la represión de los delitos cometidos contra esta. Es necesario que,
sensata, racionalmente, también sean atendidas aquellas otras actividades y
aquellos valores que han sido reconocidos por grandes o pequeños grupos (familias,
tribus, asociaciones, religiones, regiones, naciones, continentes) de la humanidad también
como valiosos. Más aún, debemos reconocer debidamente – y apoyar – a aquellos autores
particulares y a aquellas instituciones y organismos (sean ellos privados,
estatales o internacionales) que se han arriesgado a sugerir el establecimiento de convenios y han contribuido a que estos no sólo ya se hayan establecido sino a
que se acuerden otros nuevos, los necesarios y convenientes, aún a sabiendas de
los costos que tendría llevarlos a cabo – límites y propósitos a alcanzar a
corto, mediano y largo plazo –. Todo ello encuadrado en el campo más amplio de
la biodiversidad, así como en el de la “sostenibilidad” planetaria, en los que no
faltan ya las estrategias, las exigencias, los presupuestos y los balances,
signo de un despertar de la conciencia de individuos y de naciones – unos más
que otros, sin duda – y de la obligada atención a un problema que no siempre es
fácil de comprender, pero que, sobre todo debido a los importantes intereses
que se encuentran en juego, es más fácil negar o rehusarse a colaborar en su
solución.
Algunas conclusiones y decisiones tomadas
en relación con la Biodiversidad en la COP16
a.“Fondo de Cali”
dedicado a compartir los beneficios derivados de los datos de secuenciación
genética de animales y plantas con las comunidades de donde proceden.
Al llegar
a la COP16, “los países desarrollados se habían comprometido a aumentar su
ayuda anual a la conservación de la naturaleza de 15.000 millones de dólares a
30.000 millones en 2030.” “La presidencia de la COP, por su parte, también
propone que las empresas de cierto tamaño que utilicen la DSI (Información Digital
sobre Secuencias) contribuyan con el 0,1% de sus ingresos o el 1% de sus
beneficios. Bajo los auspicios de la ONU, este fondo se encargaría de
distribuir el dinero recaudado entre las comunidades y países que han
conservado estos recursos a lo largo de los siglos. Sin embargo, este era
uno de los aspectos de financiación en discusión debido a que diferentes
países, incluido Colombia, propusieron que se haga un fondo independiente,
ya que el mecanismo de gobernanza del GEF (Fondo para el Medio Ambiente Mundial,
por sus siglas en inglés) no es inclusivo. Asimismo, algunos países argumentan
que el GEF, no es suficientemente accesible. Por esto, Bernadette Fischler
Hooper, líder de Incidencia Global de WWF Internacional, aseguró que “se ha
logrado un progreso limitado en materia de financiamiento, con países aún muy
divididos en sus opiniones, dejando el texto en un estado pendiente”.
En efecto,
uno de los logros de la COP16 de Cali, anunciados públicamente por sus
participantes – en este caso un representante de la WWF (World Wide Fund for
Nature: Fondo Mundial para la Naturaleza) –, consiste en la creación del “Fondo
de Cali” durante la COP16, iniciativa que busca la conservación de la
biodiversidad, pero aseguraron que hay incertidumbre por la falta de acuerdos
que permitan su financiación en el futuro. La destinación del “Fondo de Cali”
establece que las empresas que utilizan Información de Secuencia Digital
de recursos genéticos de biodiversidad en sus productos deben pasar una parte
de sus ganancias o ingresos a este fondo. Aunque el fondo quedó aprobado luego de una
maratónica sesión de 24 horas de discusión, algunos puntos claves sobre su
financiación no lograron acordarse y quedaron pendientes para un nuevo
encuentro. Según
Kirsten Schuijt, directora General de WWF Internacional, el problema es que,
tras la creación del fondo, no se acordó cómo se adelantará la financiación y
ese punto de la agenda quedo “aplazado”, hasta una próxima reunión. “El
Fondo de Cali, aunque imperfecto y con muchos detalles aún por pulir, es un
importante paso adelante. Garantiza que las empresas que se benefician de
la naturaleza contribuyan de manera justa a la conservación de la biodiversidad
y dirige fondos críticos a las personas y lugares que más los necesitan”,
señaló Schuijt. En principio se acordó que 50% del fondo se asignará a los
pueblos indígenas y las comunidades locales, ya sea directamente o a
través de los gobiernos, para que estas comunidades puedan tener acceso a sus
beneficios, dándoles prioridad a las mujeres y a los jóvenes. A pesar de los
valientes esfuerzos de Colombia y el trabajo incansable de muchos negociadores
para encontrar consenso y tender puentes entre los países, este resultado pone
en peligro la implementación del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal.
El aspecto
negativo de la cuestión lo manifestaron, sin embargo, otros representantes de
algunos Países. Tal es el caso de quienes destacaron que este acuerdo no se
hubiera traducido en una contribución económica más efectiva a dicho fondo.
Afirmaba que en el debate sobre cómo lograr el objetivo de aumentar hasta
200.000 millones de dólares anuales el gasto mundial para salvar la naturaleza,
países desarrollados hubieran ofrecido un incremento paulatino en la ayuda
anual para la conservación de la naturaleza, hasta de 30.000 millones de
dólares para 2030. “Estamos totalmente
decepcionados, no hay creación de un fondo dedicado a la biodiversidad, no hay
medidas contundentes para impulsar a los países desarrollados a respetar sus
compromisos”, declaró a AFP Daniel Mukub, negociador del Congo.
b.La conservación
y el uso sostenible de la biodiversidad marina y costera, así como de la biodiversidad insular
Teniendo
en cuenta un dato que no es menor: “que según el Foro Económico Mundial entre
el 55% y el 60% del producto interno bruto global depende en mediana y gran
medida de los recursos naturales”, se deben resaltar otras dos decisiones muy
positivas de la COP16. Ante todo, hay que considerar positivo que, “en las
últimas negociaciones se lograron avances sobre «la conservación y el uso
sostenible de la biodiversidad marina y costera, así como de la biodiversidad
insular»”. Así, uno de los focos fue el logro del acuerdo global para
identificar y conservar áreas marinas de alta importancia ecológica en aguas
internacionales y darle un impulso a la meta de proteger el 30% del océano
a 2030. Este objetivo se intentará lograr mediante la creación de “un grupo
asesor de científicos expertos del mundo, que tendrá el objetivo de
supervisar la identificación y actualización de las áreas marinas de
importancia ecológica y biológica. Asimismo, la caracterización de estas
regiones se llevará a cabo únicamente siguiendo criterios científicos y
técnicos, sin afectar la soberanía territorial, asegurando así una postura
neutral y de respeto entre las naciones.” Otra decisión muy importante del
encuentro de Cali consiste en que, como resultado de “negociaciones, se
destacan los avances significativos en el marco de monitoreo, incluyendo
los indicadores financieros del Target 19.D3 sobre sector privado. “Por primera
vez vamos a tener una metodología para saber cuáles son los flujos de
biodiversidad de la cooperación internacional, del sector público y privado.
Hay metodologías para el sector público y para la cooperación, pero para el
sector privado no existía nada de eso, por esto es un gran avance”, dijo Juan
Camilo Pino, asesor de la ministra de Ambiente para asuntos del sector privado.
Uno de los puntos más álgidos en medio de la COP16 son las discusiones,
acuerdos y negociaciones en torno a la meta 19 del acuerdo de Kunming-Montreal, que
habla sobre la financiación para la biodiversidad.”
No todos
comparten, tampoco en este punto, esta visión tan positiva de la situación. Para
estos, en efecto,” la cumbre de la ONU sobre la naturaleza (que) acordó este
sábado en Cali, Colombia, la creación de un fondo para compartir los
beneficios derivados de los datos de secuenciación genética de animales y
plantas con las comunidades de donde proceden, muy poco y en ocasiones ningún
beneficio de esos datos llega a las comunidades que descubrieron la utilidad de
una especie en primer lugar, aunque la información se sube a bases de datos de
libre acceso en internet. Estos datos, en efecto, se utilizan sobre todo en
medicamentos y cosméticos y pueden generar ganancias de miles de millones a sus
creadores. La Presidencia de la COP16 tendió una propuesta de
compromiso el viernes que dejó muchos descontentos. Los países en
desarrollo, sobre todo de África, reclaman un nuevo fondo multilateral que
sustituya al actual, pues lo consideran inadecuado e injusto. Sin embargo, el
texto propuesto se limitaba a extender las conversaciones sobre financiación
más allá de la cumbre y hasta la próxima en Armenia en 2026. Los países ricos,
en particular la Unión Europea (en ausencia de Estados Unidos, que no es
signatario de la convención), consideran contraproducente la multiplicación de
fondos, pues fragmentan la ayuda sin aportar dinero nuevo, que a su
juicio debería encontrarse en el sector privado y en los países emergentes.” “La
clara señal enviada hoy por la COP16 es que las grandes empresas deben pagar
sus cuotas para la protección de la naturaleza. Si el fondo de secuencia
digital crece hasta un punto porcentual mayor y las corporaciones son realmente
responsables, esto cambiaría las reglas del juego”, indicó Glenn Walker,
responsable del programa de naturaleza de Greenpeace Australia Pacífico. El
acuerdo enumera los sectores a los que va dirigido, incluidos los fabricantes
de productos farmacéuticos, complementos alimenticios, cosméticos y
biotecnología y agroindustria”.
c.La creación de
un órgano permanente que represente los intereses de las comunidades indígenas y
locales.
Un cuarto
resultado (“relativamente”) positivo de la COP16 fue la creación de
un órgano permanente que represente los intereses de las comunidades indígenas y
locales.
A este
órgano permanente se le ha de asignar un concreto y preciso “Plan de Trabajo
para Pueblos Indígenas y Comunidades Locales” por cuanto se trata de “una
decisión que genera una ruta de implementación clara para pueblos indígenas del
Marco Kunming-Montreal, contando con el consenso de todos los países”.
Esta
decisión responde a una de las iniciativas que había presentado la
representación colombiana. “Una de las grandes apuestas que había hecho la
ministra de Ambiente, Susana Muhamad, cuando asumió la presidencia del Convenio
de Diversidad Biológica (CBD), estaba concretándose: que las comunidades
locales y los pueblos indígenas pasen a ser un grupo de trabajo permanente en
las negociaciones del Convenio y que sean asesor de la Secretaría. En adelante
son un órgano subsidiario. Hasta el momento solo eran un grupo de trabajo del
popular artículo 8 (j) del CBD, creado hace 32 años, en 1992. Hasta ahora, solo
había dos órganos de trabajo permanente: el de Implementación, y el de
Asesoramiento Científico, Técnico y Tecnológico. Además, al tener ese nivel
ahora contarán con recursos permanentes para sus reuniones, a diferencia de
cuando eran un grupo de trabajo y dependían de donaciones ocasionales. Sobre su
funcionamiento, todavía no hay mucha información. Sin embargo, una de las
propuestas que está sobre la mesa es que el órgano subsidiario tenga dos
copresidentes: uno de ellos será nominado por los países del grupo regional que
tenga el turno de hacerlo, y el otro será nominado por los representantes de los
pueblos indígenas y las comunidades locales. Al menos uno de ellos deberá ser
de un país en desarrollo y se espera que se tenga en cuenta “el equilibrio de
género”, según se lee en uno de los documentos del Convenio.
No obstante,
algunos observadores señalaron la imperfección del mecanismo adoptado. Señalaron,
por ejemplo, que “la COP16 elevó el rol y el valor de la naturaleza. Fue un
llamado a la acción para repensar nuestra relación con la naturaleza; una COP
que reconoció e incluyó distintas voces respetando los derechos humanos. Una
COP que unió las agendas de biodiversidad y cambio climático”, como afirmó este
viernes en una rueda de prensa Sandra Valenzuela, directora de WWF Colombia, no
sin antes pedirle a quienes negociaban encerrados que tuvieran más ambición.
Después de todo, añade Vilardy, no sorprende mucho que esos procesos de
negociación sean difíciles, lentos y engorrosos. Los pueblos indígenas, de
hecho, estuvieron en centro de la COP16. Fueron visibles tanto en la Zona
Verde, donde tenían una Maloka y varios puestos con productos, como en la Zona
Azul, donde participaron de las negociaciones y de las discusiones académicas. A
Manuel Mavisoy, miembro de la Mesa Permanente de Concertación de los pueblos
indígenas de Colombia, le gusta hacer dos lecturas de lo que ocurrió estas dos
semanas. En la Zona Verde, dice, “pudimos mostrar los que hacemos en
conservación de la biodiversidad, decirles a las personas que eso es lo que
estamos perdiendo y que necesitamos una oportunidad para seguir trabajando en
su protección”. Por otra parte, sobre lo que ocurrió en la Zona Azul advierte
que pusieron en la agenda temas esenciales para los pueblos indígenas como la
importancia de sus conocimientos tradicionales o la necesidad de que accedan a
financiamiento directo para la protección de la biodiversidad. Pero tiene un
reparo: “decir que los pueblos indígenas tienen una vocería directa dentro de
la COP es algo de lo que todavía estamos lejos. Estamos participando y
esperamos algún día tener un reconocimiento pleno”. “Haber aprobado el programa
de trabajo es un paso adelante, porque marca tareas y acciones concretas que
los pueblos indígenas deben hacer para conservar la biodiversidad. Pero, más
importante que eso, dicta tareas para que los Estados apoyen, respalden e
incentiven estas actividades”, apunta Ramiro Batzin – maya cachiquel –
copresidente de Foro Internacional Indígena sobre Biodiversidad.”
d.Colombia, Valle
del Cauca y Cali: turismo regenerativo
Los logros
de la COP16 merecen un capítulo aparte. Para la propia nación colombiana y para
su biodiversidad, de acuerdo con diversas autoridades gubernamentales y con el
sentir de líderes de diversos estamentos sociales y económicos, como es el caso
de la Ministra de Ambiente y Presidente de la COP16, “Susana Muhamad, en su
balance de la realización, celebró la llegada de US$ 100 millones para la
protección de la biodiversidad y el impulso de la bioeconomía”.
Más aún,
de acuerdo con “la secretaria de Turismo de Santiago de Cali, Mabel Lara,
expresó que se ha firmado “un acuerdo de entendimiento con el Centro de
Destinos y Experiencias de la Excelencia de Quebec, Canadá. Ellos van a
acompañar en todo el tema de turismo regenerativo focalizado en el Parque
Natural Los Farallones, en lo que tiene que ver con la minería”. Otro aspecto
que resalta Mabel Lara, es el afianzamiento del acuerdo con la Sociedad
Nacional Audubon, que es la agencia de cooperación de aviturismo a nivel
internacional y de esta manera, fortalecer el evento de Colombia Bird Fair. Con
el Gobierno de Suecia se adelanta una idea para brindar alternativas de trabajo
en los sectores de Peñas Blancas, del Parque Nacional Natural Los Farallones y
de esta manera ir erradicando la minería ilegal de este sector.”
Por
eso, debemos adentrarnos en un tercer nivel de nuestro análisis, el relacionado
con los “juicios morales”, especialmente desde el punto de vista de su
“justicia”. Los puntos de vista, también en esta materia, son numerosos y, en
ocasiones, se enfrentan, si no contradictoriamente – ¡aunque alguno que otro ha
apelado cada cierto tiempo a la “autodestrucción deliberada” de los seres
humanos! –, al menos sí contrariamente. Nos referimos no sólo a las actitudes y
a los actos concretos vinculados con el obrar mismo de los individuos – asunto
ya de por sí tan complejo y que tiene qué ver tanto con la conciencia y con la
libertad así como con el respeto y con la responsabilidad –, sino también a su
componente “social” y “cultural”, en el que las personas – los ciudadanos, sus comunidades
y los diversos niveles y modos de asociación: redes de redes en las que las aspiraciones
y los derechos de cada cual son valiosos y realmente tenidos en cuenta – se interrelacionan
articuladamente en solidaridad y fraternidad con “el bien común” y con las
decisiones que en un determinado “momento” asumen e implementan los Estados,
sus Gobiernos y sus gobernantes (en las tres ramas del poder: legislativo,
ejecutivo y judicial).
Algunas
pocas reflexiones sobre este aspecto de la “biodiversidad” pueden resultar
útiles, realizadas especialmente desde la perspectiva de la esperanza cristiana
y de la Doctrina Social de la Iglesia.
En primer término debemos acudir a una “clave”
interpretativa general y de la máxima importancia que nos ha ejemplificado el
Señor Jesús al referirse a la “lectura” de los acontecimientos de la historia y
de la naturaleza: en las propias realidades existentes, y en especial en los
mismos seres humanos, Dios ha dejado “inscrita” su voluntad, su origen así como
su destino, de ahí que sea necesario indagar y estudiar hasta la mayor
profundidad y extensión posible, inclusive en los procesos trascurridos ya en
la historia, cuanto existe y acontece, si se quiere acertar en la formulación
de proyectos realistas y productores de bien y de verdad humanos
que consideren, sí, los potenciales inherentes así como los eventuales riesgos
y los posibles obstáculos, pero que, ante todo, amplíen los horizontes a los
que alcanza a llegar la razón humana.
En segundo término, en este, así como en muchos
otros temas relacionados con aspectos concretos y específicos de la vida social
y cultural la Iglesia considera que no tiene una palabra única y definitiva,
especialmente cuando existen opiniones a veces tan diversas por parte de
expertos en la materia. En estos casos, a lo más, su tarea consiste en
escucharlos y en promover entre ellos un “debate honesto”. Pero,
indudablemente, ella, como muchos más que no pertenecen explícitamente a ella,
coinciden en señalar y en atestiguar la existencia de graves “daños” y de “deterioro”
de “nuestra casa común”, como gusta referirse a nuestra Tierra el Papa
Francisco (cf. la mencionada Carta encíclica Laudato si’sobre el
cuidado de la casa común, 2023, n. 61), y nada ganamos queriéndolos ocultar o
maquillar. Existe una salida, existe la posibilidad, aún, de “reorientar el
rumbo” y de “hacer algo para resolver esos problemas”.
En tercer lugar, se debe recordar el viejo principio
del Derecho canónico, una Regula iuris, la XXIX, que dice: “Quod
omnes tangit debet ab omnibus probari” (“Lo
que afecta a todos debe ser aprobado por todos”). Se trata de un principio que
ha sido aplicado a numerosas instituciones eclesiásticas (como en las
comunidades monásticas y entre los religiosos, en cuyas Reglas y
Constituciones a veces exigen la unanimidad decisional; o para las elecciones o
para la decisión en diversas instituciones y asociaciones clericales o laicales
sobre la manera de proceder en temas reglamentarios, económicos, pastorales,
etc.; y, en cuestiones relacionadas con la fe, fue famosa la aplicación que dio
al principio el teólogo Yves Congar op., en el sentido de que ellas debían ser
debatidas por todos los cristianos hasta alcanzar un consenso. Este criterio,
extremo en principio, al menos en cierto sentido ha sido promovido el S. P.
Francisco al subrayar el alcance de la expresión “infalibilidad de todos los
bautizados «in credendo»”. Escribía en 2013:
“En todos los bautizados, desde el
primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa
a evangelizar. El Pueblo de Dios es santo por esta unción que lo hace infalible
«in credendo». Esto significa que cuando cree no se equivoca, aunque
no encuentre palabras para explicar su fe. El Espíritu lo guía en la verdad y
lo conduce a la salvación[cf.
Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium,
sobre la Iglesia, 12]. Como parte de su misterio de amor
hacia la humanidad, Dios dota a la totalidad de los fieles de un instinto
de la fe — el sensus fidei—que
los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios. La presencia del Espíritu
otorga a los cristianos una cierta connaturalidad con las realidades divinas y
una sabiduría que los permite captarlas intuitivamente, aunque no tengan el
instrumental adecuado para expresarlas con precisión”:exh. ap. Evangelii
gaudium n. 119).
Pero también para instituciones civiles, dando
origen al Derecho constitucional y a otras diversas aplicaciones en el Derecho
civil, fiscal y comercial de los Estados. Por ejemplo, es notable que el
derecho anglosajón de la Equity
y de la Common Law,
tanto en lo político como en lo jurídico, y con el fin de establecer mecanismos
que impidieran en lo posible una monarquía absoluta, hubiera establecido durante
el reinado de Eduardo III (1312-1377) la relación que debía existir entre el
rey y un parlamento bicameral (“monarquía constitucional”). Esta, sin duda, no
estuvo exenta de tensiones y de desafíos en los que, algunas veces primaba el
poder del uno, en otras el poder del otro, en especial cuando se trataba de
imponer nuevos tributos o de adoptar políticas religiosas que eran
especialmente discutibles (reinado de Carlos II – 1649-1685 –). Para 1689 se promulgó
la Carta de derechos en la cual se “afirmó la supremacía del Parlamento,
y se declaró que los ingleses retuvieran ciertos derechos, incluyendo la
libertad de no abonar aportes tributarios impuestos sin el consentimiento
parlamentario”. Durante el reinado de Guillermo IV (1765-1837) fue importante
el Acta de Gran Reforma en cuyas decisiones se estableció “la expansión
del sufragio electoral, y la consagración de la Casa de los Comunes como la
rama más importante del Parlamento”. Así, los poderes de los reyes quedaron,
para ciertos asuntos, relativamente restringidos (“Prerrogativa real”), y, para
otros, quedaron estrictamente en manos del Parlamento.
En lo que concierne a los Estados Unidos de América
se ha de destacar la importancia que tuvo el lema, restringido a lo fiscal, No
taxation without representation ("ningún
impuesto sin representación"), mediante el cual se suscitó la revolución política que condujo a la
Guerra de la Independencia contra el Reino de la Gran Bretaña por parte de
trece colonias a partir de 1774, de la Declaración de Independencia de 1776 y
del Tratado de París de 1783.
En lo que corresponde a Colombia, bajo diversas
fórmulas total o parcialmente restrictivas se estableció en el pasado el
derecho a participar políticamente, en las cuales claramente se destaca hasta
cierto momento, el factor económico. Tales fórmulas ya, de hecho, no existen en
la Constitución política expresamente: esta, por el contrario, refiere – y,
para algunos tratadistas “confiere” – el derecho humano (político) a la
participación en la conducción del Estado y en la elección, al menos parcial,
de las autoridades que lo rigen. Pero es un hecho – que también denunciamos – que
hoy en día se mantienen, si no exactamente esas mismas restricciones a la
participación política al menos para muchos, sin embargo, también de hecho, las
hay. ¿Qué decían aquellas viejas y primeras Constituciones del siglo XIX?
·La
empleada por la entonces Provincia de Cundinamarca, entre 1812 y 1815, sólo otorgaba
la ciudadanía (“nacionales”), y, por ende, el derecho a elegir, a quien fuera “varón,
mayor de 25 años de edad, padre de familia que vivía de su renta o de su
ocupación y que no fuera esclavo”;
·la propia
de la Constitución de 1819, la de la Gran Colombia, establecía que “para ser
sufragante primario o ciudadano se debe poseer una propiedad raíz de $500 o
tener algún grado o probación pública en una ciencia o arte liberal o mecánica,
o gozar de un grado militar o de algún empleo con renta anual de $300. Mientras
que para ser Elector o sufragante secundario se debía tener una propiedad de
$1.000 o gozar de un empleo de $500 de renta anual o tener bienes raíces que le
produzcan una renta anual de $500”;
·la de
1821 decidió que, para ser ciudadano, era necesario “además de tener 21 años,
ser casado, se debía tener una propiedad raíz o tener un oficio, profesión,
comercio o industria útil, con casa o taller abierto, sin dependencia de otro
en clase de jornalero o sirviente”;
·finalmente,
la de 1843, “tan sólo concedió el derecho a participar en los procesos
electorales a aquellos hombres libres mayores de 21 años que fuesen dueños de
bienes raíces localizados en el territorio y cuyo valor fuese de $300 o que
tuviesen una renta anual de $150 y haber pagado impuestos”.
Así, pues, tanto en el diálogo que se propone sobre
los problemas medioambientales como en los relacionados con la biodiversidad la
real y genuina participación no se agota ni en los niveles más altos del poder,
ni en los académicos, ni en el de los expertos, sino que debe ser efectuado por
“todas las personas de buena voluntad”, comenzando por aquellas que residen en
esas regiones en las que tales problemas se están presentando o que son vecinas
a ellas, así como por los jóvenes, por los grupos étnicos (“originarios”) más
autóctonos y raizales, con su experiencia y patrimonio cultural, y por otros
grupos cuyos intereses legítimos se encuentran en juego, para subrayar y
reanimar sus esperanzas comunes, para valorar sus visiones diferentes y para
decidir aquello que, inclusive en materias económicas y financieras, debe ser
dispuesto. También este aporte lo brindó el S. P. Francisco en
la Exhortación Apostólica Postsinodal "Querida Amazonia"
al pueblo de Dios y a todas las personas de buena voluntad, del 2 de febrero de
2020, nn. 26, 33, 37 y 38.
Como
se ha podido ver, en diversos momentos hemos ido haciendo notar de qué manera en la interacción ecosistémica, dinámica y a través de los años (centurias, milenos, edades), entre los seres humanos y los demás seres vivos se manifiestan actuaciones aún poco conscientes, inteligentes, consistentes, previsivas y en diversos casos ciertamente injustas, lo cual evidencia no sólo cuán diversos son los puntos sometidos a la discusión ética y jurídica sino los puntos de partida (epistemológicos) y las bases antropológicas que la subyacen. En diversos casos, más aún, se manifiesta, junto con la diversidad, la ambigüedad y, aún, la falta de sinceridad de muchos involucrados.
Para algunos, en efecto, su dictamen consiste en que, en medio de esa interacción, los seres humanos no nos comportamos
como “buena” parte del universo creado, con las consecuencias graves, abusivas, destructivas
e irrecuperables, muchas veces, de la pérdida de otros seres humanos, así como de minerales, de
especies de plantas y de demás animales. Sucede ello también con motivo de las
luchas por el agua potable, pero, sin duda también, en las luchas,
simplemente, por el agua (por el suelo, por el aire, por el paisaje). Las
guerras (inclusive entre clanes) son, por eso mismo, atentados muy refinados contra
la biodiversidad. Piénsese no sólo en la tala de árboles tan acostumbrada desde la mayor antigüedad, sino en
el uso de implementos más sofisticados, como el espejo ustorio, atribuido a
Arquímedes, mediante el cual, en la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.), "el
ejército cartaginés venció al romano en Siracusa al
incendiar los bajeles de
la flota de Marcelo usando
los rayos solares". O, en nuestros tiempos, en las consecuencias que tiene una
bomba de Napalm (compuesta por ácido nafténico y ácido palmítico), que arde a
temperaturas entre los “800º C y los 1200º C", con las “ventajas” de “quemarse
durante más tiempo que la gasolina, se dispersa más fácilmente y se adhiere a
sus objetivos”; o en las bombas “de racimo” (provistas de un “anillo de
circonio”): empleadas tanto las unas como las otras para ocasionar incendios. Pero
no sólo en ellos.
En
diversas ocasiones, daños semejantes son auténticas expresiones de “abuso de
poder”, o las producen, por cuanto son otras tantas maneras de agredir la
biodiversidad, no sólo ya la vegetal o animal. Familias, pueblos, naciones,
Estados, inclusive, por años, más aún por siglos, enfrentados y trenzados en
luchas en las que nunca se terminan los ánimos y la sed de mal y de venganza
contra el “enemigo”, por motivos deleznables (inclusive religiosos) - "poderosos" para los involucrados - que son mucho más cegueras u odios
inexplicables e injustificables que razones verdaderas y justas y, sobre todo, fraternas. Y las hay inclusive habiendo firmado – como simples personas que dan su palabra sincera y
confiable; más aún como “representantes” eminentes de sus Pueblos – documentos solemnes –
“Tratados” –, que se suponen de obligatorio cumplimiento para todas las altas partes
– como ocurre con aquellos que dieron lugar a la ONU y a todos los Organismos
que la componen –, incluidos entre estos aquellos convenios destinados a la protección,
conservación y restauración del medio ambiente, de los niños, etc.
Jesús
hacía la constatación de un hecho “histórico-político”, pero que también tiene
su paralelo en diversas situaciones sociales, como en escuelas, colegios y universidades, así como en muchas familias:
“Jesús los llamó y les dijo:
«Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las
naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su
autoridad»” (Mc 10,42).
En
el caso de los Estados (sean mayor o menormente democráticos), estos
comportamientos son llamados “tiranías”, “dictaduras”, “despotismo”, “totalitarismo”,
en los que no siempre se abusa de las leyes o se las desconoce. Pero, así como
ocurre con el “terrorismo” (como en el caso de los atentados mencionados contra la
“infraestructura petrolera”, de incendios forestales, de contaminación ambiental
consecuencia de residuos químicos arrojados al ecosistema en la producción de
narcóticos en reservas y parques naturales), en todas esas “conductas” o
“estrategias” se incluye un “abuso del poder” innegable, una apropiación de los
mecanismos (establecidos) de dominio y de gobierno, que engendra pérdida de ejercicio
real de las exigencias de “espacio” (“libertades democráticas”) que requiere toda
la población para su subsistencia digna (la población es sometida por la fuerza
y por el miedo). Esos Estados y esos Gobiernos se deslegitiman a sí mismos.
En las fracciones menores de los Estados, en sus provincias,
sus regiones, sus departamentos y municipios, pero, inclusive en las familias
que las conforman, también se dan similares y proporcionales “abusos del poder”
– en concreto por razones políticas (o de partido) o económicas –, como ocurre
en las muy diversas formas de “machismo” (nacido o no de usanzas “patriarcales”),
de infanticidio, de feminicidio y de otras violaciones de los Derechos humanos. En realidad, ninguna nación escapa de este fenómeno o de formas similares a este. Algunas teorías explican que estas conductas se (re) producen en los hogares porque la violencia ambiental, social y estatal se ejerce, se introyecta y se replica en los hogares, “desde la casa se aprende” - y en la escuela eventualmente se refuerza - ; otras teorías insisten, por el contrario, en que el origen de esa violencia ("comportamientos agresivos") se encuentra en las personas mismas, en su propia naturaleza y herencia (animal) y en la "normalización" (cultural) que se consolida, y que expresan quienes fueron violentados en su infancia y que culminarán su existencia violentando a otros. Y esa lesión grave, duradera,
injusta de la manipulación o de la desaparición de adversarios y de población,
ha de considerarse también otra expresión de atentados contra la biodiversidad y
contra los ecosistemas, que, en muchos casos llevan consigo repercusiones
negativas e inocultables no sólo sobre la economía nacional y mundial, sino
sobre especies animales y vegetales enteras. ¡Cuánta vida se pierde, cuánta esperanza se pierde!
No
podemos dejar de mencionar, con todo, otra situación, una “situación
profundamente humana”, que, además de estar vinculada con la medicina, en
muchos casos se lee o se valora desde una perspectiva predominantemente económica
y financiera o como una expresión de aquello que se identifica y se promueve
como una “liberación femenina”: ¿qué hacer con las personas con malformaciones,
deformidades o anomalías (genéticas o congénitas)? ¿No se trata, quizás, de
otra expresión más del empleo abusivo del “poder”?
Ciertamente,
hay que tener presentes y aplaudir aquellas acciones (humanitarias, benéficas)
orientadas a la atención y al cuidado, y a la inserción e inclusión social, de
personas que han nacido y crecido con esas diversas “discapacidades”, o que las han
adquirido en accidentes o como consecuencia de acciones de guerra. Destaquemos, por eso, a aquellas personas e instituciones que emplean el deporte como medio terapéutico orientado a la prevención
de adicciones o a la recuperación de las personas, ayudándolas a recuperar la
movilidad de sus articulaciones, o, simplemente, aquellas que se crean para estimular
la recreación y la sana competencia, como ocurre en los Juegos Paralímpicos. En
estas participan – no sólo como destinatarias de sus actividades (“poblaciones
objeto”) sino como agentes activos, promotores y directivos de estas – personas
con lesiones de la médula espinal, con parálisis cerebral, parapléjicos y
tetrapléjicos, con ceguera y discapacidades visuales, con sordera, con amputación
de uno o de varios miembros, con discapacidades intelectuales…
Ahora
bien, se suelen considerar “deformidades” de algunas partes del cuerpo de las
personas (aquellas que notablemente son diferentes de las que se consideran
“normales”) las siguientes: el labio leporino o el paladar hendido (pacientes
que nacen con una fisura en el labio superior, en el paladar de la boca o en
ambos); la fusión carpiana (personas con uno o más huesos carpianos que se
fusionan en la muñeca, que rara vez causan problemas o requieren tratamiento);
la deficiencia longitudinal central (o mano hendida: nacen sin uno o más de los
dígitos medios, la mano forma una V); los dedos palmeados (sindactilia: los
dedos de las manos o los pies de los niños no se separan por completo durante
el desarrollo fetal); la escoliosis (una deformidad en la curvatura de la
columna vertebral que hace que se curve lateralmente); la espina bífida (una
parte del tubo neural no se cierra del todo y la columna vertebral y la médula
espinal no se forman adecuadamente); la espalda encorvada (cifosis: una persona
se encorva más de lo normal, de modo que la espalda parezca que tiene una
joroba); las marcas de nacimiento (pueden estar provocadas por malformaciones
vasculares); la tortícolis (cuellos
torcido: la cabeza del paciente está inclinada en un ángulo y puede tener
dificultades para mover el cuello. Esto suele ser congénito); la displasia de
cadera (el hueso del muslo se ajusta sin apretar en la cavidad de la cadera, lo
que lo hace propenso a la dislocación. En los adultos, esto puede llevar a una
cojera); la sirenomelia (o síndrome de la sirena, aunque muy rara, el individuo
nace con las piernas fusionadas y normalmente con un desarrollo anormal del
riñón y la vejiga. Algunos órganos y los genitales también pueden estar
malformados o ausentes. Los individuos con sirenomelia rara vez viven mucho
tiempo).
Algunas
personas, ya crecidas, ante situaciones como estas, llegan a experimentar un
sufrimiento emocional muy significativo, gracias a que no dejan de pensar en
uno o en varios de los defectos que perciben en ellas mismas o en su
apariencia, que se pueden y deben considerar menores o que no pueden ser vistos por los demás. Avergonzadas, intimidadas, ansiosas, ellas, sin embargo, pueden configurar el
denominado “trastorno dismórfico corporal” que puede llegar a requerir una
terapia cognitivo-conductual y medicamentos. La burla que se hace de personas que
se encuentran en situaciones como las descritas son un verdadero agravio a ellas
y las estigmatiza. Otros les ofrecen falsas esperanzas.
Entre
las “anomalías genéticas” – hereditarias o no – es necesario mencionar
principalmente algunas: la “Fibrosis
quística” (cuyos síntomas de muestran en un retraso en el
crecimiento, dolor abdominal por estreñimiento grave, tos o aumento de
mucosidad, dedos malformados); la “Enfermedad
de Huntington” (que se evidencia en movimientos anormales,
alucinaciones, comportamientos antisociales, malhumor, irritabilidad, paranoia,
psicosis, inquietud o impaciencia); el “Síndrome
de Down” (cuyos síntomas son la nariz achatada, exceso de
piel en la nuca, pliegue único en la palma de la mano, boca y orejas pequeñas,
ojos inclinados hacia arriba); la “Distrofia
Muscular de Duchenne” (que se muestra en fatiga, discapacidad
intelectual, dolor muscular, dificultad para caminar); la “Anemia de
Células Falciformes” (se nota en la hinchazón dolorosa en manos y pies,
cansancio y malestar, color amarillento en la piel); y el “Síndrome de Turner”
(que afecta sólo a las mujeres, y se manifiesta en baja estatura, la falta de
desarrollo de los ovarios y defectos cardíacos). Las causas asociadas con estas
anomalías genéticas son especialmente las mutaciones celulares, la Trisomía de
cromosomas (Síndrome de Down), Deleción de una región de un cromosoma o de un
cromosoma completo (Síndrome de Turner). Las investigaciones más recientes, no
las únicas, orientadas al tratamiento de estas enfermedades, van en la línea de
la sustitución del material genético defectuoso por otro normal.
Pero
muchas de las anomalías están asociadas con “defectos numéricos (aneuploidías y
poliploidías) o estructurales (intercambio, reordenamiento o translocación,
pérdida o ganancia de material cromosómico) de los cromosomas” y de ellas sobreviene
un “aborto espontáneo” (estudios mencionan que hasta un 50%), que acontece, por
lo general, en el espacio que trascurre entre las semanas sexta y décimo
tercera del embarazo. En efecto, se debe recordar que algunos de esos defectos
se establecen o se producen en las estructuras y/o en las funciones de los embriones
y de los fetos, es decir, entre las semanas sexta y décimo tercera a partir de
la concepción. Las consecuencias de tales defectos pueden conducir inclusive a
la muerte del embrión-feto, por lo cual la medicina contemporánea ha
desarrollado diversas técnicas orientadas a detectarlos y a diagnosticarlos (screening),
cosa que ocurre, precisamente, en dichas semanas.
Ante las enfermedades y el sufrimiento que se
originan de esas anomalías, especialmente, (en otras personas o en ellas
mismas), muchos se sienten agobiados, desesperados. Tanto, que acuden a la vía
de quitarse la vida (o así lo anhelan y procuran), o de quitársela a otros, a
fin de que “dejen de sufrir” (“eutanasia”). Algo similar ocurre con quienes han
nacido con anomalías cuyos sufrimientos y la mayor vulnerabilidad para adquirir
enfermedades se manifiestan en cuadros muy diversos que a nosotros en muchos
casos nos impactan – ¡y aterran! –, pero que, en otros, nos pareciera que de
ellos sus pacientes no son o están muy conscientes o, por el contrario, que su
dolor se evidencia. Otros, desde principios y criterios diametralmente opuestos
a los anteriores, y sin atribuirles el carácter de “afición a sufrir” (masoquismo),
consideran valiosos el sufrimiento, el dolor, e, inclusive, una larga,
dolorosa, terminal enfermedad. Pero de unos y otros casos han querido hacerse
cargo las disciplinas que tienen por objeto la salud.
Ahora bien, las legislaciones de diversos países
despenalizan o autorizan la realización de abortos “eugenésicos”, es decir,
aquellos en los que ocurre “la interrupción voluntaria del embarazo cuando se
puede predecir con probabilidad o certeza que el feto nacerá con un defecto o
enfermedad”. Por el contrario, hay quienes protestan y lamentan decisiones,
como la de la Corte Suprema de los Estados Unidos de América, que “revocó el
derecho federal al aborto” (decisión Dobbs) hace ya año y medio (2022). Argumentan,
precisamente, que muchas muertes de niños de ese tiempo acá (más del 7% que
antes) se originaron en las anomalías congénitas o en los defectos con que
nacieron.
Pretender un mundo absolutamente sin enfermedades ni sufrimientos ha sido un propósito para algunos (se inventan y aplican medicamentos que eviten a toda costa los dolores: el “umbral” y las circunstancias del dolor, son, sin embargo, tan subjetivos); para otros, en cambio, como la procuración de una vida sin término mortal, una ilusión.
Así, pues, la biodiversidad de la que hablamos debe
incluir - y respetar -, por supuesto, también esta vertiente, ya que nada más ajeno a ella que ciertas
“homogenizaciones” que la empobrecen, que incluso la fuerzan a su desaparición, pero que están hoy en día tan en boga y riñen con los principios
que conducen a la genuina inclusión de todos los seres humanos,
cualesquiera sean la religión, la edad (según la tradición eclesiástica confirmada y argumentada por J. Piaget: menores - en la "Etapa Sensorio Motora" o en la "Etapa Pre-Operacional" - y mayores de siete años o "con uso de razón" - en el "Periodo concreto" y los períodos posteriores -), el estado civil, la condición
económica o de salud, la afiliación partidista o la ideología, la etnia, el sexo, el grado de educación, etc.,
a los que pertenecen o en los que se encuentran (se tiene en cuenta no sólo la “variabilidad”
genética sino también la histórica y la climática en la que viven y se
desempeñan las personas), precisamente por razón de su intrínseca, indeleble e inviolable dignidad.
Concluyamos esta invitación a una sincera, plena y
auténtica humanización del mundo y de la sociedad con un llamado a examinarla
en la perspectiva de la esperanza, especialmente cuando examinamos los desafíos
que se están presentando a la biodiversidad y a la sostenibilidad planetaria
que le está íntimamente vinculada consideradas en su medio ambiente.
Seamos
conscientes de las ciertas y múltiples ventajas y de los provechos realmente
valiosos que los avances científicos, técnicos y tecnológicos han traído para
la humanidad entera, no los demonicemos prejuiciosamente, y menos aún, los desacreditemos
sin haberlos sometido al ejercicio crítico y metódico de la razón. Apreciemos
inclusive, igualmente, en su justo valor, descubrimientos que se han ido
haciendo de un tiempo a esta parte, de semillas enterradas hace milenios,
inclusive, o de animales considerados desaparecidos hace siglos o años, que
podrían no sólo contribuir a mejorar y a completar el cuadro de la
biodiversidad sino ayudar a mejorar, eventualmente, características de vegetales
y de plantas que hoy en día nos son útiles por diversas razones.
Pero, así
mismo, tengamos muy en cuenta los riesgos previstos derivados, ante todo, de la
“uniformidad” y de la “homogeneidad” en la genética y en los organismos
vegetales y animales, en el sentido que arriba hemos expuesto, esto es la
pérdida, la eliminación o la desaparición de variedades vegetales y/o animales y
la concentración en alguna o en algunas que se quieren conservar, exaltar y
“mejorar” en detrimento de otras consideradas menos valiosas por diversas
razones, como ocurre en el caso de las semillas “transgénicas” o “modificadas”.
“Uno de
los bancos de semillas más importantes del mundo está en el Valle del Cauca:
podría salvar a la humanidad”.
Las
semillas se conservan a muy bajas temperaturas, preparadas para cualquier
eventualidad futura. Este esfuerzo podría ser clave para salvar a la humanidad
tras desastres naturales o guerras. Semillas
del Futuro es un banco de germoplasma de última generación que conserva
recursos genéticos vitales para la seguridad alimentaria y nutricional del
mundo. Con más de 67.000 materiales distintos de cultivos de fríjol, yuca y
forrajes tropicales, esta innovadora iniciativa se ha establecido como un pilar
fundamental en la lucha contra las crisis que enfrenta la agricultura global.Fundada en
2019 como parte de la Alianza entre Bioversity International y
el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), Semillas del
Futuro fue concebida para enfrentar cuatro crisis interconectadas: el cambio
climático, la pérdida de biodiversidad, la degradación ambiental y la
desnutrición. Con un enfoque en maximizar el impacto en puntos clave del
sistema alimentario, este centro busca transformar la forma en que los recursos
agrícolas son gestionados y utilizados. «Básicamente,
la colección aquí es como un seguro genético contra cualquier tipo de
catástrofe, como guerras, y un seguro genético ante cualquier cambio en el
ambiente donde se lleva a cabo la agricultura en el futuro. Mantenemos las
opciones abiertas; si no conservamos estas variedades y se pierden en el campo
por una guerra, por ejemplo, estarán perdidas para siempre. Así aseguramos que
esto no suceda», señalaron a TuBarco en una visita realizada en 2022.
Editor: “Uno de
los bancos de semillas más importantes del mundo está en el Valle del Cauca:
podría salvar a la humanidad”, 1º de noviembre de 2024 (consulta del 4 de
noviembre del 2024), en:
Seamos conscientes, igualmente, de las consecuencias monopolísticas, económicas
y aún políticas que ello tiene, y del empobrecimiento que ello significa en
relación con las variedades vegetales y animales que a lo largo de milenios se
han ido desarrollando en la Tierra enriqueciéndola y embelleciéndola.
No seamos
ciegos ni ocultemos tampoco el impacto que poseen formas de “homogeneidad” semejantes
sobre poblaciones pobres e indefensas de ayer y de hoy, cuyo único sustento
deriva de lo que tienen a su alcance para producir alimentos así como del
conocimiento que ellos, tras milenios, han obtenido de tales organismos vegetales
y animales, pero les están siendo arrebatados o siendo empleados muchas veces sin
su consentimiento – como ocurre también con su propia identidad genética y con
sus lenguas –, o que les son alcanzables sólo a costa de sacrificios
extraordinarios, nunca cancelables, y por lo mismo, según finalidades y
mediante procederes a los que adecuadamente podemos considerar como injustos e
inhumanos.
Atendamos la urgente, precisa y general recomendación que nos hace el S. P. Francisco en su reciente encíclica Dilexit nos,del 24 de octubre de 2024 "sobre el amor de Dios revelado en nuestro Señor Jesucristo, en su corazón humano y divino", cuando nos dice, refiriéndose no sólo a las actuaciones contra la biodiversidad y al "impacto climático" ocasionado por nosotros y por nuestros antepasados y que se han ido acumulando con el paso de los años, de los siglos y de los milenios, sino y muy especialmente al más terrible "impacto" que tienen y han tenido decisiones personales y sociales, sobre todo del momento presente, deliberadamente tomadas contra nuestros propios congéneres:
"182. San Juan Pablo II explicó que, entregándonos junto al Corazón de Cristo, «sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, se podrá construir la tan deseada civilización del amor, el reino del Corazón de Cristo»; esto ciertamente implica que seamos capaces de «unir el amor filial hacia Dios con el amor al prójimo»; pues bien, «esta es la verdadera reparación pedida por el Corazón del Salvador» [Carta al Prepósito general de la Compañía de Jesús, Paray-le-Monial (5 octubre 1986): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (19 octubre 1986), p. 4]. Junto con Cristo, sobre las ruinas que nosotros dejamos en este mundo con nuestro pecado, se nos llama a construir una nueva civilización del amor. Eso es reparar como lo espera de nosotros el Corazón de Cristo. En medio del desastre que ha dejado el mal, el Corazón de Cristo ha querido necesitar nuestra colaboración para reconstruir el bien y la belleza."
Así, pues, se trata de un grito desde la esperanza. Y la esperanza, no lo olvidemos, es, ante todo, don de
Dios que él amorosamente nos da en su Hijo, Jesucristo. Por eso quiero hacer
notar la convergencia que se produce en este momento entre dos actos
especialmente significativos del mismo Papa Francisco en relación con la “dignidad”
y la “fraternidad” humana y con el “cuidado que juntos debemos dar a nuestra
casa común”, a saber: en primer término, su invitación para que durante el año
2025 se lleve a cabo en toda la Iglesia el “Jubileo extraordinario”, cuyo tema
y renovada vivencia central será, precisamente, “la esperanza de la Iglesia y
en la Iglesia”. De manera muy resumida el Papa había aludido a ella dentro del
ciclo de catequesis sobre las virtudes, el 8 de mayo de 2024, teniendo como
punto de referencia la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica,
n. 1817. En segundo término, la mencionada enc. Dilexit nos, en sus numerales finales. Precisamente en esta explica esta
convergencia:
“217. Lo expresado
en este documento nos permite descubrir que lo escrito en las encíclicas
sociales Laudato si’y Fratelli tuttino es
ajeno a nuestro encuentro con el amor de Jesucristo, ya que bebiendo de ese
amor nos volvemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de
cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común.
218. Hoy
todo se compra y se paga, y parece que la propia sensación de dignidad depende
de cosas que se consiguen con el poder del dinero. Sólo nos urge acumular,
consumir y distraernos, presos de un sistema degradante que no nos permite
mirar más allá de nuestras necesidades inmediatas y mezquinas. El amor de
Cristo está fuera de ese engranaje perverso y sólo él puede liberarnos de esa
fiebre donde ya no hay lugar para un amor gratuito. Él es capaz de darle
corazón a esta tierra y reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad
de amar ha muerto definitivamente.
219. La
Iglesia también lo necesita, para no reemplazar el amor de Cristo con
estructuras caducas, obsesiones de otros tiempos, adoración de la propia
mentalidad, fanatismos de todo tipo que terminan ocupando el lugar de ese amor
gratuito de Dios que libera, vivifica, alegra el corazón y alimenta las
comunidades. De la herida del costado de Cristo sigue brotando ese río que
jamás se agota, que no pasa, que se ofrece una y otra vez para quien quiera
amar. Sólo su amor hará posible una humanidad nueva.
220. Pido
al Señor Jesucristo que de su Corazón santo broten para todos nosotros esos
ríos de agua viva que sanen las heridas que nos causamos, que fortalezcan la
capacidad de amar y de servir, que nos impulsen para que aprendamos a caminar
juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno. Eso será hasta que
celebremos felizmente unidos el banquete del Reino celestial. Allí estará
Cristo resucitado, armonizando todas nuestras diferencias con la luz que brota
incesantemente de su Corazón abierto. Bendito sea”.
Ante
nuestras debilidades personales, sociales y globales, ante nuestras
limitaciones, ante nuestros errores, ante nuestra propia conciencia del pecado,
ante los retos y los desafíos del presente y del futuro en el mundo y en la
Iglesia, ante las graves responsabilidades que enfrentamos en relación con
nuestros descendientes que vivirán en las futuras generaciones, no debemos
olvidar ni dudar nunca que “El amor de Dios nos capacita”, porque sólo Él
plena, definitiva y permanentemente está de nuestra parte.
Bogotá,
31 de octubre de 2024.
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Materiales para la información y para la reflexión por parte de mis estudiantes sobre temas referentes a la formación general humana, profesional y social. Invitación a profundizar y a debatir sobre el sentido de la vida y la coherencia y la responsabilidad en ella.
Teólogo y canonista, profesor de Teología y Derecho canónico, abogado inscrito en el Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis de Bogotá, Antiguo Defensor del vínculo en el Tribunal Eclesiástico Nacional de Apelación, esposo y padre de familia.